En el viejo anaquel prohibido, lleno de libros apolillados, había un libro que resplandecía. Mi madre me sorprendió muchas veces viéndolo, como quien se lo quiere comer. Yo tenía diez años y como todo niño normal ansiaba leer aquellos volúmenes (en ese entonces pensaba que a todos les gustaba la lectura); sin embargo, la voz maternal decía: "aún no es tiempo, tienes que crecer".
Lo que ella nunca supo, y ahora lo confieso, es que mientras se quedaba dormida, por las tardes, me trepaba hacia el anaquel y robaba los libros, uno por uno. Quise dejar de último el que resplandecía, mi intuición me indicaba que contenía lo mejor.
Aquella noche de 1,976 pude tener en mis manos el libro, empece a leerlo con la emoción de la primera vez, con cada página que daba vuelta se venía un rumor acompañado de pequeños temblores de mi cuerpo, ya para el final se dio una fuerte sacudida, pensé que había sido sólo yo, pero vi correr a todo mundo.
El libro de Doris Lessing fue un verdadero terremoto, la falla del Motagua dijeron las noticias.
Chepito De la Discordia
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