miércoles, 25 de agosto de 2010

Los niños de Caracas —13— Y final.

Tocamos la puerta varias veces, pero nadie salía, fueron más de cinco minutos los que esperamos; en ese lapso aproveché para tratar de unir las piezas del rompecabezas. Lo que menos me hacía click era la bisexualidad de Watson, mi Watson; no era que tuviera algún prejuicio en contra de ver o imaginar a dos mujeres juntas, desnudas en la cama; por el contrario, solo pensarlo era excitante, lo que me molestaba era que no me di cuenta; claro que tal cosa no hubiera ayudado a resolver el caso, pero habría hecho realidad una vieja fantasía.

Finalmente abrieron la puerta, la misma viejecita de la vez anterior, no habló, pero hizo una señal para que la siguiéramos, y nos fuimos detrás de ella. La gran rana de piedra seguía en el jardín, pero ya no habían niños jugando, y el silencio era sobrecogedor.

Nos hizo esperar en la misma sala, ella solo dijo:

—Ahora vuelvo con su mascota.

El gato resultó más hermoso de lo que Watson pensaba, según sus palabras, era idéntico al anterior; además, parecía recordarla perfectamente, porque al nada más verla saltó hacia sus piernas.

Observando al gato estábamos cuando apareció el doctor.

—¿Qué le parece? —Dijo.

—Es impresionante. —Respondió Watson.

—¿Así que ustedes clonan mascotas? —Inquirí.

—Mascotas, y otros especímenes. —Dijo el doctor, de manera reveladora, al tiempo que acariciaba a un niño que lo acompañaba.

El gato era la prueba de que el fin último de aquel embrollo, que inició con el robo de los cabellos de Bolívar, era la clonación; aunque todo indicaba que el negocio tenía años de haber empezado. Lo raro era la apertura que el doctor tuvo con nosotros. Mi interpretación fue que, quizá, ya no quería seguir adelante con el experimento, porque el sentido original se estaba desvirtuando; así lo dio a entender cuando le preguntamos por los niños que vimos la primera vez que llegamos.

—Miren, por instrucciones de la persona que financió la investigación, los niños fueron enviados, uno a Colombia, otro a Venezuela, el tercero se quedó en Guatemala; y este jovencito, que me acompaña, va para Cuba la próxima semana. Nunca más lo haré de nuevo, porque creo que he sido engañado. —Agregó, al tiempo que ponía cara de decepción.

No dijo más, solamente cruzó unas palabras con el niño, su acento cubano era notorio.

La última noche en Casa Santo Domingo fue increíble, Watson volvió a ser mi Watson, pero me tenía reservada una sorpresa, se apareció acompañada de la turista alemana.

Por la mañana, durante el desayuno, les comenté lo que pensaba:

—Supongo que los cabellos fueron utilizados para fabricar los clones. Por supuesto, el que se va para Cuba es harina de otro costal; recuerden que los rumores de la muerte de Castro siempre han estado a la orden del día. Creo que Chávez encontró la forma de recrear el sueño de Bolívar, mucho mejor si lo hace utilizando al mismísimo Libertador.

Me quedé callado, ya no quise decir más, pero seguí escribiendo unas líneas en mi informe; al que minutos después le di send. Watson y la turista alemana jugueteaban en la cama, todavía en ropa de dormir.

Puse atención al periódico, varias noticias indicaban que la vida continuaba, igual. Una nota decía que Suo Yon, experto coreano, certificó que el agujero de la zona 2 fue ocasionado por la ruptura de la tubería que conduce el agua a los alrededores. Otra noticia mencionaba que varias cabezas humanas fueron esparcidas por toda la ciudad y que se creía que aquello era obra de la Mara Salva Ranas. Una distracción más, pensé; qué estarán tramando ahora, me pregunté.

Mi Blackberry hizo un ruido extraño, recordé que el sonido indicaba que tenía un email, era de Londres: Señor Tipo Largo, los cabellos aparecieron y están de nuevo en el museo. No dudamos que se deba a su intervención, por lo que agradecemos toda su ayuda. Gracias por el informe. Esperamos contar con sus servicios en una próxima oportunidad. La tarjeta de crédito que le enviamos, al inicio, ha sido desactivada. En su cuenta hemos depositado la cantidad convenida, más un bono adicional, ojalá sea de su agrado.

Suspiré aliviado, aunque no del todo, pues tenía la sensación de no haber hecho lo suficiente.

Cosas raras de este mundo moderno, pensé, clones en Colombia, Venezuela, Guatemala y Cuba. Parece que Bolívar volverá a cabalgar en América latina, y Castro seguirá vivo unos cuantos años más.

Fin.

Danilo Brownie

miércoles, 18 de agosto de 2010

Los niños de Caracas —12—

Luego del terremoto en Haití, ese brutal sismo que dejó más de doscientos mil muertos, Chávez señaló que aquello había sido provocado por los pitiyanquis, así les dice él, de cariño, a los estadounidenses. Lo de Chávez raya en la esquizofrenia y la paranoia, no se le puede creer nada a un tipo que declara, ante un auditorio lleno y en transmisión directa de televisión satelital, que uno de sus sueños era nombrar a su hija María Bandera, así lo dijo en alguna oportunidad, también mencionó que no lo hizo porque su esposa amenazó con echarlo a la calle si lo hacía.

El caso es que las palabras del gringo seguían dando vueltas en mi cabeza, y unidas a las declaraciones de Chávez, la destrucción en Haití, en Chile, la seguidilla de terremotos y ahora los dos desastres, en una semana, en Guatemala: la arena volcánica que paralizó los vuelos; y el agujero de la zona 2, que parecía haber sido hecho con un laser; las piezas del rompecabezas comenzaban a tener sentido.

Era como de ciencia ficción, pero había alguna lógica en todo, lo que me preguntaba, y volvía al misterio inicial: ¿cómo se conecta la situación en Guatemala con los cabellos de Bolívar? Entonces pensé, Watson, mi Watson, ya me ha dado la respuesta.

Esta vez, el viaje hacia la capital fue menos tortuoso. Ya no llovía y la ceniza había sido limpiada, aunque todavía quedaban restos en algunas calles. Watson estaba distante, ya no era mi Watson; resultó ser bisexual y las últimas noches se las pasó encerrada en la habitación de una turista alemana, que conoció en el lobby del hotel, me lo contó todo sin rodeos; pero su presencia era importante, porque íbamos por el clon de su mascota.

Llegamos a la zona 2, alrededor del agujero ya no se arremolinaban los curiosos, lo más seguro es que todos se habían acostumbrado a su existencia y no le ponían más atención.

Mientras tocábamos la puerta del laboratorio, Watson dijo:

Estoy convencida de algo, los niños que vimos el otro día son clones de Bolívar, de seguro fueron hechos a partir de los cabellos robados, además Chávez está buscando más ADN del libertador, por eso desenterró sus restos hace poco.

Sus palabras confirmaron lo que yo supuse con anterioridad, aquello tenía lógica, la pregunta que surgió fue: ¿Qué van a hacer con ellos?

Continuará
Dentro de poco el gran final, o el final, a secas.

Danilo Brownie

jueves, 12 de agosto de 2010

Los niños de Caracas —11—

El gringo jaló una silla y se sentó. Vestía una gabardina, como las que usan los detectives en las viejas películas de detectives. Se aclaró la garganta y antes de hablar se metió la mano a la bolsa interior del impermeable, como buscando algo, luego dijo, en perfecto español.

—Cariño, creo que necesitas algo más fuerte que el té.

De su chaqueta, sacó uno esos frasquitos de metal y vertió un poco en el té de ambos, y un poco más en su vaso. Después inició un raro monólogo.

—Estoy harto de la lluvia, de la ceniza, de los derrumbes en las carreteras, de los agujeros que se abren de forma espontánea. Ya se sabe cuál es la causa, obtenemos pruebas todo el tiempo, lo informamos a nuestros superiores, pero ellos solo mueven la cabeza, sin decir nada, y nos mandan a otra misión. Estos paisitos son pintorescos, pero un mes consecutivo aquí ya es insoportable. Fucking rain, fucking country, si tan solo escucharan lo que se dice, sus presidentes deberían hacerle caso a Chávez, quizá así harían que detuvieran, de una vez por todas, esos experimentos HAARP.

Entre trago y trago, estuvo hablando como media hora, sin permitir que le dijéramos algo; mi Watson se había quedado dormida, yo estaba cansado, sin ganas de interrumpir al gringo, por lo que habló sin parar. Pensé que solo era un fulano paranoide, porque mencionó varias de las más famosas teorías de conspiración que existen, aunque siempre volvía a hacer énfasis en el rollo HAARP. Finalmente se quedó callado, permaneció sentado unos cinco minutos más y luego se fue.

Mucho de lo que dijo no tenía sentido, al menos eso pensé mientras lo escuchaba; pero ya en la habitación, recostado, después de tomar un baño caliente, al tiempo que cuidaba el sueño de mi Watson, saqué la grabadora, porque tuve el cuidado de grabar lo que el gringo dijo, y escuché todo de nuevo.

Con la mente despejada, lo primero que hice fue darme cuenta de que el gringo era igual a Mel Gibson, por eso su cara me había parecido conocida, era claro que no era él, ¿o sí? El caso es que, después de escuchar unas tres veces la grabación, sus palabras empezaron a tener sentido. Eso es, pensé, ahora tengo la información que hacía falta para llegar a algo concreto; entonces dije en voz alta:

—Voy a resolver esto de una vez por todas.

Continuará

Danilo Brownie

jueves, 5 de agosto de 2010

Los niños de Caracas —10—

El retorno hacia Antigua fue raro. La lluvia estuvo presente en todo el camino, a veces caía en forma torrencial, como cuando alguien llena un tinaco y luego le da vuelta para dejar caer el agua de un golpe; y en algunos tramos solo se sentía una leve brisa.

El conductor del taxi era extraño, apenas dijo un par de palabras durante el recorrido, y cada tanto tiempo fijaba su mirada en el espejo retrovisor, en actitud de vigilancia, nos miraba y miraba el camino, con los ojos bien abiertos; en determinado momento nuestras miradas se cruzaron y fue algo estremecedor.

Cuando estábamos por llegar a la bajada de Las Cañas, esa pendiente interminable que desemboca en la entrada de Antigua, advertí que una motocicleta nos seguía; caí en la cuenta que había estado detrás desde que salimos de la zona 2; se acercaba, subía las luces, se ponía a un lado, se retrasaba, se cambiaba de lado, miraba hacia adentro del taxi, como intimidando; al finalizar la bajada nuestro taxi entró a Antigua y el motorista siguió.

El taxista se detuvo en la entrada de Casa Santo Domingo, cuando quise pagarle volteó y dijo unas palabras, que resonaron dentro del vehículo:

—Tipo Largo, deje de entrometerse, no nos obligue a tomar medidas drásticas.

Watson, mi Watson, se había dormido en todo el camino y la voz del taxista hizo que se despertara sobresaltada, temblando. Por instinto se pegó a mí, la abracé, como se abraza a alguien a quien se quiere defender. El conductor no dijo más, ni siquiera recibió el dinero por el servicio, nos dejó bajar y se fue.

Entramos al hotel, fuimos directamente al restaurante, para conseguirle un té de tilo a mi Watson, porque estaba temblando de la impresión. Nos sentamos, ella se fue calmando, poco a poco. Ya más tranquilo, evoqué la imagen del taxista, tratando de identificarlo, aunque solo recordé que se dio vuelta y extendió el brazo entre los dos asientos delanteros, entonces visualice un tatuaje que tenía a lo largo de todo el antebrazo, las imágenes eran borrosas, pero pude recordar que decía Mara Salvaranas.

Mientras esperábamos el té, notamos que un gringo nos observaba; no era el clásico mochilero, él vestía de forma elegante, su actitud era de estar a la defensiva, mirando hacia todos lados, pero principalmente hacia la puerta y a nosotros.

Como no soy de los que se aguantan los acosos, decidí enfrentarlo, y le grité:

—Hey mister, come, sit down with us.

El gringo no se sorprendió, se levantó de su mesa, se acercó, jaló una silla, se sentó y dijo:

—Tipo largo, supongo.

Watson, mi Watson, y yo nos miramos, sin decir palabra; el gringo se me hacía familiar, pero no pude reconocerlo de inmediato.

Continuará

Danilo Brownie