viernes, 27 de febrero de 2009

De la serie diálogos incongruentes VII

—En los momentos negros, oscuros, sin luz, de la vida, recuerde que nosotros podemos ayudarle; el señor que todo lo ve, que todo lo sabe, que todo lo oye; el mismo que día a día nos protege, nos cuida, nos abriga; ese al que usted le ha volteado la espalda, ha dejado de adorar, ha renegado de él, pero que nos ha hecho su instrumento; él, nos ha dado el don, el regalo, la capacidad, para asistirlo. Ahora mismo nos puede llamar; le orientaremos, le daremos consejo, le consolaremos; pero sepa que lo mejor es visitarnos en nuestro templo espiritual. Tenemos una llamada.

—Aló, buenas noches.

—Hermanito, buenas noches, díganos su fecha de nacimiento.

—8 de abril del 76.

—Ahora escoja un número del 1 al 30.

—El 22.

—Hermanito, no queremos asustarlo, espantarlo, ni atemorizarlo; pero le salió el 7 de espadas; eso nos indica que usted tiene problemas, aprietos o escollos; si nos hubiera salido un 8 entonces habría equilibrio, pero el 7 indica que está en peligro; además podemos ver que la espada de en medio es de color negro; quiere decir que lo que es su vida está amenazada, intimidada, corre un riesgo terrible. ¿Le estoy diciendo la verdad o le estoy diciendo la mentira?

—Si hermano, fíjese que tengo problemas...

—Escoja otro número, pero piénselo bien.

—El 8.

—¡Ay!, hermanito, le salió el as de corazones rojos; usted tiene que venir de inmediato a nuestro templo; hay fuerzas grises, oscuras, negras que lo están acosando. La espada está apuntando directo al corazón; ¿sabe lo que eso significa?

—No hermano.

—Es complicado hermanito, vamos a escoger una última carta, porque estas cosas es mejor revisarlas de manera personal, pero su caso es especial, es único, es singular; y las fuerzas divinas nos demandan a atenderlo. ¿Qué número escoge ahora?

—El 30.

—Hermanito, desde este momento le digo que todo se ve más claro, transparente, más cristalino; le salió la reina de diamantes. Usted tiene que tener cuidado, andar prevenido, protegerse, porque hay muchas intrigas a su alrededor. Ya no le podemos decir más, hay cosas que no se deben ventilar, dilucidar, revelar en público, es necesario que mañana mismo nos visite; con toda la disposición, inclinación y soltura; y recuerde que el apego enfermizo a las cosas materiales, al dinero, a los lujos, es pecado.

—Gracias hermano, me han ayudado mucho, por ahí los visito.

—Y todos ustedes, hermanos, amigos y extraños que nos escuchan, tengan presente que hemos recibido este don para ayudar, no nos busque para que le hagamos la magia negra; tenemos el poder, pero lo de nosotros es la magia blanca, buscar el bien, darles ayuda; solo les decimos la verdad no la mentira.

Hermano Steph A. Door

martes, 24 de febrero de 2009

Sponsor

Con el resultado del examen médico en la mano, los ejecutivos de la famosa marca deportiva se dispusieron a firmar el contrato; el acuerdo era ventajoso para ambas partes. Aunque no se revelaron las cifras, se decía que el monto a desembolsar era exorbitante, considerando que el patrocinado debía aparecer públicamente solo tres veces al año, durante la próxima década.

Lo avanzado de su edad y la enfermedad no preocupaban, si moría antes de cumplir el plazo, se había elaborado la imagen virtual del viejo, total muchos presidentes estaban dispuestos a visitar la isla y a pagar el precio por fotografiarse con el retirado líder.

Diego Iespien

viernes, 20 de febrero de 2009

martes, 17 de febrero de 2009

Cuervo

En la medida que el conteo de los votos daba como ganadora a la propuesta oficial, los habitantes de aquel país sentían como sus cuencas empezaban a quedarse vacías.

Edgar Poc

viernes, 13 de febrero de 2009

Lunático

La luna se metió por la ventana, por el espacio que la cortina dejó descubierto, olvidé revisarla antes de ir a la cama. Sentí cuando se levantó y, con prisa, bajó las escaleras; el cansancio impidió que fuera tras él, no pude, aunque eso significaba que pasaría la noche escribiendo, como lo hace cuando el sueño me vence.

El brillo lunar de las noches de otoño, cuando el campo y la ciudad se vuelven fantasmas, lo afecta. Hace meses que el médico me entregó un frasco de láudano, para dárselo en las noches de luna, supongo que el trajín de la casa me impidió aplicarlo en su té, ahora me arrepiento.

Por la mañana lo encontré aún con la mirada desencajada, bebía algo, caminaba de un lado a otro, midiendo sus pasos; se acercó y me dijo: escucha como suena, se refería a su corazón, el sonido lo tenía obsesionado, creía que todos podíamos percibirlo.

En la noche me pidió algo difícil de cumplir: quería que lo encerrara en la bodega de vinos; pretendía escapar de la luna, deseaba descansar, por eso accedí. No olvidé poner las gotas de láudano al té, le llevé un colchón con mantas, lo dejé recostado y cerré la puerta; sentí miedo al poner el cerrojo y la aldaba, dudé un momento, pero me fui a dormir.

Pasada la media noche la luna me despertó, se había colado de nuevo, me alteré al escuchar el palpitar de un corazón, aunque el propio quería salir de mi pecho, los latidos eran de otro; la casa palpitaba a ritmo distinto, sentí temor, él yacía en el sótano, me apresuré a bajar a verlo; el silencio y la quietud lo invadían todo, dejando que el corazón resonara.

Cuando llegué a la puerta de la bodega los latidos ya eran débiles, su respiración sonaba asfixiada. Abrí la puerta, estaba tirado fuera del colchón, las últimas gotas de un garrafón de vino se escapaban del frasco y caían al suelo, haciendo un sonido arrítmico. Él dormía en medio de un charco amarillo, así lo dejé. Cerré de nuevo la puerta, subí las gradas sonriendo, en un par de semanas habrían nuevas historias, esas que los fantasmas del sótano le cuentan a Edgar.

Vicky de Poc

martes, 10 de febrero de 2009

G.M.

Los meses que viví en California sirvieron para darme cuenta de lo rara que podía llegar a ser la gente. Muchas veces me colé a esas fiestas que organizaban las estrellas de cine, el ambiente era estrambótico. En realidad podía entrar cualquiera que se lo propusiera, porque nadie controlaba el acceso; pero eso no era lo mío, prefería pasar la tarde tomando café, observando a las personas, todas tratando de sobresalir entre la multitud.

Nunca podré olvidar lo sucedido con el tipo del mostacho, a primera vista me provocó la risa, y cuando me detuve a observarlo, disimuladamente, liberé la carcajada, todos los comensales voltearon, pero era imposible parar. Bajé la vista para ocultar mi euforia, como no podía contenerme decidí salir un momento, al levantarme quedé, de golpe, nariz con nariz con aquel hombre.

—Veo que conoce usted a T.S., dijo, sin retirarse de mi cara.

—¿Cómo lo supo?

—Su porte lo delata, los zapatos, la ropa, el peinado, el libro que lee, y por encima de todo, la carta que está escribiendo, alcanzo a leer que empieza con: Querido T.S.

—¿Lo conoce?

—No, pero también me gustaría escribirle cartas; es curioso, nunca antes había pensado que su primer nombre podría ser Tom, claro que es la primera vez que veo que alguien sea llamado T.S.

Volví a sentarme, mientras el hombre seguía hablando; cada dos frases soltaba un disparate, y hablaba como si realmente conociera a mi amigo. Fue tan gracioso que terminé dándole la dirección de T.S., pensé que no tenía importancia, pues él estaba viviendo en Londres; difícilmente se animaría a escribirle.

Un chiflido lo hizo voltear, no dijo más y volvió a su mesa, sin siquiera despedirse, apenas pude preguntarle su nombre, a lo que respondió: G.M.

Mill Soles

martes, 3 de febrero de 2009

Las cosas de la vida

Yo misma tardé en descifrarlo: las cosas cambiaban de lugar, las luces se apagaban solas, las niñas miraban sombras, los espejos reflejaban personas distintas, el equipo de sonido tocaba música a discreción; contaba la historia y recibía explicaciones descabelladas.

Todo sucedió después de la enfermedad, de las visitas al psiquiatra; cuando llegó la soledad. Siempre estuve consciente que nada de eso tenía que ver, aunque al principio estuve confundida; dentro del caos es difícil racionalizar los eventos extraños. Las niñas nunca antes se habían visto tan lindas y calmadas, pensé que no querían hacerme más daño, por eso se contenían, les dije que no sufría, que podían desahogarse, hacían gesto de ¿qué le pasa a mamá? y salían corriendo, no había preocupación en ellas.

La frustración pasó rápido, jamás tomé como palabra de dios cuando el cura dijo: hasta que la muerte los separe. Sabía que no había oportunidad de terminar la vida juntos, pero una se aferra, los padres obligan, las amistades presionan, hasta que se cae en la trampa.

La vida en pareja fue predecible, dos niñas, preciosas por supuesto, pero ¿qué hijo no lo es? Lo demás: días buenos, días malos, dormir juntos, ignorarse, cansarse del otro, todo dentro de lo normal. La casa se fue quedando estática.

Pocos meses pasaron, después que te fuiste (no recuerdo si fue tu decisión o la mía, o si fueron las niñas), cuando los zapatos empezaron a amanecer tirados, los chorros a brotar agua de la nada. Me asusté cuando la pequeña mujer salió del espejo, cuando las niñas miraban al duende afuera de su ventana. Lo inexplicable provoca angustia; pero cuando me di cuenta fui feliz, fuimos felices, recuperamos el aliento. Sin tu presencia hasta la casa cobró vida.

Citadina del arroyo
Para la maestra que escribe las Historias citadinas