lunes, 26 de octubre de 2009

Ciudadano ejemplar

Es el hombre más tierno del mundo, además es trabajador, honrado, mis padres lo adoran, es tan lindo, nos vamos a casar. Eran las palabras que ella pronunciaba cada vez que le preguntaban por su novio.

Él era un tipo tranquilo, disciplinado y que sabía tratar a las mujeres, por eso muchas lloraron cuando se comprometió.

Su infancia fue la de un niño normal, pero algo le sucedió cuando, a los catorce años, cayó en sus manos el libro Masacres de la Selva; no pudo soltarlo hasta leer la última página. Sin darse cuenta su boca produjo más saliva de lo normal, se le escurrió por la comisura y le cayó hasta la camisa; fue al baño a limpiarse, ahí se dio cuenta que los ojos se le habían puesto rojos y que temblaba de emoción.

Desde ese día jamás lo abandonó el deseo de probar sangre, comer carne cruda, de experimentar la sensación de algún cuerpo dejando de palpitar bajo sus manos.

Luego de terminar el bachillerato, a los quince años, decidió ingresar a la escuela militar. Ahí su máxima aspiración era pasar el curso de Kaibil. Supo esperar, con paciencia.

Finalmente llegó el día, el viaje a la selva fue como estar de vacaciones. En el curso lo obligaron a cazar, él lo hizo sin armas, sólo con sus manos, atrapó jabalíes, venados; les cortaba la yugular con los dientes, se sentía como nunca. Le arrancó la piel a uno de los animales, lo cortó en pedazos y saboreó la carne cruda; exprimió la sangre y la untó en su cuerpo; sintió que estaba llenándose de vida.

Ganó el curso con honores, ahora sólo le quedaba entrar en combate, pero la guerra había terminado; entonces lo angustiaba saber que nunca lo haría.

Lo mandaron a su casa, diciéndole que esperara, que pronto lo asignarían a un cuartel. En su casa hicieron fiesta, lo recibieron con inmensa alegría. Él aprovechó para anunciar que pronto se casaría.

No pasó una semana cuando lo llamaron, le dieron una lista y la ubicación de varias personas, le indicaron que no querían volver a saber de ellas. De nuevo sintió que la saliva se le escurría por la comisura.

Cumplió la misión sin contratiempos, por lo que le dieron otra, y otra, se dio gusto matando gente; cada vez con mayor brutalidad.

Los crímenes llegaron a la prensa amarillista, que publicaba las fotografías de las víctimas, sin ningún pudor, mostrando los escenarios, los charcos de sangre, los cuerpos apuñalados.

Los jefes pensaron que era suficiente, no había por qué arriesgar; es cierto, era eficiente, pero era mejor un balazo certero que una masacre, tenían que ser más discretos.

Aquella mañana él se dirigió a recibir instrucciones, pero su vehículo fue interceptado por dos sicarios en moto, quienes descargaron la tolva de sendas AK-47. No le dio tiempo a escapar, menos a responder el ataque, igual nunca iba armado.

Sus padres y la novia no dejan de llorarlo, entre sollozos repiten: era una persona ejemplar, no le hacía daño a nadie, maldito país violento, todos estamos expuestos.

Chicho Palanuca

jueves, 15 de octubre de 2009

Hágase la oscuridad

Emulando a Dios, pero en sentido contrario, un alto funcionario de la antigua Enron, quien ahora trabaja para Unión FENOSA, gritó: que se vaya la luz, y oprimió un botón que dejó al país a merced de la noche durante dos horas.

Surgió el caos vial; los criminales descansaron porque no les gusta trabajar a oscuras, es peligroso; trescientos mil hombres, dirigidos por un español mesiánico, quien dos días después fue vapuleado por sus airosas bases sociales, se levantaron en armas, pero se acostaron cuando se hizo la luz.

La versión oficial dice que la causa fue un rayo serpenteante, tormentoso, terrorista, ingrato, y otros adjetivos más; luego dijeron que era necesario incrementar la tarifa para asegurar la continuidad del fluido eléctrico.

Los empresarios alegaron que habían tenido pérdidas millonarias. Los habitantes del país, en la oscuridad, se fueron a la cama; nueve meses después nacerán un millón de futuros consumidores de electricidad, quienes fueron engendrados en las tinieblas.

Luz Clarita

lunes, 12 de octubre de 2009

Tres micro-relatos

Deseo cumplido

El hada azul se las ingenió para esconderse de Pinocho. Veinticinco años después ella misma fue a su encuentro y le dijo:

—Ven Pinocho, te haré un hombre de verdad.



Cada oveja...

Cada día desaparecía una oveja del rebaño, el pastor no lograba entender la causa.

Nunca se le ocurrió relacionarlo con los reclamos que su esposa le hacía después de hacer el amor.

Cuando ella lo abandonó su único consuelo fueron las ovejas.



Una imagen...

Espejito, espejito; dime, ¿quién es el más malvado? El espejo se quedaba callado y devolvía la imagen de un tipo bonachón.

Hermanos Gris

A veces me da por hacerme el gracioso en el blog del maestro Dublín, escribiendo un texto a partir de alguno de sus cuentitos. El segundo y el tercero son ejemplos.

lunes, 5 de octubre de 2009

Lilith

El único embarazo de mi madre duró doce meses, los médicos llamaron a aquel fenómeno súper-fecundación y no explicaron más. Primero nació mi hermana, justo a los nueve meses, de parto normal, el abuelo la nombró Lilith. Era una niña fuerte y hermosa, pesó nueve libras. El asombro fue cuando notaron que el vientre de mi madre seguía creciendo, un ultrasonido reveló que adentro había otro bebé; por eso fue necesario hacerle una especie de operación cesárea justo a la altura de las costillas, porque ahí me había alojado yo.


Gracias a los avances de la medicina nací tres meses más tarde, pesé sólo cinco libras, pero estaba saludable, me nombraron Eva, como mi abuela paterna.


Toda mi vida ocurrió a la sombra de Lilith, aunque siempre fuimos diferentes. Era testaruda, hacía lo que quería; para ella nada era imposible. Montaba moto, navegaba a vela; quería pilotear aviones y como no la dejaron se lanzaba en parapente desde el filón de Amatitlán. Yo era incapaz de siquiera pensar en hacer cosas semejantes; obedecía en todo, no levantaba la voz, aprendí a cocinar; si mi padre pedía algo, mi hermana se apresuraba a gritarle:

servítelo vos, ¿no tenés pies pues? Jamás sirvió a nadie y hacía que los demás le sirvieran.


Sin importar las diferencias, todo mundo nos consideraba gemelas no idénticas; por eso nos celebraban el cumpleaños el mismo día. En nuestra fiesta de quince años bailó con todo los invitados y como nadie le aguantaba el ritmo llegó a quedarse sola en la pista. A media noche, estando borracha, casi se quita la ropa, pero la detuvieron a tiempo. Vestía traje negro, con vuelos rojos; usaba pulseras de púas y maquillaje gótico. Yo me sentía mortificada, mi traje y mi peinado eran iguales a los de la princesa Bella, de la película de Disney; hasta hice una coreografía con mis amigas y sus parejas; Lilith se carcajeaba.


Fue en la fiesta que conocimos a Adán, era tan guapo como Brad Pitt, bailó conmigo la coreografía, luego se quedó mientras la musica de Lilith sonaba; ella no tardó en sacarlo a bailar, al rato ambos habían desaparecido. La fiesta terminó, mi hermana regresó horas después, se miraba feliz, radiante; mientras yo sumergía mi cabeza en la almohada y lloraba.


Adán vivía cerca de nuestra casa, por lo que Lilith se escapaba por la ventana, todos los días después de la media noche y regresaba como a las cinco de la mañana. Nunca se le veía cansada, en cambio Adán parecía deshacerse.


El día después de la graduación, un Adán enamorado esperaba a Lilith al pie del altar. Mis padres, quienes pensaron que ella nunca sentaría cabeza, hicieron la boda más bella que se puede imaginar. Al lado de una fuente se juraron amor eterno; Lilith hasta se puso vestido blanco y velo, todos brindaron por la pareja.


Había pasado una semana cuando vinieron los primeros problemas. Lilith tenía varios amantes y pretendía seguir con ellos; además, no sabía cocinar, no le gustaba servir; sólo quería divertirse, salir a la calle con sus amigos y amigas. Lo peor fue cuando intentó sodomizar a Adán con un vibrador.


Un día ya no regresó a la casa. Adán vino a ver a mi padre, se notaba desconsolado; parecía increíble pero la amaba y no quería perderla. Contrataron un detective, la localizaron y la hicieron regresar. Mi padre le dijo que tratara de portarse bien, que tenía que servir a su marido, que le obedeciera, que usara ropas lindas y no esos trajes góticos; que se quitara el arete de la lengua, que no fuera agresiva sexualmente. Lilith se rió y le dijo: no padre, así no juego yo, si es tan maricón que se vaya con Eva, ella es como él quiere.


Yo me sonrojé y al mismo tiempo me llené de felicidad. Ellos se divorciaron y Adán se casó conmigo. No hubo fiesta; eso sí, mi padre nos recibió en la casa, nos dio las mejores habitaciones, nos mantenía; entonces no había necesidad de trabajar, por lo que nos dedicábamos exclusivamente a amarnos, vivíamos en el paraíso.


Así fue durante diez años, hasta que empezaron los problemas, creo que mi padre se aburrió de nosotros. Adán era muy aficionado a comer manzanas, por lo que yo siempre las mantenía en abundancia y se las preparaba de distintas formas. Una tarde mi padre regresó con cara de pocos amigos y en cuanto entró dijo: estoy harto de ese olor a manzana, váyanse de mi casa, no los quiero aquí. Estaba como loco, llamó a la policía y nos echó, sin dar explicaciones.


No hubo más remedio que irnos. Adán tuvo que buscar trabajo, yo resulté embarazada y nuestro hijo nació en la pobreza, al poco tiempo nació el segundo.


Para colmo de males, Lilith regresó y fue recibida en casa de mi padre. Cuando se enteró de mis hijos los quiso conocer; de inmediato se entusiasmo con el mayor. Lo sacaba a pasear, lo cargaba, lo acariciaba, le compraba juguetes, hasta llegó a decirme: regalámelo, total tenés otro.


El caso es que cuando ella se fue mi padre la maldijo, por lo que su vientre se secó y no podía tener hijos.


Insistió varias veces, pidiendo que se lo diera; yo no estaba dispuesta a dárselo; así que un día se lo llevó.


Desde ese día la tragedia se estableció en nuestra casa. Todo fue de mal en peor. A mi dolor de madre se sumó el mal trato que recibía de Adán. Nunca volví a saber de Lilith y mi hijo; jamás pude explicarle a Abel, que así se llamaba el menor, qué había pasado con su hermano.


Adán se volvió mujeriego y borracho. Abel creció y decidió salir a buscar a su hermano. Tampoco volví a saber de él. La gente dice que llegaron a encontrarse, que los vieron juntos, caminando hacia el campo, que tenían cara de felicidad.


Ahora estoy vieja, sola, Adán ya no viene a la casa. A pesar de las pérdidas, quizá he recuperado el paraíso.


Evita Peroles