viernes, 27 de marzo de 2009

Paranoia

Si alguno extrañaba los textos de mi blog personal, aquí les dejo uno que me encantaría que leyeran.

http://johanbush.blogspot.com/

Salú pue.

lunes, 23 de marzo de 2009

Vida de perros

Me regalaron un perro y he tratado de encontrar el significado del obsequio. Resulta que tengo un amigo a quien le sucedió lo mismo, le regalaron uno de esos labradores, cachorrito, color beige, de mirada nostálgica, como diciendo jueguen conmigo; el animal es hiperactivo.

El apartamento de mi amigo es pequeño y el perro se dedicó a destruirlo. Empezó por la sala. Mientras aprendía a treparse a los sillones los fue desgarrando, al principio era imperceptible, pero luego se salió el relleno, cuando se percató que algo quedaba de fuera, lo jaló y jaló, hasta que la abertura fue mayor; al poco tiempo había aprendido a subirse, entonces se ponía a brincar encima, luego mordía el respaldo y los cojines.

El amueblado de sala fue solo el aperitivo, su curiosidad no tenía límites, pues se dedicó a explorar todos los rincones del apartamento. Era frecuente encontrar zapatos en la sala, pantuflas en el jardín, almohadas en el baño, restos de comida en los rincones; en cuestión de unas semanas todo tenía su sello; mordidas, desgarros, agujeros, rellenos de fuera, zapatos rotos.

Los hábitos digestivos del can complementaron la destrucción, mi amigo trató de acostumbrarlo a que lo hiciera afuera, pero fue en vano; era tomando agua y orinando, comiendo y cagando; para eso era una máquina. La mierda y los meados se multiplicaron, en la sala, en los muebles, en la cocina, en el dormitorio, en el baño, en el clóset y, lo peor de todo, en los zapatos de Lucía, la esposa de mi amigo; el perro le tomó cariño a sus sandalias preferidas; por más que las cambiaban de lugar, siempre aparecían con caca encima.

Luego vino el olor, todo se inundó del aroma del perro, no importaba que se hiciera limpieza, su fragancia lo impregnaba todo, era nauseabundo, hasta los vecinos se quejaban, salía por debajo de la puerta, se sentía en el pasillo; adentro era insoportable, se pegó en cada cosa del apartamento, incluso en la ropa, aunque se lavara no había forma de desprenderlo.

Claro que el trabajo de limpieza siempre recaía en Lucía, por eso ella optó por llevar el perro a la terraza del edificio, para que adentro estuviera limpio, al menos un rato; se iba el cachorro, pero no el olor. Mi amigo se molestaba cuando ella hacía eso, entonces discutían; él alegaba que su mascota era tierna, que no le hacía daño a nadie; ella se enojaba, poco a poco alzaba la voz, pero no lograba convencerlo, hasta que terminaba tirándole cosas; él daba la vuelta y subía a buscar al cachorro, lo regresaba al apartamento y de nuevo se entraba al ciclo de suciedad-limpieza-pelea con Lucía.

Un buen día Lucía se cansó y lo puso a escoger entre ella y el perro. Él la vio con ternura y, sin dudarlo, escogió al perro, su orgullo no dejaba que le impusieran decisiones.

En mi caso, soy soltero, tengo una casa grande, el perro es pequeño, duerme casi todo el día, casi no come, y casi no caga; a mi novia le encanta, pero yo no soporto los animales. Me voy a casar y no quiero al cachorro, pero ella lo adora; yo lo recibí por cortesía, pensaba dejarlo en la calle; sin embargo, Karla se encariñó con él; por otro lado, detesto la suciedad, los malos olores; ahora que lo pienso, quizá el regalo se convierta en el compañero de vida para mi novia, como el caso de mi amigo, quien es feliz con su mascota; aunque su apartamento sea un lugar nauseabundo.

Chicho Palanuca

miércoles, 18 de marzo de 2009

No me ruegues que te deje

Noemí era inteligente y atractiva, la conocí cuando me casé con uno de sus hijos. Viuda, de unos cuarenta y cinco años; independiente, trabajadora; entre ella y sus dos muchachos construyeron una casa enorme, dividida en tres apartamentos independientes. En el primero vivía ella; Orpha y David ocupaban el segundo; y en el tercero vivía yo, con Manuel, mi esposo.

David y Manuel viajaban mucho, tenían negocios en otros países, por lo que pasábamos solas la mayor parte del tiempo. Orpha tenía un amante y me sugería que hiciera lo mismo, yo dudaba.

Cierta noche me convenció de acompañarla a una discoteca, fue una especie de engaño, pues al llegar la esperaba su amante. Se dedicó a bailar y me dejó sola en la mesa, de inmediato me asediaron las invitaciones; finalmente acepté la de un tipo de buen ver. Después de varias canciones, y algunos tragos, me sentí liberada, él lo percibió y se aprovechó; apretaba mi cadera, me jalaba, me decía cosas al oído; en esas estaba, emocionada, cuando apareció Noemí, se acercó y dijo: Ruth, ¿no deberías estar en casa?, Manuel viene mañana, ¿recuerdas?

El tipo me soltó, yo salí corriendo, afortunadamente habíamos ido en mi carro, ni siquiera pensé en avisarle a Orpha, al fin que ella pasaría la noche con su amante.

Esperé ansiosa a que Noemí regresara, llegó después de la media noche, fui a su apartamento, llena de vergüenza, para pedirle que no me delatara. Estaba preparándose para dormir, me dejó entrar y siguió en lo suyo, se quitó la ropa, sin demostrar pena, se puso un camisón transparente, me escuchó, vio mis lágrimas, me abrazó y terminé sentada a la par suya, sus brazos me rodearon y, con ternura, dijo: debes tener cuidado, eres una mujer casada, pero no se lo contaré a Manuel, de la misma forma que no le cuento a David lo de Orpha. Quise besarla en la mejilla, pero ella volteó el rostro y la besé en los labios. No sé si fue el alcohol, lo cierto es que esa noche descubrí el sabor de una mujer y el dulce cansancio del sexo lésbico. Dormí un rato, luego me fui, sin decir nada, a bañarme, a esperar la llegada de mi esposo.

Manuel llamó para decir que no llegaría ese fin de semana. Le conté a Noemí, al rato, llevaba el desayuno. Mientras comíamos dijo: cuando los hombres viajan tanto es común que la mujer consiga un amante, mejor si es mujer, es más seguro, se evitan algunos problemas, como un embarazo no deseado, por ejemplo. Ese fue el inicio.

No había pasado un año cuando sucedió un extraño accidente, y como cosa del destino, David y Manuel murieron. Al poco tiempo Orpha se fue con el amante.

Yo no me decidía a abandonar a Noemí, incluso ella mismo dijo: puedes irte, aún eres joven, no dudo que puedas conocer a alguien más, ni siquiera tienes hijos. Le rogué que no me hiciera dejarla, le dije que no podía imaginar la vida sin ella. Su respuesta fue: debes pensarlo bien, este modo de vida no es aceptado, no puedo ofrecerte lo mismo que te daba mi hijo; sin embargo, al verme convencida y enamorada, me ofreció la solución.

Booz era perfecto, tal como Noemí lo había descrito. Tenía esos pequeños detalles que lo hacían diferente: amable al extremo; sonriente; barba y cabello bien cuidados; vestía ropa de moda, combinada hasta los calcetines; el cuerpo, ni se diga, grande y musculoso; su vida amorosa es de leyenda, pocas novias conocidas y muchos viajes al extranjero, siempre rodeado de jovencitos, a quienes apoya, en deporte y estudios; es sobrino de Noemí, soltero, de treinta y pico de años; se puede decir que su vida ha sido fuera de lo común; comparte apartamento con un joven veinteañero, a quien dice proteger y servir de mentor.

Booz aceptó de buena gana la proposición de Noemí, además enfrentaba la posibilidad de perder los bienes que su abuela le heredó, pues la condición para acceder a ellos era que estuviera casado.

La vida en la casa de los tres apartamentos parece normal. Noemí se quedó en el suyo; Booz vive conmigo, estamos casados, y el tercero es ocupado por su protegido. La cosa funciona, tenemos un hijo que todos cuidamos como propio. A nadie le extraña que, a veces, Noemí y yo salgamos de vacaciones, sin el niño, solas; tampoco es raro que Booz viaje con su protegido. En la privacidad de nuestra casa las camas se reparten a conveniencia.

Ruth

viernes, 13 de marzo de 2009

Vice City

El muerto estaba embelesado en su videojuego favorito, le pegué con el libro en la espalda y no sintió, tuve que gritarle en el oído para que volteara, pues jugaba con el home theatre a todo volumen. Le dije, vos con tu juego, yo con mi libro, pero son pura fantasía, toda esa violencia no sucede en la vida real.

—Ya vas vos con tus ingenuidades, baboso sos, ¿y ese profe que destazaron en el correccional de menores, y el sancocho de presos?

Me quedé callado, dándole la razón, en una especie de epifanía, pensé que la vida era como la retrataban los periódicos amarillistas, o el libro que estaba leyendo, todo lleno de descripciones violentas, o quizá era como jugar Vice city, el juego preferido del muerto; todo igualito, pero con más morbo.

—Patojo cerote, ya se te fue la onda otra vez, vení conmigo, te voy a mostrar de una vez por todas como es la vida.

Me llevó a una de las carnicerías de su papá, la que tiene en esa colonia de mala fama.

—Mirá la sangre, sentila, aspirá su olor, cortala, quebrale los huesos.

Sobre la mesa de la entrada reposaba una vaca, recién habían terminado de quitarle la piel, el color rojizo me hizo recordar la vez que me caí de la camioneta y la mitad del pellejo de mis brazos quedó en el asfalto. La res chorreaba sangre por los lados, se escurría hacia un recipiente sobre el que estaba montada la mesa, todavía tenía las tripas adentro, algunas salían por la incisión de la panza.

—Mirá, así se hace, poné atención pizado, hasta la cacha mano, hasta la cacha.

El muerto agarró un cuchillo y lo clavó profundo. El papá se puso serio y le dijo: patojo hueco, ya me jodiste el lomito, ahora no voy a poder venderlo entero. Dicho esto nos mandó a volar.

—Venite, te voy a presentar a una chava, es güiza del jefe de una mara, pero está buenota, además ese bato está preso.

Caminamos unas diez cuadras, la casa era pequeña, pintada de colores estrambóticos, tocamos la puerta, apareció una chica de lo más normal, vestía blusa rosada, tenis del mismo color, jeans apretados, colitas en el pelo, y en el rostro sobresalía el verde de sus ojos; desde la cocina se escuchó una voz: Rosa, que entren, no quiero ver gente platicando en la puerta, no me gusta, se mira feo. La casa estaba full equipo, enorme pantalla LCD en la sala; estéreo con todos los accesorios; muebles caros, pero de mal gusto; miles de cuadros en las paredes, fotos de familia, diplomas de graduación, cuadros de santa cena, rótulos de Dios bendiga este hogar.

—Apurate mula, no te quedés parado.

La seguimos, nos metió a su cuarto, chiquito, feo, las paredes estaban tapizadas de fotos y afiches, era raro ver a Ricky Martin entre todo lo alusivo a rock pesado, trash metal, y cosas por el estilo. La cama estaba llena de peluches, en la pared de enfrente colgaba un LCD de 32”, en otro lado habían unos muebles color fucsia y un ropero de tres cuerpos, con dos espejos, que reflejaban el que sobresalía en la otra pared. Unos minutos después el muerto la estaba tocando, ella respondía, sin quitarse la ropa, se besaban, con fuerza, las lenguas de ambos se confundían, entreabrió un ojo y se despegó, mientras se reía dijo: pero si tenés la carpa levantada; hizo a un lado al muerto, me jaló del brazo y me acostó en la cama; me bajó el pantalón y me lamió con fuerza, me vine rapidito y pegué un grito, la chava se levantó y me dio una cachetada: callate baboso, mi mamá cree que estamos estudiando. El muerto contenía la carcajada, la cara me quedó caliente y roja.

—La cagaste cerote, ahora vámonos a la mierda.

Salimos de ahí, le dije al muerto que no pensaba regresar donde esa loca. Volvimos a la carnicería y al rato nos despedimos.

Fue imposible no volver a la casa de la chava, pero no le avisé al muerto. Llegué y sin tener que darle argumentos me dejó entrar y así estuvimos durante varios días, pensaba que cada vez le gustaba más. Un sábado, para mi sorpresa, la encontré acompañada de su corte, cinco mujeres que hacían lo que ella pedía. La mamá estaba en la iglesia, por lo que aprovechaban para jugar en toda la casa. Una de ellas tenía la cara llena de piercings, vestía de negro, y tenía nariz de roedor; se notaba que era la chica de turno, estaban besándose; al verme se separó y le dijo, tomándome de la cintura: te presento a mi nuevo juguetito, huele bien rico porque se echa perfume caro y talco de bebé en los huevitos; la otra respondió, dirigiéndose a mi: tenés suerte, ahora te toca a vos, sus palabras demostraban celos.

Un día de tantos me entró el sentimiento de culpa y pregunte si había vuelto a ver al muerto, a lo que respondió: no me gusta, me recuerda a mi novio, pero mejor si no le decís que seguiste viniendo a mi casa. En ese momento la rata explicó que el novio estaba en la cárcel, pero que en cualquier momento salía, suspiró profundo y agregó: cuidate, porque cuando salga, vos valiste. Fueron casi dos meses los que pasé yendo a esa casa. Le caí bien a la mamá, hasta la acompañe algunas veces a la iglesia, aunque no era por mi gusto, ella me mandaba cuando quería coger con la rata. No me importaba que fuera medio lesbia, la delicia de su boca, lo firme de sus pechos y sus piernas, me tenían atrapado, sin voluntad para decir no a lo que ella pedía; como cuando me obligaba a coger con la rata, le causaba gracia ver la cara, como de asco, que ponía la otra, yo como siempre terminaba rapidito, ella decía: sos el precoz, precocísimo, más lindo del mundo.

Sin esperármelo, una vez que llegué me dijo: lo siento chavo, se terminó la chingadera, mi novio sale mañana, te voy a coger por última vez; al terminar me ordenó que no volviera.

Una semana aguanté, no podía vivir sin verla. Ya iba cerca cuando la rata me vio y, casi gritando, dijo: ¿qué putas hacés aquí? Andate, si te miran van a matarte. Terminando de hablar estaba cuando apareció un marero: Ese es muchá, gritó y se vinieron en montón. Corrí lo más que pude, me subí a un taxi, le dije que se fuera rápido, por mula si regreso a esta colonia, dije en voz alta; si joven, es muy peligroso aquí, dijo el taxista. Después de muchas vueltas, le pedí que me llevara a mi casa, no quise entrar, mejor me fui a visitar al muerto, era mi vecino. El de nosotros era un barrio exclusivo, todas las casas eran de lujo, pero la de él, construida a fuerza de cortar carne, sobresalía por el tamaño.

—Puta vos cerote, ¿qué te habías hecho?

Le paré contando toda la historia, se mataba de la risa, cosa paradójica si se considera que su apodo es el muerto. No pareció molestarle que me hubiera estado cogiendo a la chava, a pesar que por eso lo mandó a volar, solo renegó y movió la cabeza, como desaprobando, cuando le conté que el novio había regresado; hasta percibí que se le había hecho agua la boca.

—Patojo hueco, todo por andar queriéndose meter en cosas de hombre, venite, mejor juguemos Vice City.

Tenía una pantalla nueva, LCD, como de 60”, era gigante. En esas pasamos las siguientes tres semanas, sin salir de su casa, metidos en el video juego. Me volví experto.

Aquella mañana, mientras jugábamos, empezó a hablar, tardé en ponerle atención, pues pensé que hablaba del juego.

—Llevo dos carros robados, he matado tres putas; los dealers no valen nada, pero no puedo dejarlos vivos; cinco policías no pudieron conmigo, los mareros me la pelan, puta cerota, ella y su novio, juntos, no aguantaron, hasta se puso a llorar, maricón de mierda, no pudo soportar que le rebanara los huevos.

Sin dejar de hablar, me puso en las manos un ejemplar del periódico, el más sensacionalista. En portada aparecía la foto de un hombre, era un marero, estaba desnudo y tenía los testículos metidos en la boca, varias partes de su cuerpo lucían desprendidas, tenía la boca rasgada, la cabeza daba señales de haber sido estrellada contra el pavimento. Junto a él estaba la gata, tenía la cara llena de sangre, le faltaba un ojo, los dedos se veían mutilados, estaba semidesnuda, se alcanzaban a ver las mordidas que tenía en los pechos y los cortes en los brazos, en la cabeza tenía un puñal clavado. Puta, fue lo único que dije.

—Si vos, así como te dije, hasta la cacha mano, hasta la cacha.

Chicho Palanuca

martes, 10 de marzo de 2009

Deseo

La observé, la tarde era calurosa, de inmediato sentí el deseo de estar debajo de ella, era algo inusual en mi, nada que hubiera sentido antes se parecía al cosquilleo que recorría mi cuerpo, me hacía señas desde la esquina, me llamaba, sus formas resaltaban en la lejanía, hasta percibí un susurro en medio del estruendo de la música. Ignoraba porqué algo de ese tamaño me hacía salivar.

A pesar de las gotas de sudor que rodaban por sus mejillas, el rostro de los afortunados, que habían estado debajo de ella, exhibía, entre gestos de dolor, la dicha de haber experimentado el éxtasis, prolongado y dulce.

Sacudí mi cabeza, una, dos veces. Lorena notó que mi mano, aferrada a la de ella, temblaba y sudaba; me besó en los labios, preguntó si alguna vez lo había hecho; dije no.

Nada en mi pasado explicaba aquel deseo. La imagen de mi madre, sus regaños, sus advertencias, venían a mi mente, con claridad, pero no era suficiente, algo así jamás me había sucedido.

Mientras se acercaba, Lorena apretó mi mano, su sonrisa adquiríó un brillo diferente, era la apoteosis, la cumbre, el cenit, no encontré más sinónimos, mis ojos se llenaron de lágrimas.

Cuando quedó enfrente, estuve a punto de perder la razón, quise tomar el lugar de alguno de aquellos hombres que iban debajo. Lorena fue comprensiva, soltó mi mano y me abrazó, me vio fijamente y, con la voz más dulce que haya escuchado, dijo: De haber sabido que deseabas cargar, te hubiera comprado un turno.

La procesión pasó, los devotos siguieron detrás, la música se disolvió; hice una promesa, el otro año el viernes santo será distinto, seguiré el cortejo desde el inicio y cargaré el turno de honor.

Jean Pol Lepup

viernes, 6 de marzo de 2009

martes, 3 de marzo de 2009

Salmos pajeros III

VII
Dice el necio

No hay Dios

Alabado seas

tu que pusiste en la boca de los necios

palabras de sabiduría


VIII
¿Quién morará en tu monte santo?

El que no calumnia con su lengua

Ni hace mal a su prójimo

Ni admite reproche alguno contra su vecino


Desde aquel entonces

el salmista escribía salmos pajeros


IX
De dos cosas estoy convencido

Alcé mi voz durante siglos

clamé pidiendo pequeñeces


No desaparecer de tu vista

que mis actos fueran observados


Ahora lo sé

Siempre has estado ciego y sordo (tu que inspiras a Shakira)

O no existes


X
Te oirá en el día del conflicto

estará atento

volverá sus ojos hacia ti

lo ha jurado

Uno en tus carros

otro en tus caballos

Hará memoria de tus ofrendas

y pedirá más

Jonás Ungido