martes, 22 de diciembre de 2009

Milagro de navidad

Era víspera de Navidad y le quedaban en la cartera cincuenta quetzales, con eso a duras penas podría comer, ni pensar en comprar ropa y juguetes para los niños.

Imaginó la casa sin decoraciones, la esposa desencajada, la mesa con un par de tamales enviados por la madre de ella, repartidos en cuatro platos; hasta pudo escuchar la frase que siempre repetía: para que te casaste con ese bruto.

Caminaba por un callejón angosto, todos los comercios estaban cerrados, menos uno. Sintió curiosidad, entró deslizándose por debajo de una persiana de metal a medio cerrar, aquello era una venta de paca, no como la Mega Paca, aquí todas las cosas estaban en el suelo, aunque al fondo tenían un par de anaqueles en donde exhibían algunos juguetes.

Se puso a registrar. Encontró un traje negro, completo; una camisa de seda y una corbata. Sabía que aquella ropa, aunque usada, era fina; de las marcas que él solía vestir antes de la crisis; antes que su cartera de clientes quedara a cero. Pensar que dos años atrás todo era diferente, incluso compraba fuegos pirotécnicos, el paquete de lujo; y la fiesta de fin de año siempre en hotel de cinco estrellas, a la orilla de la playa. Ya el año anterior la cosa había sido diferente, pocos regalos, sin pavo, sin viaje. Este año no quedaba nada, los intereses de las tarjetas se lo habían comido, literalmente.

Siguió registrando, sin ganas de regresar a su casa; por algún lado apareció un robot transformer, el mismo que su hijo deseaba tanto, no tenía empaque, pero estaba en perfecto estado. Levantó una bata vieja, frente a su cara apareció una pijama violeta, de mujer, nueva, todavía con etiquetas, de la talla de su esposa. Que suerte, ahora solo necesito un oso de peluche, dijo en voz baja. Volteó la cabeza, al fondo pudo ver un oso de peluche blanco y esponjoso.

Se sintió como niño en mañana de navidad, imaginó que los cincuenta quetzales no le alcanzarían, pero se armó de valor, preguntó y casi llora cuando el vendedor le dijo: mire, ya quiero cerrar , le dejo todo eso que encontró por treinta quetzales, pero váyase ya.

Pidió unos minutos más. Entró al vestidor, se puso el pantalón, se abrochó la camisa, se colocó la corbata, aquella ropa estaba hecha a su medida; se vio como en sus mejores tiempos; se peinó, guardó los jeans gastados en una bolsa. Cuando salió, el dependiente lo miró y se quedó perplejo, de inmediato lo acosó el espíritu navideño: allá en la esquina hay unos zapatos negros, son talla 42, se los regalo, no se puede poner ese traje con tenis, le dijo, al tiempo que agarraba un abrigo de hombre, largo, negro, con cuello de gamuza, y agregó: no le queda a nadie por aquí, usted es alto y allá afuera hace frío, lléveselo. Parecía un aristócrata inglés saliendo del teatro.

Caminó con confianza, estaba feliz, en una bolsa llevaba la ropa vieja y en otra los regalos.

Encontró abierta una tienda de barrio, una mujer muy amable le empacó todo con cariño. Siguió caminando, unas diez cuadras lo separaban de su casa.

Como había frío, acomodó los paquetes en una mano y la otra la metió en la bolsa del abrigo; se encontró con un papel arrugado, lo sacó, al verlo sus ojos no daban crédito, era un billete de cien dólares.

Emocionado le hizo alto a un taxi, aunque faltaba poco quiso apresurarse. Imaginó la cara de sus hijos y su esposa, sería una navidad perfecta; además, con los cien dólares saldrían a comer y a divertirse, como en los buenos tiempos.

Un par de cuadras adelante el taxista paró el carro, sacó una pistola:

Dame las tarjetas y el celular.

No tengo.

La respuesta enfureció al atacante. Un hilo de sangre corrió por su rostro, luego de sentir el golpe de la cacha de la pistola. Sin darse cuenta, tres hombres más habían aparecido; lo sacaron del auto, lo registraron, le quitaron la cartera y el billete de cien dólares; al no encontrar más lo golpearon. Fueron unos cinco minutos de absorber los golpes de seis piernas que lo impactaban en forma alterna; no le dispararon, pero quedó inconsciente, tirado en la cuneta.

Despertó cuando llegó la madrugada, una mujer que pasaba se le quedó viendo, y lo reprendió: bueno está, por borracho te pegaron, pero es navidad, tené estos dos quetzales para tu camioneta, le dijo y siguió caminando. Los regalos habían quedado en el taxi; agradeció estar vivo y maldijo a la paca. Tenía el abrigo lleno de lodo, la camisa manchada de sangre y le faltaba un zapato; la peatones lo confundían con un mendigo y se alejaban, nadie más le habló.

Llegó a su casa, la esposa salió a recibirlo, lo miró de pies a cabeza, de inmediato se puso a llorar, y a gritarle: ni siquiera pensaste en nosotros, te compraste ropa lujosa y zapatos nuevos, hasta un abrigo, y jurás que no tenés dinero, seguro te emborrachaste con tus amigos en saber qué fiesta, ni me contés nada, los niños ya se fueron con mi mamá, solo te esperé porque todavía confiaba en vos, me voy, pero cuando regrese no quiero que estés aquí, ya no te soporto.

Entró a la casa, se quitó el abrigo y el traje, por costumbre revisó los bolsillos, ella siempre le reñía por dejar cosas adentro. Casi metido en el forro del saco encontró un anillo de compromiso, tenía un diamante enorme, incrustado en oro en oro blanco.

Acarició al gato, mientras pensaba que, de seguro, algún hombre se había salvado de un matrimonio. Examinó el anillo con habilidad de conocedor, agradeció estar vivo y bendijo a la paca. Sería suficiente para empezar de nuevo, en algún lugar lejano; solo, por supuesto.

Ebenicer Escrush

PD. Maestros y maestras que visitan esta casa de paja, con este cuentín les deseo feliz navidá y que el año 2010 sea de éxitos. Por ahora tomaré un descanso, nos leemos en enero.

Salú pue.

martes, 15 de diciembre de 2009

Fiel creyente

Cumplía con el evangelio y sus preceptos, vivía para la Iglesia, compraba todos los años el mismo turno para la procesión de viernes santo, había viajado a El Vaticano, Lourdes, Guadalupe y todos los años visitaba Esquipulas; lucía el cromo de la virgen en el carro, portaba un crucifijo en el cuello y, sobre todo, jamás discutía ni argumentaba sobre lo que no entendía; su cristiandad era perfecta.

Tenía una debilidad, su nieto, un niño hermoso, de ojos enormes, pestañas volteadas y sonrisa pegajosa. Lo amaba más que a sus hijas, era su vida entera.

El niño creció, fue educado según el evangelio, recibiendo el catecismo a su debido tiempo y cumpliendo con los sacramentos de la Iglesia; incluso el cura lo eligió para acólito. Con orgullo, todos los domingos, se sentaba en primera fila, para observarlo mover el incensario; disfrutaba verlo con la ropa roja y la campana, su nieto estaba cada vez más cerca de Dios.

Pasada la adolescencia, poco después de cumplir 18 años, el nieto se volvió distante, cambió su actitud, al grado de ponerse violento.

La situación se tornó insoportable, no aguantaba más, era incocebible que su criatura angelical, por quien daba la vida, se hubiera revelado. Decidió pedirle ayuda al cura.

Llegó temprano y se dirigió a la sacristía, empujó la puerta, sin previo aviso, justo en el momento que el cura se subía los calzoncillos y su nieto se incorporaba, todavía sin ropa. No supo que decir, dio la vuelta y se fue rumiando su impotencia.

Fue ahí que comprendió el por qué de la actitud del nieto. Así es la vida, no se puede competir con la juventud, pensó. Con voz entrecortada dijo: que sea feliz, aunque nunca podré perdonarlo, él era el amor de mi vida, le pagaré con la misma moneda, deben existir muchas iglesias con párrocos jóvenes.

Jean Pol Le Pup

viernes, 11 de diciembre de 2009

Frases pajeras

Bill, es necesario que arregles las ventanas de nuestro dormitorio.
Melinda Gates

¿Cómo un hombre que se apellida Puertas pudo haber creado un programa llamado Ventanas?
Steve Jobs

Por cada puerta que se cierre una ventana se abrirá.
Bill Gates

Por cada ventana que se abra un pirata nacerá.
Jack Sparrow

Es mejor dar que recibir.
Mike Tyson

Es mejor recibir que dar.
Don King

No olviden que la paz se consigue al final de la guerra.
B. Obama

jueves, 3 de diciembre de 2009

De la serie diálogos incongruentes X

—¿Quién llamará a esta hora? Aló.

—¿Con Fulano De Tal?

—No señor, ¿qué necesita?

—Yo sé que usted es Fulano De Tal.

—Ya le dije que no, pero ¿qué necesita?

—No cuelgue, después le digo. Su mamá se llama Fulana De Tal.

—No señor, está equivocado, voy a colgar.

—Espere, ¿su papá se llama Mengano?

—La verdad que no, usted debe estar buscando a otra persona.

—Tiene dos hijos, Fulinito y Menganito, y vive en la zona 7.

—No pega una ¿verdad usted? Nada que ver.

—¡Alaputa! Y no me diga que su esposa tampoco se llama Perenceja.

—Pendeja si es, pero no se llama así, además es ex esposa.

—No me chingue, ¿y qué número marqué pues?

—Uno que no es el de la persona que busca.

—De plano me dieron el número equivocado.

—Es lo que le estoy diciendo.

—Mire, ¿de casualidad usted no conocerá a Fulano De Tal?

—Fíjese que no.

—Bueno, ya no lo molesto más, tengo que colgar, porque me quedan muchas llamadas por hacer, ya vio que uno trabaja sobre metas y objetivos.

—¿Para qué necesitaba al señor Fulano De Tal pues?

—Ah, es que quería extorsionarlo, sus datos me los dieron en el banco, la compañera que está comisionada en la ventanilla, pero ya vio que la gente no hace bien su trabajo, ahora tendré que conseguir otro prospecto, pues la cuota hay que llenarla.

—Yo si no estoy interesado, quizá en otra oportunidad; además no tengo dinero, entonces sería mal negocio.

—Está bien pues, gracias por su tiempo, espero que su situación mejore, de esa forma podría ampliar mi cartera. Que tenga buen día.

Héctor Sionador

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Empezar de nuevo

En su ritual diario, de despertar y prepararse para ir a la oficina, lo último que hacía era ponerse el cinturón. Se lo amarró y no pudo evitar la sonrisa agridulce, al tiempo que se decía: así es, literalmente, ahora debo amarrármelo.

La mañana estaba brillante. No acostumbraba ver entrar el sol por la ventana en día hábil. Fueron tantos los años de salir por la madrugada. Eran las nueve y aún no desayunaba. Había pasado casi un mes y todavía se sentía raro.

Escuchó ruido de llaves agitándose, supo que ella regresaba del gimnasio. No quería que su presencia en la casa alterara su ritmo de vida; por lo que no le importaba que saliera temprano. Como ahora tenía tiempo, se levantaba tarde y la esperaba para desayunar. En el ínterin tomaba café, leía los periódicos; encendía el computador de última generación que tenía en el estudio, aunque no le daba mucho uso, lo actualizaba cada año.

La costumbre hacía que tratara de entrar a la página de la compañía. Cuando la fusión se concretó él se quedó sin empleo y, por supuesto, sus accesos fueron removidos. Se vio obligado a crear un correo de uso gratuito, en el que no recibía mensajes, pues toda su comunicación se concretaba a asuntos de trabajo.

Ella no lo apresuraba, y se esmeraba en atenderlo. Lo primero que hacía al regresar del gimnasio era subir el desayuno, que juntos tomaban en la terraza. Conversaban un rato. Sin darse cuenta estaban volviendo a conocerse, luego de veinte años de matrimonio.

Se dio cuenta que las cosas cambiaban cuando el Iphone le recordó que debía renovar su pasaporte, vio el mensaje de alerta y se dijo, ¿para qué?. Hasta hace poco se pasaba dos semanas al mes en algún lugar del planeta, en hoteles de cinco estrellas, ahora ni siquiera estaba seguro de querer volver a subir a un avión.

Sus sentimientos empezaban a encontrarse. Pensaba que era muy joven para jubilarse, pero también empezaba a sentirse a gusto en casa.

Sentado, en el estudio, esperando a que ella regresara, abrió la gaveta del escritorio, sacó la carpeta en la que tenía los proyectos que pondría en práctica cuando llegara el momento del retiro, vio que algunos tenían posibilidades de convertirse en buen negocio.

La esposa le decía que no se preocupara, que el dinero acumulado era suficiente, que no tenían obligaciones: no hipotecas, no tarjetas de crédito, la universidad de los hijos pre-pagada, autos de modelo reciente; las inversiones pagaban bien; en fin, la vida resuelta antes de los cincuenta años, producto de la disciplina y haber sabido aprovechar el empleo que tuvo en la transnacional. El cheque mensual era una necesidad psicológica. Ella ganaba lo suficiente para los gastos de la casa, él recibía puntualmente el rendimiento del capital invertido, pero se sentía inútil.

Pasados unos meses se dio cuenta que la ausencia de la esposa le provocaba mayor ansiedad, que deseaba que dieran las diez de la mañana, para desayunar con ella. Entonces cayó en la cuenta que se estaba enamorando de la mujer con quien vivía. Quizá era tiempo de pensar en el retiro.

Esteban Withoutjobs

miércoles, 18 de noviembre de 2009

La cama de oro

Todos éramos exagerados y alardeábamos de cosas que había en nuestras casas y no en las demás. Con el tiempo a cada uno le llegó el turno de ser descubierto.

La presencia de mi abuelo, un coronel con pinta de energúmeno, quien peleaba con los testigos de Jehová y apedreaba los techos de las iglesias evangélicas, un día hasta echó a una monja de la casa, incluso cuando reía parecía enojado; infundía miedo, pero evitaba que los cuates quisieran visitarme, por lo que mi cama de oro seguía siendo fuente de placer en las pláticas del recreo y ayudaba a que fuera el más popular.

El abuelo decidió hacer un viaje de dos semanas. A la salida de la misa del domingo Luis se acercó a mi madre y le dijo: Doña Ceci, ¿podemos llegar a jugar con Pedro?

Mi madre cargaba con la culpa de no poder darme casa propia, por eso vivíamos con los abuelos, así que no lo pensó mucho y dijo: está bien, total ahora no está mi papá.

El día pactado fue el miércoles, entonces llegarían a la casa y tendría que mostrarles la cama de oro, mi vida iba a derrumbarse.

Luis le contó a Javier, José y Paco y el lunes, a la hora del recreo, los cuatro me rodearon: vos, ¿es verdad que podemos llegar a tu casa?, ¿nos vamos a subir a la cama de oro?, preguntaron entusiasmados y pidieron que les contara, otra vez, de cómo el rey de Tombuctú le regaló una pequeña cama de oro a mi abuelo, que él me heredó por ser el menor de la familia. Era una cama de harem, con cojines de plumas y brocados.

Intenté distraerlos con las otras maravillas de la casa: Ruperto, el loro que decía palabrotas; la Nin, quien cocinaba el mejor arroz con leche del mundo; la planta de bayas de dulcificum, que cambian el sabor de las cosas (pero no era su temporada), y otras cosas fantásticas; pero nada, todos querían ver la cama de oro.

El martes me sentía en capilla ardiente: mañana temprano llegamos vos, dijo Luis, y se despidió, dándome un abrazo, los demás lo siguieron.

Llegué a la casa arrastrando los pies, estaba desanimado, no hice tareas, no miré televisión y me fui a la cama sin cenar.

A media noche me despertó un ruido, eran pasos en el primer nivel. Como pude desperté a los demás y bajamos corriendo. Todavía vimos a un grupo de hombres que cargaban con varias cosas y otros que estaban descolgando unos cuadros de la pared. Mi madre disparó al aire, por lo que salieron huyendo, dejando algunas cosas tiradas.

En la mañana llegaron los cuates, de inmediato fingí tristeza, les conté la historia y les dije que se cancelaba la visita. Me rodearon y en coro preguntaron: vos, ¿se llevaron la cama de oro?, puse cara de circunstancia y asentí, ellos pusieron cara de funeral.

El abuelo regresó por la tarde, fue llamado de emergencia; revisó toda la casa, hizo una lista de faltantes, que luego llevó a la policía. Se sorprendió cuando le dijeron que habían capturado una banda de saqueadores de casas, que tenían una bodega y que fuera a buscar sus cosas.

La noticia corrió por todo el pueblo, otras víctimas también llegaron a buscar. Se armó tremendo alboroto, todos curioseando, mis amigos estaban en primera fila.

Con algo de ayuda, el abuelo fue llevando a su vehículo las cosas robadas: tapices, cuadros, fotos, joyas, aparatos eléctricos. Luis, Javier, José y Paco movían la cabeza de lado a lado, esperando que apareciera la cama de oro.

Después de un buen rato el abuelo se dio por satisfecho, cerró la puerta trasera del camión, se subió y lo arrancó, a punto de partir estaba cuando Luis gritó: señor, señor, falta la cama de oro. Todos soltaron tremenda carcajada, pero entre el murmullo se escuchó la voz del abuelo, quien gritó: la cama de oro se la dejamos a los presos, para que duerman bien.

En ese momento pensé que era una ventaja que tuviéramos 9 años, pues los cuates no entendieron la ironía. Al rato andaban planeando como hacerse meter en la cárcel, para poder dormir en la cama de oro.

Pepito el de los cuentos

martes, 10 de noviembre de 2009

Desaparición y búsqueda de una engrapadora

Llegué a la oficina a las 07:00, como de costumbre, antes que todos. No es que sea obsesivo, pero me gusta ser el primero en entrar. Pongo el café con la mezcla que me gusta, organizo mi escritorio, enciendo la computadora, me como mis panitos, que paso comprando donde doña Juanita; leo el periódico, le saco punta a tres lápices que utilizo en el transcurso de la jornada, no me gustan los portaminas. Los demás implementos (sellos, saca-grapas, dispensador de tape, perforador, porta-clips y la engrapadora), los dejó acomodados desde el día anterior.

Los minutos previos a que lleguen los compañeros son útiles para revisar correo personal, navegar en Internet, acomodarme, ir al baño; cositas así.

A las 08:00 llegó Anabella, su fragancia es inconfundible, no digo que sea agradable, simplemente inconfundible. Para esa hora había terminado mis rituales y había impreso un reporte que tenía que entregar en el transcurso del día. Me disponía a engraparlo cuando Anabella se acercó, me dio un beso en la mejilla: hola, te traje pastelito, para tu cafecito, dijo, al tiempo que depositaba una cajita sobre mi mesa.

La presencia de Anabella fue perturbadora, su escote dejaba ver el color de la ropa interior, de encaje rojo, bajo la blusa negra. Fue perturbadora, pero no lo suficiente para ignorar que mi mano había chocado contra el vacío; la alargué, sin ver, mientras recibía el beso, de inmediato me di cuenta que la engrapadora no estaba.

Uno tras otro llegaron los demás, en un lapso de media hora, tiempo en el que estuve tratando de dilucidar qué había pasado con la engrapadora.

Después de unos minutos se acercó Adriana, quería que le prestara un sello. La miré con desconfianza, a partir de ese momento todos eran sospechosos, alguien tenía que haber tomado la engrapadora. Le hice un breve interrogatorio del que salió airosa, selló su hoja y se retiró, yo aproveché para verle el trasero, es innegable que lo tiene bueno.

El siguiente paso fue hacer una lista mental. El primero que vino a mi mente fue Luis. Usualmente él hace ese tipo de bromas, aunque sus víctimas siempre son las chicas, de esa forma logra acercarse a ellas; quizá cambió su modus operandi o sus gustos, nunca se sabe, pensé. Me levanté despacio, para no generar sospechas, agarré mi vaso y fui en dirección del dispensador de agua, de esa forma podría pasar al lado de Luis. Caminé lentamente, examiné todo su escritorio, hasta me detuve a saludarlo, pero no había señales de la engrapadora.

De regreso a mi escritorio pasé por el de Anabella, mi intención era ver su escote, en esas estaba cuando me di cuenta que en una esquina tenía dos engrapadoras. Fui directo a examinarlas, no era ninguna de las dos. De todas formas le pregunté si había tomado la mía, a lo que respondió negando con la cabeza. Lorena escuchó y me ofreció la suya, no acepté pues quería encontrarla.

Llegada la hora del almuerzo decidí aprovechar la ausencia de la mayoría para revisar más despacio. La búsqueda fue infructuosa. La engrapadora se había desvanecido.

Desconsolado me dirigí a mi lugar, luego del almuerzo las horas se van volando, pues todos empiezan a prepararse para salir a las 16:00. Se me terminaba el tiempo y los sospechosos.

A las 15:00 decidí interrogar a todos al mismo tiempo. Me levanté y grité: ya muchá, dejen de chingar, devuélvanme la engrapadora, que necesito entregar este reporte. Lorena me ofreció la suya, de nuevo, tuve que aceptarla, engrapé los documentos y se la devolví ahí mismo.

Eran las 15:50 cuando decidí que no tenía sentido seguir buscando. Puse mis cosas en su lugar, apagué la computadora. Todos empezaron a retirarse, las chicas se despidieron de beso, en un instante la oficina quedó vacía, yo todavía me detuve unos minutos para echar el último vistazo. La engrapadora no apareció.

Salí pensando en que tenía que pasar a comprar una nueva engrapadora. Me despedí del guardia, él alzó la mano y dijo: mire Manuelito, no debería poner la engrapadora arriba de su cubículo, puede caerle en la cabeza, ahí estaba anoche que llegué a apagar las luces, no la quise mover, ya sabe como se pone la gente cuando uno toca sus cosas.

Regresé a cerciorarme, en efecto, la engrapadora estaba en lo alto del cubículo. La dejé ahí, no quise perder más tiempo. Ahora me atormentaba descubrir cómo fue que llegó a tal lugar, pero ese era un misterio que resolvería mañana.

Hércules Poroto

jueves, 5 de noviembre de 2009

Aforismos pajeros

  • He decidido convertirme en apóstol de la tolerancia. Hoy, por ejemplo, amanecí pensando que los escritores posmodernos y los artistas conceptuales merecen una oportunidad; no nos decepcionen, el fútbol de este país los necesita.

  • La buena literatura y la buena comida se parecen, siempre hay algún escritor o cocinero desconocido que lo hace mejor que los famosos.

  • El orden de los factores si altera el producto, he aquí una prueba: No es lo mismo: Lobo estepario que este lobo parió.

  • Abogo porque a Vargas Llosa le den un premio Planeta, que se conforme con eso; pues a despecho de lo que muchos piensan, hay cosas que los miembros de la academia sueca tienen claro (no me hagan quedar mal).

  • No hay nada de malo en que los presidentes tengan derecho a correr por la reelección; quizá el problema sea que la gente no ha entendido que no es obligación votar por ellos.

  • La diferencia entre el jugador de fútbol y el escritor estriba en que el primero puede salvar un partido en el último minuto, pero el segundo difícilmente podrá salvar un libro en la última página.

Johan Bush Walls

lunes, 26 de octubre de 2009

Ciudadano ejemplar

Es el hombre más tierno del mundo, además es trabajador, honrado, mis padres lo adoran, es tan lindo, nos vamos a casar. Eran las palabras que ella pronunciaba cada vez que le preguntaban por su novio.

Él era un tipo tranquilo, disciplinado y que sabía tratar a las mujeres, por eso muchas lloraron cuando se comprometió.

Su infancia fue la de un niño normal, pero algo le sucedió cuando, a los catorce años, cayó en sus manos el libro Masacres de la Selva; no pudo soltarlo hasta leer la última página. Sin darse cuenta su boca produjo más saliva de lo normal, se le escurrió por la comisura y le cayó hasta la camisa; fue al baño a limpiarse, ahí se dio cuenta que los ojos se le habían puesto rojos y que temblaba de emoción.

Desde ese día jamás lo abandonó el deseo de probar sangre, comer carne cruda, de experimentar la sensación de algún cuerpo dejando de palpitar bajo sus manos.

Luego de terminar el bachillerato, a los quince años, decidió ingresar a la escuela militar. Ahí su máxima aspiración era pasar el curso de Kaibil. Supo esperar, con paciencia.

Finalmente llegó el día, el viaje a la selva fue como estar de vacaciones. En el curso lo obligaron a cazar, él lo hizo sin armas, sólo con sus manos, atrapó jabalíes, venados; les cortaba la yugular con los dientes, se sentía como nunca. Le arrancó la piel a uno de los animales, lo cortó en pedazos y saboreó la carne cruda; exprimió la sangre y la untó en su cuerpo; sintió que estaba llenándose de vida.

Ganó el curso con honores, ahora sólo le quedaba entrar en combate, pero la guerra había terminado; entonces lo angustiaba saber que nunca lo haría.

Lo mandaron a su casa, diciéndole que esperara, que pronto lo asignarían a un cuartel. En su casa hicieron fiesta, lo recibieron con inmensa alegría. Él aprovechó para anunciar que pronto se casaría.

No pasó una semana cuando lo llamaron, le dieron una lista y la ubicación de varias personas, le indicaron que no querían volver a saber de ellas. De nuevo sintió que la saliva se le escurría por la comisura.

Cumplió la misión sin contratiempos, por lo que le dieron otra, y otra, se dio gusto matando gente; cada vez con mayor brutalidad.

Los crímenes llegaron a la prensa amarillista, que publicaba las fotografías de las víctimas, sin ningún pudor, mostrando los escenarios, los charcos de sangre, los cuerpos apuñalados.

Los jefes pensaron que era suficiente, no había por qué arriesgar; es cierto, era eficiente, pero era mejor un balazo certero que una masacre, tenían que ser más discretos.

Aquella mañana él se dirigió a recibir instrucciones, pero su vehículo fue interceptado por dos sicarios en moto, quienes descargaron la tolva de sendas AK-47. No le dio tiempo a escapar, menos a responder el ataque, igual nunca iba armado.

Sus padres y la novia no dejan de llorarlo, entre sollozos repiten: era una persona ejemplar, no le hacía daño a nadie, maldito país violento, todos estamos expuestos.

Chicho Palanuca

jueves, 15 de octubre de 2009

Hágase la oscuridad

Emulando a Dios, pero en sentido contrario, un alto funcionario de la antigua Enron, quien ahora trabaja para Unión FENOSA, gritó: que se vaya la luz, y oprimió un botón que dejó al país a merced de la noche durante dos horas.

Surgió el caos vial; los criminales descansaron porque no les gusta trabajar a oscuras, es peligroso; trescientos mil hombres, dirigidos por un español mesiánico, quien dos días después fue vapuleado por sus airosas bases sociales, se levantaron en armas, pero se acostaron cuando se hizo la luz.

La versión oficial dice que la causa fue un rayo serpenteante, tormentoso, terrorista, ingrato, y otros adjetivos más; luego dijeron que era necesario incrementar la tarifa para asegurar la continuidad del fluido eléctrico.

Los empresarios alegaron que habían tenido pérdidas millonarias. Los habitantes del país, en la oscuridad, se fueron a la cama; nueve meses después nacerán un millón de futuros consumidores de electricidad, quienes fueron engendrados en las tinieblas.

Luz Clarita

lunes, 12 de octubre de 2009

Tres micro-relatos

Deseo cumplido

El hada azul se las ingenió para esconderse de Pinocho. Veinticinco años después ella misma fue a su encuentro y le dijo:

—Ven Pinocho, te haré un hombre de verdad.



Cada oveja...

Cada día desaparecía una oveja del rebaño, el pastor no lograba entender la causa.

Nunca se le ocurrió relacionarlo con los reclamos que su esposa le hacía después de hacer el amor.

Cuando ella lo abandonó su único consuelo fueron las ovejas.



Una imagen...

Espejito, espejito; dime, ¿quién es el más malvado? El espejo se quedaba callado y devolvía la imagen de un tipo bonachón.

Hermanos Gris

A veces me da por hacerme el gracioso en el blog del maestro Dublín, escribiendo un texto a partir de alguno de sus cuentitos. El segundo y el tercero son ejemplos.

lunes, 5 de octubre de 2009

Lilith

El único embarazo de mi madre duró doce meses, los médicos llamaron a aquel fenómeno súper-fecundación y no explicaron más. Primero nació mi hermana, justo a los nueve meses, de parto normal, el abuelo la nombró Lilith. Era una niña fuerte y hermosa, pesó nueve libras. El asombro fue cuando notaron que el vientre de mi madre seguía creciendo, un ultrasonido reveló que adentro había otro bebé; por eso fue necesario hacerle una especie de operación cesárea justo a la altura de las costillas, porque ahí me había alojado yo.


Gracias a los avances de la medicina nací tres meses más tarde, pesé sólo cinco libras, pero estaba saludable, me nombraron Eva, como mi abuela paterna.


Toda mi vida ocurrió a la sombra de Lilith, aunque siempre fuimos diferentes. Era testaruda, hacía lo que quería; para ella nada era imposible. Montaba moto, navegaba a vela; quería pilotear aviones y como no la dejaron se lanzaba en parapente desde el filón de Amatitlán. Yo era incapaz de siquiera pensar en hacer cosas semejantes; obedecía en todo, no levantaba la voz, aprendí a cocinar; si mi padre pedía algo, mi hermana se apresuraba a gritarle:

servítelo vos, ¿no tenés pies pues? Jamás sirvió a nadie y hacía que los demás le sirvieran.


Sin importar las diferencias, todo mundo nos consideraba gemelas no idénticas; por eso nos celebraban el cumpleaños el mismo día. En nuestra fiesta de quince años bailó con todo los invitados y como nadie le aguantaba el ritmo llegó a quedarse sola en la pista. A media noche, estando borracha, casi se quita la ropa, pero la detuvieron a tiempo. Vestía traje negro, con vuelos rojos; usaba pulseras de púas y maquillaje gótico. Yo me sentía mortificada, mi traje y mi peinado eran iguales a los de la princesa Bella, de la película de Disney; hasta hice una coreografía con mis amigas y sus parejas; Lilith se carcajeaba.


Fue en la fiesta que conocimos a Adán, era tan guapo como Brad Pitt, bailó conmigo la coreografía, luego se quedó mientras la musica de Lilith sonaba; ella no tardó en sacarlo a bailar, al rato ambos habían desaparecido. La fiesta terminó, mi hermana regresó horas después, se miraba feliz, radiante; mientras yo sumergía mi cabeza en la almohada y lloraba.


Adán vivía cerca de nuestra casa, por lo que Lilith se escapaba por la ventana, todos los días después de la media noche y regresaba como a las cinco de la mañana. Nunca se le veía cansada, en cambio Adán parecía deshacerse.


El día después de la graduación, un Adán enamorado esperaba a Lilith al pie del altar. Mis padres, quienes pensaron que ella nunca sentaría cabeza, hicieron la boda más bella que se puede imaginar. Al lado de una fuente se juraron amor eterno; Lilith hasta se puso vestido blanco y velo, todos brindaron por la pareja.


Había pasado una semana cuando vinieron los primeros problemas. Lilith tenía varios amantes y pretendía seguir con ellos; además, no sabía cocinar, no le gustaba servir; sólo quería divertirse, salir a la calle con sus amigos y amigas. Lo peor fue cuando intentó sodomizar a Adán con un vibrador.


Un día ya no regresó a la casa. Adán vino a ver a mi padre, se notaba desconsolado; parecía increíble pero la amaba y no quería perderla. Contrataron un detective, la localizaron y la hicieron regresar. Mi padre le dijo que tratara de portarse bien, que tenía que servir a su marido, que le obedeciera, que usara ropas lindas y no esos trajes góticos; que se quitara el arete de la lengua, que no fuera agresiva sexualmente. Lilith se rió y le dijo: no padre, así no juego yo, si es tan maricón que se vaya con Eva, ella es como él quiere.


Yo me sonrojé y al mismo tiempo me llené de felicidad. Ellos se divorciaron y Adán se casó conmigo. No hubo fiesta; eso sí, mi padre nos recibió en la casa, nos dio las mejores habitaciones, nos mantenía; entonces no había necesidad de trabajar, por lo que nos dedicábamos exclusivamente a amarnos, vivíamos en el paraíso.


Así fue durante diez años, hasta que empezaron los problemas, creo que mi padre se aburrió de nosotros. Adán era muy aficionado a comer manzanas, por lo que yo siempre las mantenía en abundancia y se las preparaba de distintas formas. Una tarde mi padre regresó con cara de pocos amigos y en cuanto entró dijo: estoy harto de ese olor a manzana, váyanse de mi casa, no los quiero aquí. Estaba como loco, llamó a la policía y nos echó, sin dar explicaciones.


No hubo más remedio que irnos. Adán tuvo que buscar trabajo, yo resulté embarazada y nuestro hijo nació en la pobreza, al poco tiempo nació el segundo.


Para colmo de males, Lilith regresó y fue recibida en casa de mi padre. Cuando se enteró de mis hijos los quiso conocer; de inmediato se entusiasmo con el mayor. Lo sacaba a pasear, lo cargaba, lo acariciaba, le compraba juguetes, hasta llegó a decirme: regalámelo, total tenés otro.


El caso es que cuando ella se fue mi padre la maldijo, por lo que su vientre se secó y no podía tener hijos.


Insistió varias veces, pidiendo que se lo diera; yo no estaba dispuesta a dárselo; así que un día se lo llevó.


Desde ese día la tragedia se estableció en nuestra casa. Todo fue de mal en peor. A mi dolor de madre se sumó el mal trato que recibía de Adán. Nunca volví a saber de Lilith y mi hijo; jamás pude explicarle a Abel, que así se llamaba el menor, qué había pasado con su hermano.


Adán se volvió mujeriego y borracho. Abel creció y decidió salir a buscar a su hermano. Tampoco volví a saber de él. La gente dice que llegaron a encontrarse, que los vieron juntos, caminando hacia el campo, que tenían cara de felicidad.


Ahora estoy vieja, sola, Adán ya no viene a la casa. A pesar de las pérdidas, quizá he recuperado el paraíso.


Evita Peroles

martes, 29 de septiembre de 2009

Salmos pajeros V

XIV
Decía el salmista

De Jehová es la tierra y su plenitud

Decía Neruda

y Jehová repartió el mundo a

Coca-Cola Inc., Anaconda,

Ford Motors, y otras entidades...


Las cosas no duran para siempre

Hoy día los dueños del petróleo

incluido Hugo Chávez

han alzado sus puertas

cerrándolas con llave

ni Yahvé, fuerte y valiente, poderoso en batalla

puede con ellos.

¿Es ese, acaso, el rey de gloria?

¿Jehová de los ejercitos?

quizá deba surtir su arsenal


XV
A ti levantaré mi alma

veintiún gramos dicen que pesa

bueno y recto eres (tú que guías la mano del proctólogo)

que nadie haga memoria de los pecados de mi juventud

herédame la tierra (aunque sea una maceta)

te doy la oportunidad

en mis horas de flaqueza a ti clamo

delirando estoy

la culpa la tiene ella

no hay casaca que mate al dinero

no lo hagas por mí

mírala

tiene cuerpo de pecado y cara angelical

que su descendencia herede la tierra

En ti confío

no me avergüences


XVI
Mi único pecado ha sido quererla

Lo sé

suena a canción

He compartido con todos

pero no me he contaminado

me lavo las manos y uso mascarilla (no siempre, pero trato)

Contaré tus maravillas (soy capaz de mentir)

la habitación de tu casa he amado

ahora quiero amarla (a ella) en su habitación

Ten misecordia

he tenido rectitud (erección es la palabra, pero no quiero ser escatológico)

Júzgame

condéname a quererla (dale con el tonito de canción)

Jonás Ungido

lunes, 21 de septiembre de 2009

Seguir o no seguir

Salió de su casa en Ciudad San Cristóbal a las 6 de la mañana y, como todos los días, buscó la Calzada Roosevelt. Ni siquiera logró llegar a la carretera Panamericana, el boulevard era un enorme estacionamiento, por la radio se enteró que habían matado a alguien al salir de la colonia Miraflores, buscando la Roosevelt.

¡Que mala suerte! Con razón no avanza la fila, pensó. Decidió dar vuelta en U y salir a la Aguilar Batres: otro atolladero, y ya eran las 7 menos cuarto.

La radio informó que dos motoristas, uno en cada moto, respetuosos de la ley, habían matado a alguien, a la altura del Trébol. Por eso el tráfico no avanzaba. Parecía que todo se confabulaba para que no pudiera llegar a la oficina. Viéndolo bien, quizá es mi día de suerte, será mejor que regrese a casa, tengo la excusa perfecta, se dijo.

Llamó a un compañero de trabajo que vive en Villanueva y siempre utiliza la Aguilar Batres. No seás lento mano, salite en la 13 calle y seguí la corriente hasta que te saque a los museos, por el boulevard Liberación llegás a la Hincapié y estás hecho, fue la respuesta que recibió.

En la primera oportunidad cruzó a la derecha y llegó a la 13 calle, estaba cargada pero fluía. Antes de cruzar en la Atanasio Tzul decidió llamar a su compañero para darle las gracias por el consejo, iba despacio pero estaba seguro que podría llegar a la oficina, todavía en tiempo.

Un motorista tocó la ventana del carro, con fuerza, pensó que llevaba una llanta pinchada, o algo por el estilo, y bajó el vidrio. El tipo gritó algo que no tuvo tiempo de entender. Ahora él es la causa del congestionamiento en la 13 calle.

Elders Tino

lunes, 14 de septiembre de 2009

Zurdo

Se levanto con los dos pies, para empatar el día. Ya no quería levantase con el pie izquierdo, que tan mala suerte le había traído. Todo lo que había emprendido desde la parte siniestra del cuerpo se había torcido.

De niño soñaba con ser guitarrista de concierto, pero nació hábil de la mano izquierda (algo rarísimo si se considera que, en cinco generaciones, todos en su familia habían sido diestros, de hecho en el pueblo en donde nació y creció él era el único), por lo que conseguir una guitarra que le sirviera fue imposible. Para adquirirla tenía que pagar una suma estratosférica o cambiar el sentido de las cuerdas, algo así como querer cambiar su propio destino.

Para paliar su desencanto decidió jugar fútbol sala, de esa forma podía explotar su tendencia natural de izquierda, muy apetecida en tal deporte. Amagaba con la derecha y pateaba con la izquierda, llegó a anotar un centenar de goles en una sola temporada; le iba de maravilla, hasta que un defensa, grande, con prácticas violentas, enemigo de la táctica de amagar con la derecha y patear con la izquierda, lo sacó del deporte, estampándole los tarugos a la altura de la rodilla. La lesión de meniscos lo dejó cojo de su preciada pierna izquierda.

Con la experiencia ganada en el fútbol, o sea el arte del amague, y ante la imposibilidad de seguir practicando el deporte, se dedicó a la política, pero introdujo un cambio, ahora amagaba con la izquierda y pateaba con la derecha. Sin embargo, su habilidad se vio de nuevo truncada. Mientras la derecha lo calificaba de terrorista y comunista, la izquierda le dictó sentencia moral, previo juicio sumario; lo acusaron de haber traicionado su ideología, le dijeron que se había convertido en pequeño burgués con inclinaciones fascistas. Pagó su incursión en la política con varios años de exilio.

Viviendo en el exilio, largas horas de reflexión le dieron la respuesta. Se dio cuenta que debía tener claridad en las tendencias ideológicas. Leyó algunas definiciones de izquierda en la Wikipedia y en los diccionarios. Buscó acepciones en varios idiomas, incluyendo: vasco, celta y latín; le llamó la atención la coincidencia en palabras como: oscuro, taimado, femenino.

Por vocación izquierdista, quiso potenciar su lado femenino, asumiendo todo lo que bíblicamente implicaba, gratitud, sumisión, bla, bla, bla. Se consiguió una pareja que le propiciaba tremendas palizas, no soportó mucho tiempo. Optó por anular ese aspecto y se agarró a golpes con su pareja.

En medio de aquellas peleas tuvo una epifanía. Ante su fallida vida artística, deportiva, política y sexual, tomó posturas radícales, para estar en armonía con el universo. Renegó de su ambivalencia femenina-masculina; luego dijo: ni diestro, ni siniestro; ni de izquierdas, ni de derechas; de ahora en adelante sólo prácticas ascetas, abstinencia, ayuno, meditación, esa será la mejor vía, el destino así lo manifiesta, por eso debo levantarme con los dos pies al mismo tiempo.

Muy dentro de sí, sabe que dejó una posibilidad: levantarse con el pie derecho, quizá eso finalmente le cambie la suerte.

Fidel Malapata

martes, 8 de septiembre de 2009

Perseguido

Nadie sabe si la mala suerte la tuvo ella o él. Algunos opinan que uno de los dos tenía buena suerte, otros están convencidos que era él quien estaba salado. Quizá la distribución de la sal haya sido fifty, fifty.

Que ambos murieran, en distintos momentos, no tuvo importancia; aunque muchos dicen que la mala suerte les siguió hasta la tumba. Al no encontrar lugar disponible tuvieron que enterrarlo justo a la par de ella.

Trató de escapar, se convirtió en zombie, pero apareció Michael Jackson y le robó el mérito, por lo que pasó desapercibido en el mundo de los muertos, como le sucediera en vida.

Encontró la forma de acceder a la reencarnación, pidió ser animal, le tocó ser pato y de nuevo tuvo mala pata. Y así...

Percy Guido

jueves, 3 de septiembre de 2009

Nadie se muere en la víspera

Toda su vida tuvo mala suerte. Desde que era pequeño hizo conciencia de ello. Por eso nunca consideró como algo malo que un chucho lo orinara o que un gato negro pasara frente a él.

Fue un tipo solitario, nadie quería ser su amigo; ya se sabe, la mala suerte es contagiosa. No hay mal que dure cien años, repetía, sin ninguna convicción.

Ganarse la lotería, después de haber sido rogado durante horas para que comprara el número; las propiedades que sus padres le heredaron, después de haber vivido casi cien años; la mujer preciosa que se enamoró de él, con quien de inmediato dispuso casarse; hicieron que llegara a pensar que su suerte había cambiado.

Hoy, la novia, todavía vestida de blanco, cambia su llanto por una sonrisa imperceptible. El sacerdote la consuela, ya nada se puede hacer. De no haberse atragantado con la ostia, el vino hubiera hecho el trabajo.

Mr. Gafe

viernes, 28 de agosto de 2009

De la serie negocios fabulosos -6-

—Está bonito ese su camión cisterna.

—¿Verdad que sí?, lo acabo de añadir a la flotilla.

—¿Y cuántos tiene pues?

—Ya ajusté ocho.

—O sea que el negocio camina.

—Fíjese que sí, va sobre ruedas, a pesar de los tiempos tan difíciles.

—Si hombre, tan cara que está la gasolina

—Eso es lo paradójico, porque vio que el agua ya casi se vende al mismo precio de la gasolina.

—Pero a nosotros, que andamos en el negocio de vender agua, eso nos conviene.

—¿Cómo así? No tenía usted una agencia de viajes pues.

—Siempre, ¿se acuerda que organizo tours hacia Egipto? Pues ahora también estoy vendiendo agua.

—Púchica, pero como que le está yendo bastante bien.

—Apenas estoy empezando, estos tres meses han sido para encarrilarme.

—No chingue, ni modo que sólo tres meses y ya hasta compró ese Mercedes, yo llevo toda mi vida en esto y, aunque no me quejo, el negocio no da para tanto.

—Todo es cuestión de estrategia.

—Pues páseme el chivo.

—Mire pues, me asocié con una empresa de teléfonos, con otra que emite tarjetas de crédito, el resto fue sencillo, hasta fue fácil adaptar la campaña de publicidad.

—¿Qué dice pues?

Boleto de avión a Egipto, con tour incluido: US$2,500.00. Llamada telefónica: US$10.00. Un vaso de agua en el desierto, no tiene precio. Hay cosas que el dinero no puede comprar, para todo lo demás existe Maestro Card.

—¿Y le funcionó entonces?

—Ya vio que siempre hay gente que se pierde en los tours.

Water Mercado

lunes, 24 de agosto de 2009

Diálogos incongruentes IX

—Vos, ¿será que aquel tu cuate? Ese que es editor hombre, el que vos decís que te publicó un libro, ¿será que lee mis textos?

—Dejame decirle, aquel es buena onda, a mí me publicó y no me cobró nada.

—Púchica muchá, ¿cómo así? No se supone que es el editor quien tiene que pagarle al escritor para poder publicar su libro pues.

—Nel, aquí no es así la cosa, aquí o tenés cuates que sean cuates de los editores o si vos sos cuate del editor, entonces te publican.

—Simón, vaya que yo me logré meter a ese círculo, pero ustedes no se ponen las pilas.

—Y ¿cómo te metiste mano?

—Lo que pasa es que cuando salí de la U hice mis prácticas en la editorial de aquel, pero después de terminar me dio la oportunidad de seguir corrigiendo textos, buena onda aquel, no me pagó pero gané bastante experiencia; eso sí, ya me publicó mi librito.

—Que rayado mano.

—Puta, yo no entiendo nada, ¿vos decís que le trabajaste gratis y que por eso buena onda?

—Gratis no vos, porque, al final, me publicó mi libro.

—Mirá mano, yo tengo un cuate que sale a chupar con un chavo que tiene una editorial, hasta compadres se hicieron, y a ese cuate, poeta él, ya le publicaron tres libros.

—Mirá pues, que buena onda ese editor, hasta su compadre lo hizo.

—Uña y mugre son, y así ni le cobró la edición.

—No muchá, ustedes son algo mulitas, pero si siguen así, de seguro, más de algo les publican.

—Vos sos el mula, regalando tus textos en internet y encima nadie te lee.

—Al menos no estoy como esas viejitas de pueblo, primero tuvieron que echarse a la bolsa al editor, luego pagaron de su bolsa el libro, la presentación la hicieron con su pisto; se han vendido como tres ediciones y a ellas no les han dado ni un centavo; lo bueno, como ustedes dicen, es que no les cobraron la segunda y tercera edición, esas corrieron a cargo del editor, quien encontró un buen negocio, el libro lo utilizan como texto en un instituto público, que tiene más de 3,000 estudiantes. Y a vos, decime, ¿cuánto te pagaron por tu libro?

—Buena onda aquel, el 20% me dio, imprimió 100 libros y me dio 20, me rayé, porque a otros sólo les dan el 10%.

—No te digo pues, te rayaste vos.

—Si muchá, son meros mulitas ustedes, a’i pagan las chelas pues, porque yo ya me voy.

Tedito tulibrito perochiniunlen

martes, 18 de agosto de 2009

De la serie negocios fabulosos -5-

—Ay mi amor, no lo sé, ¿será buena idea?

—Te digo que sí, ya lo calculé bien, además no es mucha la inversión.

—Pero es que, mmm, ¿qué tanto podemos ganar con eso?

—Bueno, ya se sabe, el que no arriesga no gana, pero aquí el riesgo es mínimo.

—Tengo mis dudas, hay mucha diferencia, ¿de ginecólogo a panadero?

—Ah, pero no pienso dejar la ginecología, la panadería será un complemento.

—¿Cómo así?

—Y no es que vaya a vender pan, el negocio es asegurar el futuro del recién nacido.

—No entiendo.

—Ay mi amorcito con vos, es sencillo, ¿has escuchado decir que los niños vienen con el pan bajo el brazo? Pues yo garantizaré que así sea, y luego lo cobro en el precio del parto.

Dr. Panito

martes, 11 de agosto de 2009

De la serie el cuento de la muerte -5-

Estaba la muerte un día dibidí, sentada en su escritorio dobodó...

El canto de los niños le cayó encima, claro y a todo volumen, le resultaba imposible abstraerse, ellos palmeaban y reían al ritmo de la vieja tonada. Alicia, su asistente, le había solicitado permiso para tenerlos en la oficina durante unos días, mientras resolvía algunos problemas familiares. Tomó la hoja y se dispuso a revisar la carta que hacía un instante Alicia había puesto en su escritorio, junto a la humeante taza de café. Respiró profundo, se tapó los oídos, cerró los ojos, pero el ruido seguía ahí; sintió ganas de pedirle que se los llevara, pero se contuvo; sin embargo, aunque la oficina era amplia, los niños se metían debajo de la escalera que estaba pegada a su despacho, justo atrás de su cabeza.

...buscando papel y lápiz dibidí, para escribirle al lobo dobodó...

La redacción estaba impecable, como siempre, Alicia era eficiente, no podía negarlo. Dio un sorbo largo al café, tomó la pluma de nácar, herencia de la abuela, mojó la plumilla de oro en la tinta china, detestaba los bolígrafos y las plumas fuente, firmó y selló, luego colocó la carta en un sobre con membrete, derritió el lacre, una carta a la antigua, como debe ser. Posó el sello de bronce, también heredado, y dejó marcadas las iniciales BM, rodeadas de una corona de laurel. Alicia tomó la carta y se alejó. "Decile a tus hijos que vayan a jugar a otra parte y traeme dos aspirinas", le dijo, sin gesto de enojo.

...el lobo le contestó: que si, que no...

El dolor de cabeza no había cedido en todo el día. Acomodó la frente sobre el filo del escritorio, con las manos también hizo lo mismo, cerró los ojos, suspiró, estiró la mano derecha y abrió una gaveta, buscando sus píldoras para el corazón sintió el frío del metal.

...la muerte se enojó...

Imaginó la cara que pondrían sus hijos cuando se enteraran que no había herencia, la empresa estaba casi muerta, las deudas eran impagables, la liquidación de los activos únicamente serviría para cubrir un porcentaje. Alicia lo sabía, pues era la única empleada que quedaba, su última tarea consistía en preparar los papeles de la liquidación; por eso no le extrañó que aquel hombre irrumpiera, eso se había vuelto costumbre; intentó detenerlo, sin hacer mayor esfuerzo, no tuvo éxito. El sonido de la puerta fue lo último que escuchó, una nube negra cayó sobre sus ojos, la convulsión hizo que sus manos apretaran la orilla del escritorio.

...y un tiro le metió.

La risa de los niños acompañó el sonido del disparo, que se incrustó en la pared después de haber agujereado el respaldo de la silla. Un segundo antes don Bonifacio había dejado de existir.

Rondo Lirondo

lunes, 10 de agosto de 2009

Habemus libro

Estimado público que lee y que visita este blog, está página electrónica, este su rincón de la cultura; en esta oportunidad se me ha encomendado venir a ofrecerles lo que es esta pequeña publicación, este novedoso objeto de sabiduría, este pequeño libro. El mismo se llama Cuentos pajeros vol. I y le trae lo que es la recopilación de una serie de relatos, narrativas, cuentos, que se inscriben dentro del género pajero.

Este ejemplar, publicación, hermoso libro, no está a la venta en librerías, únicamente por el día de hoy se me ha autorizado para que se lo ofrezca a usted especialmente.

Su colección de cuentos, recopilación, hermoso libro, le tiene un valor simbólico de Q30.00, sólo treinta quetzalitos, los que equivalen a unos US$3.64, mucho menos de lo que le cuesta comprar una cerveza o un libro de otros autores menos reconocidos.

Si usté hace su pedido al correo electrónico jobuwa@gmail.com le estaremos enviando lo que es su libro, Cuentos pajeros Vol. I, directamente en la puerta de su casa, sin que eso le signifique recibir cargos extras.

Escriba ya.

EL LIBRO TAMBIÉN LO PUEDEN ADQUIRIR PERSONALMENTE EN:

COPIMAX
8a AVENIDA 20-44 ZONA 1
(Frente al edificio de Finanzas)

jueves, 6 de agosto de 2009

De la serie el cuento de la muerte -4-

La muerte no me asusta, me asustan los vivos que huelen a muerto, decía mi abuelita, mientras buscaba su suéter en el ropero, de donde salía olor a bolitas de naftalina.

Mi abuelito, más sabio, tenía en el tapanco un ataúd que había comprado hace ya varios años. Desde que lo compró siempre hubo discusiones con la abuelita, ella opinaba que nadie debería comprar su propio ataúd, porque eso era llamar a la muerte.

Yo siempre fui más apegado a mi abuelito, él me compraba dulces, me hacía juguetes de madera y, lo mejor de todo, dejaba que subiera al tapanco, ahí me ponía a jugar al muertito, aunque no siempre me gustaba esa sensación de miedito que experimentaba, pues a pesar que no cerraba del todo la tapa, imaginaba que, de repente, el gato pasaría corriendo y dejaría trabada la aldabita y no podría salir de la caja; entonces abría de un manotazo y salía a respirar, feliz de no haberme asfixiado.

En las reuniones familiares salía el tema del ataúd del abuelito, todos se mostraban a favor de la postura de la abuelita. Así fue durante años, pero en cuanto tuve edad para opinar el abuelito tuvo un aliado. Él nunca daba argumentos, sólo los escuchaba, por eso cuando gané mi primer sueldo, para demostrarle mi apoyo, compré mi propio ataúd.

Con el paso de los años las reuniones familiares tenían cada vez menos asistencia y, llegado el momento, sólo nos juntábamos para cumpleaños y funerales.

El abuelito lloró mucho cuando murió la abuelita. Ya ninguno de sus hijos lo pudo consolar, los nietos que quedaban vivían en el extranjero, pero yo no me separé de su lado.

Después del entierro subió al tapanco, decidido a usar el ataúd, pero las polillas habían hecho de las suyas. Me pidió que bajara el cajón y que lo tirara a la basura. Con un poco de esfuerzo lo conseguí. Terminado el asunto, él se sentó en su silla preferida, conversamos un rato, luego se quedó dormido.

Vladimiro Tepeu

jueves, 30 de julio de 2009

De la serie el cuento de la muerte -3-

No le asustaba la muerte, a su edad eso no era importante, por eso en su ruta diaria no le preocupaba pasar por el cementerio que estaba atrás de la vieja iglesia; ahí habían sido enterrados muchos notables del pueblo, antes que fuera inaugurado el nuevo camposanto.

Ese día, por la mañana, tembló fuerte; todos comentaban si era prudente continuar con la rutina diaria, pero como no hubo más temblores la vida siguió.

Tomó el camino del cementerio, como de costumbre. Cinco tumbas adentro vio que una mano huesuda se agitaba y cuando estuvo cerca escuchó una voz que le decía: Hola, ¿cómo estás? Se quedó parado, como quien piensa qué hacer, leyó el nombre en la lápida y siguió su camino.

Cuando llegó a la escuela, lo primero que hizo fue preguntar: Maestra, ¿es de mala educación no saludar a un muerto?

Aisi Dedpipol

jueves, 23 de julio de 2009

De la serie el cuento de la muerte -2-

Había un pueblito en donde la gente se moría de la risa. Algo difícil de creer, pero totalmente cierto. Era un pueblo triste, nadie quería morirse, menos hacerlo en plena carcajada, porque se quedaban con la boca abierta y luego era imposible hacer que la cerraran; cuando tal cosa sucedía era necesario romperles la quijada y así ponerla en su lugar.

Las funerarias eran creativas pues cuando la persona moría encogida de la risa, deteniéndose la panza, y no lograban enderezarlo a tiempo, los ponían en una caja cuadrada.

Durante un tiempo la gente se cagaba de la risa y después caía muerta, ese fue el primer diagnóstico; sin embargo, estudios posteriores demostraron que la gente se cagaba después de haberse muerto de la risa.

Cierta vez llegó al pueblo un tipo circunspecto, serio, Ruperto se llamaba, quien afirmaba que sólo una vez en la vida había soltado una carcajada, fue en el circo, pero luego de ver a aquel payaso su vida fue lúgubre, por eso le resultó fascinante la idea de vivir en aquel lugar; su lógica era, y lo gritaba a viva voz: si nada me provoca risa seré inmortal, si muero por fin seré feliz.

Lanzó un reto, después de afirmar que aquel pueblo no le haría ni cosquillas, dijo que se casaría con la mujer que lo hiciera reir, que estaba dispuesto a cederle toda su fortuna y a morir en el lugar.

La hija del alcalde aceptó el reto y de inmediato se hicieron los arreglos para la boda. El cura bendijo el matrimonio, la novia lloró de la emoción, tanto que las lágrimas hicieron que se le corriera todo el maquillaje; cuando el flamante esposo levantó el velo, de golpe le vino el recuerdo de aquella vez en el circo.

El padre de la novia lanzó un suspiro, mientras leía la inscripción que había mandado a poner en el regalo de bodas, la lápida decía: Aquí yace Don Ruperto, muerto de la risa, quinto esposo de Rosita, la hija del alcalde, quien nunca aprendió a manejar sus emociones, ni a maquillarse.

Rigo Mortis

jueves, 16 de julio de 2009

De la serie el cuento de la muerte -1-

Una vez un tipo encontró a su amante en la cama con otro hombre. Cuando los vio sintió que la muerte se le venía encima, entonces dijo: no es ahora que quiero morirme, será después de matar a estos dos; y la muerte se quedó quieta, como quien espera a hacer un negocio redondo. El hombre se metió la mano a la bolsa y encontró un revólver, de inmediato murmuró: es el destino, yo nunca puse la pistola en mi bolsa y ahora aparece en el momento justo; sí, es el destino, debo matarlos. Dicho eso disparó contra ambos y ahí quedaron muertos. La muerte soltó una carcajada, pero se quedó esperando el desenlace.

El sujeto vio los cadáveres y suspiró, como quien se siente vengado; luego pensó de nuevo en el arma, en ese momento notó que la ropa que llevaba puesta no era de él; la muerte nunca se impacienta y sonrió cuando le escuchó decir: todas las mujeres son iguales, éste debe ser el pantalón del amante de mi mujer. Sin decir más, dio la vuelta y se dirigió a su casa, la muerte se fue detrás de él.

You Black

lunes, 13 de julio de 2009

Operación M

Parece que mi carrera como experto en seguridad está llegando a su fin, no es por falta de trabajo, en estos tiempos hay hasta de sobra; lo que pasa es que me estoy cansando de esos ricos excéntricos, cada vez piden cosas más raras.

Hace casi un año me contactaron para un proyecto, me citaron en un lugar público. Sin darme mayores detalles sobre la identidad del cliente, y firmado el acuerdo de confidencialidad, dijeron que la idea era recoger al único pasajero de un jet privado; el hombre llegaría las 5:00 a.m., en fecha que me revelarían después, al hangar de la fuerza aérea; ahí debería ser recibido por el grupo de choque, unos tipos entrenados para repeler cualquier ataque, ellos lo escoltarían hacia la casa que se tenía que habilitar para hospedarlo. Mi trabajo consistiría en coordinar todo, incluso acondicionar la mansión para que el cliente se sintiera cómodo y seguro.

Desde ese día he estado instalando el equipo de seguridad: cámaras, micrófonos, sensores de movimiento, detectores de metales, lo usual; eso sí, todo de alta tecnología. La cosa empezó a complicarse cuando requirieron que me hiciera cargo de comprar muebles y todo lo demás para hacer confortable el lugar. Hice mal gesto y a punto estuve de mencionar que no soy diseñador, pero la cifra en el cheque que extendieron como anticipo era para convencer a cualquiera; además en este trabajo no se hacen preguntas.

La casa está ubicada en el centro de un bosque de veinte manzanas, es enorme, pero se ve pequeña en la inmensidad del terreno; tiene gimnasio, sala de estar, invernadero, casa de huéspedes y un ambiente grande en donde será instalada una clínica. Lo sé porque en la lista de cosas que debo comprar aparece gran cantidad de equipo médico y hospitalario; que servirá también para colocar en todos los dormitorios.

Fuera del disgusto que me causó tener que comprar el mobiliario (aunque al final no fue tan pesado, porque siempre tuve a la disposición el jet, pues hubo que comprar todo en el extranjero), y la compra de provisiones para alimentar a un batallón durante al menos dos años, pensé que las excentricidades eran pocas; sin embargo, cuando ya todo el equipo médico estaba instalado, llegó un pedido especial, una cosa rara, hecha de vidrio transparente, parece una bóveda o un ataúd, al que conectaron los tubos que salían de la pared, tiene un temporizador que lo sella herméticamente.

Finalmente, cuando todo estuvo listo, y mi trabajo había concluido, llevaron a un chef y a una señora que será el ama de llaves; revisaron las provisiones que compré, hicieron un gesto afirmativo con la cabeza, luego se instalaron en la casa de huéspedes.

Se supone que voy a ser el jefe de seguridad y que debo vivir también en la casa de huéspedes; aún no me decido, me gusta ser independiente, pero es mucho dinero, así que hay que considerarlo.

La gente que me contactó está feliz con mis servicios, hace poco atendí a una rubia famosa, cantante ella; vino a ver a unos niños huérfanos que quería adoptar; le enseñaron como media docena, al parecer no le gustaron, porque estuvo un par de días y se fue; es que tuvieron el mal tino de llevarle niños de piel blanca y ella dijo que los prefería de piel oscura

Desde ayer no hay nada que hacer, me la he pasado viendo televisión, pero con el sistema satelital que se instaló sólo se ven los canales estadounidenses, que no han parado de transmitir la noticia de la muerte de Michael Jackson; a mí nunca me gustó la música de ese chavo, además me cae mal y no lo soporto por renegado; así que mejor apagué la tele; entonces empecé a aburrirme; unas horas habían pasado cuando sonó mi celular: el cliente llega mañana.

Al otro día el itinerario se cumplió sin fallas, mi equipo recibió al pasajero, yo los esperé en la mansión.

Cuando llegaron pasaron de una vez hacia el dormitorio principal, me levanté rápido; sólo alcancé a ver la silueta de una figura esbelta, de pelo lacio, nariz recta, pómulos saltones y hoyuelo en la barbilla, que se metía al ataúd de cristal.

Recordé las noticias del día anterior, me restregué los ojos, moví la cabeza en señal negativa. No puede ser, a ese cerote si que no lo soporto, dije en voz alta; como todos estaban terminando de acomodarlo, aproveché para dar la vuelta y me fui. Que se busquen otro jefe de seguridad, esto ya es el colmo, pensé mientras me alejaba.

Daniel Oceano

jueves, 9 de julio de 2009

De la serie negocios fabulosos -4-

—¿Y ese su gallo?

—Lo compré.

—No me diga que se lo va a comer en caldo.

—Para nada, lo quiero para otra cosa, un negocio que me hará millonario.

—¿Peleas de gallos?

—No, eso es cruel, venga le muestro.

—¡Ulugrún! Si son un chingo de gallos los que tiene.

—Pero ya se han muerto varios, no aguantaron.

—¿Qué les hizo pues?

—Los alimenté y se murieron

—¿A saber qué les dio de comer?

—Granitos de oro

—¿Cómo así?

—Mire, yo no pierdo nada, los gallos comen granos de oro, hasta ahora todos se han muerto; eso sí, los granos quedan enteros en la panza del animal. Le digo algo, si alguno sobrevive, ya verá como después tendré la gallina de los huevos de oro.

El gallo Claudio

viernes, 3 de julio de 2009

De la serie negocios fabulosos -3-

—No me diga que las cosas van mal.

—Muy mal usted, esto de construir castillos en el aire va de mal en peor.

—¿Por qué será?

—La gente quiere cosas palpables: amueblados de cedro y caoba, refrigeradores, televisores, y los castillos en el aire no aguantan con tanto mobiliario.

—Es cierto, antes la gente aspiraba a tener un castillo lleno de ilusiones, ahora ya no se conforman.

—Pero a esas casitas que venden tampoco les caben muchas cosas, además no están dispuestos a pagar más.

—Si, pero entonces viene alguien que fabrica muebles en miniatura, estufas chiquitas, mesitas, cositas así, todo se acomoda al tamañito.

—¿No me diga que usted le entra a eso?

—No, eso es muy difícil, estuve tentado a hacer casitas de muñecas, pero no funcionó

—¿Y eso?

—Lo que pasa es que las mujeres ya no quieren vivir de fantasías, ahora quieren castillos completos, tangibles; nadie quiere imaginar nada.

—¿Y su hijo?

—Ese fue más listo, hasta le puede dar algunas clases.

—¿Le va bien, entonces?

—No quiero presumirle, pero le cuento que la próxima semana me llevará a ver uno de los castillos de Ludovico; está en venta y queremos comprarlo, para mi las cosas tienen que ser tangibles.

—¡A púchica! Quiere decir que le va de maravilla, ¿qué hace pues?

—Se dedica a la construcción.

—¿No me diga?

—Sí, construye castillos, mansiones, edificios, hasta ciudades enteras; lo bueno es que hace réplicas de diseños ya existentes; su modelo más vendido es el del Castillo de Versalles; aunque a mí me gusta más el de Baviera.

—¿En dónde los construye? ¿En carretera a El Salvador?

—No’mbre, en su casa, en la computadora, le entró a la realidad virtual, todo cabe en un disco duro; rápido se hizo millonario.

—Suertudo.

—Usted no se desespere, tarde o temprano alguien le comprará sus castillos en el aire.

Bob el constructor

lunes, 29 de junio de 2009

De la serie negocios fabulosos -2-

—¿Y los suyos no eran gatos pues?

—Son gatos

—No puede ser, yo les veo forma de...

—Liebres, dígalo con toda libertad, no se preocupe.

—Sí, esa impresión me dio, parecen liebres.

—Es que ya me cansé, no estoy dispuesto a que otros me engañen.

—¿Quiere decir que ahora le toca a usted?

—No, lo mío es algo que he estado pensando desde hace mucho, pero no estoy seguro si tendrá éxito.

—Le digo algo, dar gato por liebre siempre ha resultado buen negocio, pero el asunto no es tan literal.

—Ahí es donde me entra la duda, porque darles forma de liebre no es difícil; el problema es que yo nunca he sido buen comerciante; entonces me encariño con ellos y luego ya no me dan ganas de venderlos.

—Ya veo.

—La cosa es que a mí lo que me gustan son los gatos, y ahora tengo liebres.

Hello Kitty

viernes, 26 de junio de 2009

Nunca quise bailar como Michael Jackson

Se murió el rey del pop, y como todo mundo habla del rollo, me dieron ganas de compartirles esta anécdota, a ver si la leen pue.

http://johanbush.blogspot.com/

Salú pue.

jueves, 25 de junio de 2009

martes, 23 de junio de 2009

De la serie negocios fabulosos -1-

—¿Cómo le va con la cría de cuervos?

—Pues no muy bien, la semana pasada tuve algunos problemas, me costó mucho convencer a la gente de las nuevas habilidades de la parvada.

—¿Qué? ¿le hizo modificaciones?

—Fíjese que sí, con un proceso de selección he logrado criar cuervos que después de sacar los ojos se convierten en lazarillos.

—¿Cómo así?

—Es sencillo, el cuervo se dedica a acompañar al cliente cuando ya no se puede valer por sí mismo; después de sacarle los ojos.

—Que interesante, así que se vuelve un ave útil.

—La verdad que si, eso de la sacada de ojos siempre ha dado resultado, se acuerda de aquel don Jerónimo, él se transformó sustancialmente luego de quedarse sin ojos; siempre viene bien un cambio de óptica, una forma diferente de ver la vida; hablando en sentido figurado, claro está.

—Entonces el negocio funciona.

—Como le digo, no mucho, la gente desconfía de los cuervos lazarillos, asumen que luego atacarán a otra persona, no me creen que están entrenados para hacerlo una sola vez.

—Mire usted, ejem, digo oiga...

—No se preocupe, son los riesgos del negocio de la cría de cuervos.

Chepe Cuervo

viernes, 19 de junio de 2009

martes, 16 de junio de 2009

Salmos pajeros IV

XI
El rey se alegra en tu poder

es lógico

él lo tiene todo

aun en tiempo de crisis

confía en ti

Ni siquiera necesita un reino

ni hornos de fuego

menos que destruyas la tierra por causa de sus enemigos

Así lo ha dicho

con el arma en la mano

sólo te pide que no los pongas en fuga

déjalos a su alcance

Entonces cantará y alabará tu poderío

XII
No me puedo quejar

por eso no pregunto ¿por qué me has desamparado?

nunca he estado en la boca del león

ni he sido amenazado por cuernos de búfalo

pero no pidas que te lo agradezca

ya sé que te atribuyes logros ajenos

lo mío ha sido que nunca trabajé en un circo —o en un zoológico—

reconozco que comerán los humildes

los que tengan paciencia

y aguanten la fila del comedor solidario

Pero eres justo —tú que infundes aliento al pito del árbitro de fútbol—

por eso te alaban los poderosos

ellos arrebatan y luego te agradecen

XIII
Nada me faltará

mientras haya trabajo y gane el sustento

Descansaré en lugares delicados

si el límite de la tarjeta de crédito lo permite

Reposaré junto al agua

así lo he decidido porque no puedo nadar

Confortará mi alma

quiero pensar que tengo una

No andaré por valles de muerte

debo evitar los cementerios

Aderezas mesa delante de mí

más te vale

de lo contrario olvidate de la propina

Y en mi casa moraré por largos años

mientras pueda pagar la hipoteca

Jonas Ungido

jueves, 11 de junio de 2009

De la serie el escritor se pone fantástico -2-

Aquella mañana frente a los albañiles que construían casas de caña brava y lodo, en ese pueblecito olvidado de Dios (en donde nací), ya saben que él es muy olvidadizo, por eso quizá hay tanta hambre y mortandad en la tierra, yo creo en él, aunque me da la impresión que no tiene tanto tiempo como todo mundo supone, porque es evidente que hay cosas que se le escapan de control, prueba de ello son las mujeres vírgenes que ascienden al cielo, está claro que lo hacen sin su consentimiento.

Ese día supe que sus ancestros, los de los albañiles, no los suyos estimado lector, habían construido una ciudad que nadie recuerda, yo tampoco la recuerdo, pero su nombre siempre me sonó como a serpiente, algo así como anaconda, pero en masculino.

No fue un cuento de mi abuelo, ni la tradición oral, yo lo inventé todo, partiendo, primero de los albañiles y segundo de mi haraganería.

Verán, yo siempre quise ser escritor, desde pequeñito, aun cuando no sabía leer ni escribir; ya saben que a uno le da por rayar paredes y esas cosas. El asunto es que cuando me enteré que para escribir una novela era necesario hacer investigaciones profundas; incluso algunos escritores se enorgullecían de haber trabajado hasta diez años en una, entonces dije: eso no va conmigo, mejor invento cosas, así fue como nació el realismo mágico; así y después de leer algunos textos de Miguel Ángel, pero yo no le plagié nada, él decía eso porque a mi no me gustaba su poesía.

El título fue lo más sencillo, resulta que por aquellos días mi abuela Soledad cumplió cien años, yo quería escribirle algo como homenaje, aunque mi haraganería pudo más; después de pensarlo un poco empecé; por suerte encontré una vieja máquina, la que luego se convertiría en mi fiel compañera de vida, hasta llegué a rescatarla de un incendio; la cosa es que no pude redactar una sola línea para mi abuela, a cambio me salió la novelita que todos conocen.

Terminó aquí, también me agota esto de ponerme fantástico, aunque creo que debería ser fantasioso, que sé yo.

Gadiel Gatío Martes

jueves, 4 de junio de 2009

De la serie diálogos incongruentes VIII

—Mire usté, ¿ya vio que no pasó nada con el video?

—Si usté, y eso que todo mundo lo vio.

—¿Será una conspiración usté?

—Pues hay mucha tela que cortar usté.

—Ya va usté metiendo su rollo, como es sastre.

—Un desastre es todo esto usté.

—No hombre usté, ya todo se va calmando.

—De plano fue porque la gente se puso a protestar usté.

—Mire usté, pero dicen que a esa gente la pagan.

—A unos dicen que si les pagan usté, pero los otros no lo hacen por el pisto.

—Así está la cosa usté, dicen que ahora es cool protestar.

—Pero se junta bastante gente usté.

—Ni modo que no, si muchos hasta llevan sus guardaespaldas usté.

—Pero mire usté, la posición oficial es otra.

—Ya va usté con su rollo vulgar, como tan malpensado que es.

—Malpensadote baa usté, pero ni crea, ya ni se puede tener pensamientos propios.

—Por lo del tuiti ese que metieron preso dice usté.

—No usté, lo digo porque a mí ya no me da la shola.

—Pero mire pues, ¿usté piensa que van a atrapar a los responsables?

—Pues si no lo hacen serán unos irresponsables usté.

—Yo ya perdí la esperanza usté.

—No hombre, no es para tanto usté, la esperanza es lo último que muere.

—Eso decía todo mundo y ve usté que se murió antes que la mamá.

—Ah, pero eso es otro rollo usté.

—Pero sirve de ejemplo usté.

—Ni modo que no usté, a ver con que nos salen ahora.

—Se necesita algo nuevo usté, ya vio que el video ya pasó de moda.

—Los suicidios, mire usté que tantos que se han tirado del puente.

—Quizá también eso sea una conspiración usté, ya no se puede, se lo digo.

—Yo aquí me bajo usté, a’i nos vemos pues.

Mario Ustepiñan

martes, 2 de junio de 2009

La novela del martes -Capítulo 7- Final de temporada

Previoulsy

El sábado siguió avanzando, muchas cosas sucedieron en la madrugada; Lucía María Gabriela fue en busca de su amado, pero su amado no estaba, había desaparecido y sólo dejó una nota. El Barsa ganó la champions y Benedetti alcanzó la inmortalidad, por su poesía, no porque el Barsa haya ganado.

– CAPÍTULO 7 –

Julio Jorge José estaba escondido, metido en un tonel, ahí lo encontró Luis Pedro Javier, quien antes de darle la ropa quiso ver hacia adentro; emocionado le dio la maleta, su amigo la recibió y se vistió de inmediato.

—¿Y cómo hiciste para llamarme?

—En el forcejeo, cuando me asaltaron, el teléfono salió volando, después lo pude encontrar.

Mientras lo miraba vestirse alimentaba su fantasía, quiso decir algo pero no tuvo valor. No es momento para confesiones pensó.

En su casa la discusión empezaba a tomar calor, peleaban por saber que decía la nota; Doña Consuelo Esperanza Trinidad aclaró la garganta y se dispuso a leer, pero no pudo, el papel le fue arrebatado de la mano por Lucía María Gabriela, quien no podía creer que su amado se hubiera marchado así por así, no lo concebía, aunque ella pensaba que si había concebido.

Los amigos caminaban despreocupados, riéndose de lo sucedido, Julio Jorge José hizo toda la historia y cuando el tema se agotó dijo:

—Vos cerote ¿y entonces, te vas a casar?

—Mmm

—Esa chava no te merece vos, así como cuate te lo digo, es una interesada, igual que la mamá; además es bien fea, yo no sé cómo fue que le hiciste caso.

—Uhum

Lucía María Gabriela desarrugó el papel, iba a leerlo cuando su padre salió corriendo, no pudo esquivarlo y ambos perdieron el equilibrio, la hoja voló. El padre se levantó como si nada y siguió corriendo; ella vio que el papel se iba dentro de la boca de una alcantarilla, por lo que se lanzó por los aires y, emulando al mejor portero del mundo, hizo una atajada de antología, consiguiendo atrapar la hoja. Se levanto de inmediato, sin sobarse las magulladuras, conservando la pose de dama y volvió a su intento de leer.

—Ahora si voy a saber qué pasó, no puede seguirme escondiendo a Luis Pedro Javier, seré su esposa cueste lo que cueste.

—Aquí no hay embarazo que valga, vos no te casarás con mi hijo, hay razones que van mucho más allá, pero no te las voy a decir; no importa lo que diga ese papel, por eso ni lo quise leer.

Doña Úrsula Clotilde Mesalina vio llegar a su marido y de inmediato salió a encontrarlo.

—¿En dónde estuviste toda la noche? Chulo estás, ya se te volvió costumbre eso de faltar los viernes a dormir.

—Mirá vieja, ya me cansé de este jueguito, de llevar esta doble vida, ya me cansé de vos, así es que me voy, sólo vine por mis cosas personales, lo demás es todo tuyo, me espera la mujer que he amado siempre... Ah, y esa tu hija no se casará con ese patojo, no lo voy a permitir, hay razones que van mucho más allá; pero no te las voy a decir.

Luis Pedro Javier y Julio Jorge José llegaron a la casa del primero, se percataron que las dos mujeres discutían, el segundo apresuró el paso y se puso atrás de Lucía María Gabriela, entonces en un ademán sigiloso le arrebató el papel de las manos y se lo dio a su amigo.

—Mirá mano, esa loca tenía este papel. Vos yo te iba a decir esto al rato, pero veo que no se va a poder, pero fijate que he estado gastando mucho pisto y debo en tres tarjetas de crédito, ¿no me podés hacer un préstamo?

—Tagüeno, yo te ayudo, sólo dejame resolver este rollo.

Se acercó a las dos mujeres, se interpuso entre ellas, les lanzó una mirada penetrante, con voz grave y autoritaria dijo:

—No importa lo que haya pasado, ni lo que pase, ni lo que vayan a decir, lo he pensado bien, soy gay.

Se hizo un silencio absoluto, a continuación todos escucharon una música estridente, como en una película de Alfred Hitchcock, y así era, el celular que sonó tenía de ringtone el tema de Psicosis.

¿Cuáles serán las razones que van mucho más allá? ¿Qué decía el papel? ¿Qué sucederá con el embarazo de Lucía María Gabriela? ¿Logrará Florentino Pérez armar de nuevo un equipo galáctico? ¿Qué pensarán todos de lo revelado por Luis Pedro Javier? ¿Será cierto o será una conspiración para desestabilizar al gobierno? Descúbralo en la 2ª temporada de su novela del martes que, a todo esto, no se sabe cuando dará inicio.

Corina Tallada

martes, 26 de mayo de 2009

La novela del martes -Capítulo 6-

Previously

La primera hora y media del sábado transcurrió de forma normal, la oscuridad siempre ha dado pretexto para hurgar en lugares que no se alcanzan a plena luz del día. Luis Pedro Javier estaba adolorido, pero sabía que le esperaba la hora de la verdad. Los demás buscaban encontrar el placer de un orgasmo, que en el caso del extraño del carro en las afueras del motel de la Roosevelt era un rogasmo. Algunas preguntas flotaban en el ambiente.

– CAPÍTULO 6 –

Julia Eulalia Pancracia consiguió quedarse dormida, no tuvo un sueño húmedo, tampoco tenía un juguetito con el cual pasar el rato, ella simplemente se durmió. Luis Pedro Javier, finalmente, logró conciliar el sueño, después del orgasmo de doña Consuelo Esperanza Trinidad, hasta entonces el silencio fue absoluto; él soñó que era un príncipe que tenía un tesoro escondido, a quien una ogra lo estaba persiguiendo, en algún momento sintió su mordida, pero luego se dio cuenta que se había prensado la mano entre la cabecera de la cama y la pared. Julio Jorge José no supo más, no tuvo ningún sueño, pero al despertar quería pensar que todo era una pesadilla; estaba sentado en la banqueta, sin ropa y con moretes en el cuerpo. A la pareja del motel se le escuchó decir: Padre, lo hace usté divino. Alberto, puedes decirme Alberto hija mía. Ya que estamos presentándonos, entonces yo soy Rosa Claudia Susana, pero me dicen Chuchis. Angelina y Brad no pararon, pero fue inútil, así le dijo ella a él, eres un inútil; porque no pudo embarazarla. Los vecinos de Luis Pedro Javier discutieron toda la noche, al final solo se escuchó un leve ¡uh!. Doña Úrsula Clotilde Mesalina amaneció en vela.

Todo sucedió entre la 1:30 y las 07:00 horas, pero el día estaba por empezar y nuestro héroe se preparaba a enfrentarlo.

Lucía María Gabriela desayunó liviano: cuatro huevos fritos, una maletita de frijoles volteados, plátanos cocidos, medio cuarterón de queso fresco, su moshito con pan de manteca, café y tres panqueques; tenía que alistarse para ir por su amado, aunque ya tenía en mente la iglesia en la que se iban a casar, ella quería llevarlo a conocer.

Luis Pedro Javier recibió una llamada, se bañó, se vistió, escribió una nota y salió a toda prisa, sin decir nada.

Los doscientos metros que la separaban de su casa y la del amor de su vida le parecían interminables, cuando por fin llegó tocó el timbre y la puerta fue abierta por Doña Consuelo Esperanza Trinidad.

—¿Qué querés?, no vas a entender nunca, ya te dije que dejés en paz a mi hijo.

—Mire señora, yo vengo a buscarlo porque voy a tener un hijo de él y nos vamos a casar, y ahorita vamos a ir a apartar la iglesia.

Los pensamientos se le agitaron, como un mar; por un lado sintió alivio al saber que su hijo no era gay, claro que ella no tenía nada en contra de los gays; también se vio cargando al nietecito; pero odiaba pensar que sus sueños serían cumplidos por la mujer que detestaba, la hija de quien se había quedado con el hombre de su vida. En ese momento algo la apremiaba, por eso accedió a llamar a Luis Pedro Javier; subió a su habitación, tocó un par de veces, al no recibir respuesta empujó la puerta y entró; descubrió la nota, fue terrible la impresión que se llevó, entonces bajó corriendo.

—¡No está, mi hijo se fue, vos tenés la culpa!

—¡¿Qué dice?! ¿de qué habla? No pudo haberse ido solo así, tiene que haber una explicación.

El hombre que dormía en la habitación de Doña Consuelo Esperanza Trinidad despertó al oír los gritos y se asomó.

—¿Qué está pasando?

—¡Puta papa! ¿y usté qué hace aquí?

Doña Consuelo Esperanza Trinidad explicó que no había encontrado a su hijo, que se había ido sin avisar y que sólo había dejado una nota.

¿Qué habrá sido de Luis Pedro Javier? ¿Qué habrá escrito en la nota? Si alguno se pregunta qué hacía el papá de Lucía María Gabriela con Doña Consuelo Esperanza Trinidad, la respuesta es obvia. ¿Ganará el Barsa la champions? ¿Habrá ido al cielo Benedetti? No se pierda el final de la primera temporada de su novela del martes.

Corina Tallada

jueves, 21 de mayo de 2009

Ángeles y demonios o ranas sagradas

Pensaba que encontrar un cuerpo con mensajes cifrados sólo pasaba una vez en la vida; creo que menosprecié a la vida, heme aquí frente a un cuerpo doblado de tal manera que simula la forma del número dos.

Al lado del cadáver había una muchacha delicadísima, su cuerpo se veía tan frágil que parecía un sueño; de nuevo la fortuna me sonreía, como ya era costumbre. He aprendido que las tiernas doncellas, cuyos padres y abuelos han sido asesinados por sectas demoníacas, que se creían extintas o perdidas, suelen ser emocionalmente frágiles y una vez resuelto el misterio quedan listas para un buen revolcón.

Al ver el cuerpo surgieron muchas dudas; podía decirse que se encontraba en posición de oración, con las rodillas dobladas, aunque la espalda se arqueaba de forma grotesca, demasiado; supuse que le habían quebrado las vértebras, yacía sobre un costado, tenía la cabeza metida hacia abajo; un dos perfecto, las nalgas tocaban los tobillos.

El detective asignado movía la cabeza, incrédulo: señor Tipo-largo, dijo, castellanizando mi hermoso apellido inglés, me parece que esto es un número más en la larga lista de fechorías que este grupo ha cometido. ¿Acaso el detective sabía quienes eran? Pintado en la pared se veía un enorme: Hechizatti, y una flecha que señalaba al cadáver. Una carta encontrada sobre el cuerpo decía: si ¿y qué?, fuimos los Hechizatti y volveremos.

La mujer sollozaba violentamente, mientras el detective repetía: "Como puede ver un grupo de fanáticos se hace responsable, no hay más que hacer aquí; señor Tipo-largo, no se necesitan sus servicios. Giré la cabeza para ver a la bella llorosa, al tiempo que dije: disculpe señor detective, pero creo que se equivoca, para mí el trabajito tiene la marca indeleble de la brutal mara salva-ranas; el paliacate dejado en la escena del crimen pregona que fueron ellos.

Me dispuse a explicarle al detective: La mara salva-ranas es una sociedad secreta, fundada en los albores de la civilización maya, sus vestigios pueden verse en cientos de formas antropomórficas de ranas dejadas en los altares, con el tiempo se extendieron a otras culturas, muchas de las mal llamadas cabezas olmecas son en realidad ranas.

El detective se acerco y me dijo: yo solo conozco a los salvatruchas usté. No tenía tiempo que perder, todo indicaba que la vida de la bellísima doncella corría peligro, el paliacate era símbolo usual de los salva-ranas, una mara peligrosa que sacrificaba doncellas a los dioses mayas en un cenote, cerca de Yucatán.

La doncella accedió a acompañarme en mi búsqueda de los salva-ranas. La primera parada, en la terminal de buses, me permitiría ver con mis propios ojos a los comedores de revolcado, extraños seres que ingerían una dieta compuesta de vísceras y rostros de cerdo, revolcados en una salsa condimentada. Estábamos tomando una cerveza, cuando en un abrir y cerrar de ojos la bella inocente fue raptada.

Sabía que estaba cerca de los salva-ranas, era cuestión de seguir el reguero de pistas que dejaron. Las investigaciones me llevaron al kilómetro uno; ahí mismo, en el suelo, encontré el símbolo que necesitaba para ubicar al criminal que habría de llevar a la doncella a Yucatán, no sin antes hacerla recorrer los sitios de peregrinaje que los salva-ranas habían destinado en la ciudad.

Al filo de la media noche me balanceaba, como Cuasimodo, en el techo del centro cultural, desde ahí pude ver el estanque del teatro, de inmediato alcance a ver que una rana sonreía en el fondo. Ese era un antiguo lugar al que los albañiles que aspiraban a ingresar a la mara salva-ranas llevaban doncellas, el estanque era la representación del cenote sagrado.

Ahí estaba ella, hermosa, iluminada por la luna, la arropé y entre sollozos me dijo: no me llevaron al cenote sagrado, aquí me dejaron abandonada, descubrieron que no era virgen.

Los salva-ranas habían desaparecido. Decidí que no me importaba la virginidad de la doncella, nos escondimos entre los pasillos del teatro; ella agradeció, con toda su humedad, que la hubiera rescatado.

Al día siguiente, al abrir el correo electrónico, un anuncio de Google llamó mi atención: salva a las ranas, salva al mundo, tú eres el próximo. Supuse que volvería a encontrármelos.

Danilo Brownie

martes, 19 de mayo de 2009

La novela del martes -Capítulo 5-

Previously

La intervención milagrosa de la hermanita de Lucía María Gabriela salvó a Luis Pedro Javier de pronunciar alguna palabra que lo comprometiera, eso le dio la oportunidad de escapar; su mente alcanzó a inventar una mentira que le permitió salir corriendo, dejando atrás la marca de su olor. Cuando salía detuvo la mirada en los ojos de una chica sencilla, ella vestía ropa de sirvienta y tenía una escoba en la mano, no había de otra, era la sirvienta.

– CAPÍTULO 5 –

Al llegar a su casa, Luis Pedro Javier corrió al baño, las ganas le estaban ganando; hizo lo que tenía que hacer, luego buscó alcohol en el botiquín, mojó un pedazo de papel higiénico y de esa forma limpió sus heridas. Al abandonar la casa de Lucía María Gabriela tropezó en una grada, se levantó de inmediato, adelante volvió a tropezar, lo hizo al menos cuatro veces más. Al estar frente al espejo vio que tenía raspones en la cara y en los brazos, también sentía dolor en las rodillas; pensó que Dios lo había castigado por haber dicho una mentira, el dolor en los pies hizo que viera hacia abajo, fue ahí cuando notó que tenía las agujetas desamarradas.

El sábado estaba por llegar, muchas cosas sucederían ese día (Todos los sucesos están ajustados a la hora local).

00:01 En casa de Lucía María Gabriela, en la habitación de servicio:
—Que hombre más shuco, se me quita el sueño cuando recuerdo como me vio, casi me desnuda con la vista.

00:01 En casa de Luis Pedro Javier, en su habitación:
—Ojalá que hagan efecto las pastillas, no aguanto el dolor, además no puedo quitarme de la mente los ojos de esa chava, pobrecita, yo creo que tiene conjuntivitis, fea la cerota.

00:15 En una cantina del centro histórico:
—Todostabien, pero no, no, no, no, ¿cóm utass vastar bien, miejor, hic, migo seacasarconesaproechada, no, no, no, no.

00:30 En las afueras de un motel de la Roosevelt:
—Va pues, ya no se resista, desde las siete de la noche que la estoy rogando, entremos, ¿qué le puedo hacer que no le hayan hecho antes?

00:45 En la casa de los vecinos de Luis Pedro Javier, en la habitación principal:
—Ay, ay, así, así, rico papi, dame más, más, ummm.

01:00 En una lujosa mansión, alejada de los paparazzis:
—Brad, quiero muchos hijos, pero ya no quiero adoptar más, deseo estar eternamente embarazada.

01:15 En casa de Luis Pedro Javier, en la habitación de Doña Consuelo Esperanza Trinidad:
—Príncipe, penétrame con toda tu realeza, soy tu duquesa, pero quiero ser tu princesa.

01:15 En casa de Luis Pedro Javier, en su habitación:
—Alaputa, esa mi mamá ya se está pajeando otra vez, con lo caliente que es, yo no sé por qué no se consigue un su traido.

01:30 En casa de Lucía María Gabriela, en la habitación de Doña Úrsula Clotilde Mesalina:
—Qué se habrá hecho ese hombre, ya agarró carretilla de no venir a dormir los viernes.

01:30 En las afueras de un motel de la Roosevelt
—Entremos pues, ya me convenció, además tengo ganas.

01:30 En la casa de los vecinos de Luis Pedro Javier, en la habitación principal:
—Ya apagá esa tele vos, siquiera que aprendieras algo, no que sólo te montás y ahí va el chorrito.

La noche transcurría a ritmo lento, cada quien en lo suyo.

¿Qué nos deparará el resto del día? ¿Alguno habrá logrado conciliar el sueño? ¿Alguien habrá tenido un orgasmo? ¿Cuál será el paradero del papá de Lucía María Gabriela? ¿Será el padre Alberto quien está en las afueras del motel de la Roosevelt? Descúbralo en los siguientes capítulos de su novela del martes.

Corina Tallada