lunes, 26 de abril de 2010

¿Por qué cuelgan los tenis?

—¿Por qué cuelgan los tenis?

La pregunta de Miguel me sacó de onda.

—¿A qué te referís?

Sin decir palabra, señaló una serie de zapatos tenis, nuevos, regulares y viejos, que colgaban del alambrado público.

Le respondí que no sabía, además le dije que me importaba poco, que esa era una de las quinientas cincuenta mil cosas que no me gustaban del barrio en el que vivía. Le dije que entrara a la casa, nos sentamos en el sillón, ellas se estaban arreglando, mientras tanto nosotros nos echamos una cerveza.

Miguel estaba aburrido, esas cuatas se tardan mucho, dijo; luego me preguntó si tenía unos zapatos que le prestara, porque necesitaba cambiarse los tenis que cargaba, pues ya estaban muy viejos. Le pasé unos mocasines que ya no usaba, se los puso, después enrolló un purito, lo encendió, le dio tremendo chupón y a los pocos minutos estaba alucinando.

—Todo está chilero mano, pero esas pendejas llevan casi media hora arreglándose, esperame un ratito, ahorita regreso.

Salió corriendo, yo salí detrás, más para que me pasara el purito; lo alcancé, lo tomé del brazo, nos quedamos parados, alzamos la mirada y ahí estaba, arriba del cerro, parecía un duende peludo, Miguel no le puso importancia, debió haber pensado que era parte de su alucine; entonces noté que llevaba los tenis en la mano, al ratito se puso a tirarlos al aire, intentando que quedaran colgados del cable. Antes que lo consiguiera las chavas salieron, pero él ya no quería irse sin dejar los zapatos en el alambre. Como tardaba tanto decidimos dejarlo y le dijimos que nos alcanzara.

La fiesta estuvo buena, pero Miguel nunca apareció; al regresar a la casa nos dimos cuenta que sus tenis colgaban del cable, que cerote más necio, dije, y le resté importancia al asunto.

Hace un rato me llamaron de la morgue, mi número estaba en su celular, me pidieron que fuera a renocerlo, al parecer un sicario lo acribilló; que cerote más necio, de verdad colgó los tenis, dije mientras me apresuraba a salir.

Adipuma Naiqui

martes, 20 de abril de 2010

No se les debe mentir a los niños

Ya no se puede confiar en la gente, se aprovechan porque uno apenas tiene trece años; el tipo me ofreció cien quetzales, pero no me los dio; dijo que esperaría en la esquina, que no me dejaría solo, pero se fue; hice lo que pidió, no fue complicado, meterle dos balazos a una doñita que apenas podía caminar no representaba reto alguno.

Ahora tendré que matar dos policías y matarlo a él, pero mis cien quetzales los cobro a como de lugar.

El chiqui