jueves, 30 de octubre de 2008

Micro relatos de espantos y desaparecidos - IV

Aquel espacio era claustrofóbico, las paredes daban la sensación de movimiento, como si de pronto se le vendrían encima, afuera había gente esperándolo: su novia; los suegros, a quienes nunca había podido conquistar; también estaban sus padres; por eso tenía que encontrar la manera de salir rápidamente del encierro; pronto empezarían a extrañarlo.

Sudaba con intensidad, la camisa dejaba ver las consecuencias; hizo un último y penoso esfuerzo, dejó escapar un sordo gemido. ¿Lo habrían escuchado? Apartó ese pensamiento, elevó la mirada un instante, cuando volvió a ver hacia abajo se dio cuenta que el agua subía.

Recorrió el cuarto, con la vista, en busca de algo que lo ayudara a detenerla, aquello no podía terminar así, no ese día, cuando estaba a punto de sellar su compromiso; pero no podía hacer nada, el agua seguía subiendo, él trataba de detenerla, de escapar, sudando aún más.

Estaba a punto de gritar, cuando el agua dejó de subir, justo a la altura del borde, un milímetro más y se hubiera derramado todo, en el piso brillante, en la alfombra felpuda.

Nunca más vuelvo a echar el papel en el inodoro, dijo aliviado, mientras terminaba de secar el sudor de su frente.

Peter K. Gone

lunes, 27 de octubre de 2008

Dinosaurio

¿Por qué a los Augustos les dicen Titos? Preguntaba Pablo, mientras Tito gritaba desde su escritorio: el dinosaurio se perdió, ya no está. Ese fue el detonante para el barullo que se vino después: Jorgito vociferaba que Juanito le había quitado su refacción; Luisita no paraba de llorar, porque Martita le dijo que Julito ya no la quería; lo demás vino como una reacción en cadena, pero sobresalía la voz chillona de Tito, quien no dejaba de llorar, pidiendo desesperadamente que le devolvieran su dinosaurio.

Como Tito seguía llorando por su juguete, puse a todos los niños a buscarlo. Ese era uno de aquellos momentos en los que ser maestra de primaria se volvía desesperante. Supuse que estábamos buscando un animalito de plástico.

Pasado un buen rato le puse fin a la búsqueda, Tito seguía llorando y, entre pucheros, repetía: el dinosaurio se perdió, ya no está. Finalizado el día, le puse una nota en la agenda, dirigida a la mamá, pidiendo que vigilara que su hijo no llevara juguetes al colegio.

Al otro día Tito entró corriendo, gritando con euforia: seño, seño, lo había dejado en casa, dentro de un cajón, me dormí y cuando desperté el dinosaurio todavía estaba ahí. Revisé la agenda, para ver la respuesta de la madre, el mensaje decía: Estimada profesora, no se preocupe, ese dinosaurio es la mascota imaginaria de mi hijo, algunas veces la deja en casa y luego no se acuerda.

Barney

viernes, 24 de octubre de 2008

miércoles, 22 de octubre de 2008

Él

Mario es figura permanente en el álbum familiar, la primera foto en la que aparece es una donde baila conmigo. Yo tenía seis meses de edad y él se mueve al compás de alguna música, mientras me carga y toma mi manita. Siempre fue un dandi, así se le ve en todas las fotografías, antes y después de la tragedia. Cuando mi padre se envolvió en aquel escándalo, yo tenía seis años, y todos los amigos se alejaron de nosotros como quien huye de la peste.

Apareció en mi casa para llevarme a la suya, casa de hombre soltero, ahí permanecí mientras mi padre lograba probar que Daniela, mi madre, se había suicidado.

Las huellas de tres años de cárcel y la persecución que le hicieron mis abuelos, quienes nunca se ocuparon de mí, dejaron a mi padre cansado y triste. Yo crecí con Mario, él me enseñó a sumar, a leer y a andar en bicicleta. Cuando mi padre volvió a la calle, Mario le rentó el apartamento que tenía sobre el garage de la casa, aunque jamás pagó un centavo. Ambos vivimos ahí hasta mi matrimonio.

Yo lo quería como a un padre, le tenía más confianza que al mio. Solíamos salir de parranda los viernes, me enseñó a beber con medida, a no permitir algunos avances, a defenderme y a golpear donde duele. Me cuidaba mucho, a pesar de ello me casé embarazada.

Recuerdo a Joel temblando, cuando tuvo que pedir mi mano, a mis dos padres; recuerdo a Mario sentado al lado de la cama cuando perdí al bebé; lo recuerdo golpeando a un Joel desarmado, quien no tuvo valor para seguir conmigo, pues ya no seríamos padres.

La noche que volví a casa se convierte en algo confuso: por un lado el beso, un beso apasionado con el que Mario me llevó a la cama, y su voz diciendo: princesa, siempre fuiste mía. Por otro, mi padre llorando y forcejeando con Mario, sin entender nuestra desnudez. Mi mente trata de comprender la historia detrás de todo eso.

Mi padre salió de la casa, por la madrugada, llevaba una pequeña maleta y dinero que Mario le dio. En mis manos tengo la carta, que yo no conocía, escrita por mi madre antes de suicidarse.

Ahora, perdida en tal estado de conciencia, creo que alucino. Al tiempo que leo imagino a mi madre, de pie, en la puerta de la casa, escuchando los gemidos de su esposo, quien disfruta debajo de Mario. La veo acercarse a mi cuna y llevarme a otra habitación, para que no escuche, y luego escribir la nota para su hija, y tomarse todas las pastillas que le dieron para la tristeza, que la acompaña desde hace meses, cuando descubrió que mi padre le era infiel.

Electra

viernes, 17 de octubre de 2008

lunes, 13 de octubre de 2008

Crack

Muchos años después, frente al público que llenaba la sala, habría de recordar aquellas gloriosas tardes que vivió en los campos de tierra de su pueblo natal. El fútbol fue su primera pasión y en ese instante que precedió a la lectura de su discurso las imágenes de los triunfos alcanzados vinieron a su mente. Nunca supo si lo que sucedió esa noche fue real o producto de su imaginación, total él siempre creyó que cosas aun más extraordinarias eran posibles.

Se vio, de pronto, en medio del pequeño estadio, vestido de frac, escuchando a todos gritar su nombre. Los veintidós saltaron a la cancha y de inmediato se reconoció, cuarenta años menor; en ese momento cayó en la cuenta que nunca se había visto jugar; por eso buscó un lugar para sentarse y se dispuso a disfrutar el partido.

Cuando él estaba en el campo todo el pueblo se reunía a verlo, eran unas doscientas personas que se amontonaban en improvisados graderíos, nadie quería perderse las hazañas del crack.

Tomaba la pelota y la repartía con precisión, nunca fallaba un pase y siempre que el ataque iniciaba en sus botines el gol era seguro; ese era el principio del espectáculo, pues la magia, la de verdad, se desbordaba en las jugadas individuales; entonces si no había que perderse detalle; hacía desaparecer la pelota, con pequeños amagues dejaba tirados a los rivales, volteaba a ver, regresaba a levantarlos y seguía corriendo, luego venía el sombrerito, el autopase, correr como quien levita, adelantarse a la pelota y esperarla metros adelante, hacerse humo enfrente de todos, era mágico pero al mismo tiempo real; el respetable llegaba a lamentar que marcara gol, porque significaba el final de la jugada.

Al tiempo que escuchó la ovación, decidió que había visto suficiente, y se dispuso a iniciar el discurso, antes se dijo a sí mismo, hice bien en no dedicarme al fútbol, habría sido famoso a menor edad, pero ahora no tendría ni un céntimo; además me hubiera perdido el Nobel.

Chepito de la Discordia

jueves, 9 de octubre de 2008

Historia de terror en cuatro actos

El celular de Hansel y Gretel
(Basada en un arrebato de Hernán Casciari)

PRIMER ACTO

Hansel y Gretel son dos niños problema, gemelos, cada uno intenta ser más malvado que el otro. Todas las mañanas cuando se levantan gritan a la madre y a la criada, el padre tiene un chichón que le dejó el vaso de aluminio que le aventaron el lunes, la criada tiene quemaduras de segundo grado en los brazos, provocadas por la sopa hirviendo que no quisieron tomar.

Los padres no saben que hacer y para tenerlos felices, porque Dios guarde un enojo de los pequeñitos, los complacen en todo lo que piden; por eso su habitación está llena de tecnología: televisores LCD (más de uno); PSP; Nintendo Wii; Computadoras desktop con conexión a Internet; Laptop, para cuando salen o van al colegio; Ipod; y muchos otros gadgets de última generación.

El berrinche de la semana se debe a que quieren, ambos, un Iphone que el padre se niega a comprar.

Padre: No, no y no, no compro cosas a niños malcriados.

Madre: Pero si no se los comprás serán los rechas del cole.

(Ambos niños asienten con cara de tristeza, haciendo un puchero que recuerda al gato con botas de la película Shrek).

Padre: No, dije no y no, que se conformen con el celular que tienen.

Hansel: (Sollozando) Pero padre, mi celular ya está muy viejo, hace seis meses que no me compras uno nuevo, ya no sirve, tiene problemas, no carga rápido la pila y la cámara pixela las imágenes, y no tiene TV online.

Gretel: (Sollozando más fuerte) Y el mío tiene rayada la carátula…

Padre: Dije que no, y estoy dispuesto a cumplirlo; además, mañana nos vamos a Semuc Champey, ustedes tienen que ver la naturaleza en un lugar que no sea la TV.

Hansel y Gretel: Preferimos mil veces estar en el mall que en la naturaleza, fuchi.

Gretel: Mosquitos, lagartijas, guácala

Madre: Tienen que hacer lo que dice su papá.

SEGUNDO ACTO

El mall brilla de tecnología, cascadas falsas, cielos estrellados falsos, niños falsos, adultos con sonrisas falsas, mujeres con tetas falsas y miradas falsas, los pasillos llenos y los negocios vacíos; nadie compra, miedo en el ambiente o calaveras de plástico por todos lados, niños bien, emo, góticos, malas copias de otras realidades, fantasmales, se mueven por los pasillos.

Madre: Te agradezco tanto que no nos hayas llevado a Champey, ahora te quedó dinero para comprar los Iphones de los nenes, y todavía alcanza para que vayamos a cenar…

Padre: (Disgustado) Uummm.

Madre: Además alcanza para que me compres el baby doll rojo y el vibrador grande que querías.

Padre: (Más disgustado, pero con un brillo malicioso en los ojos). Como quieras.

Hansel: Papacito lindo, que bien que me vayas a comprar el Iphone, te juro que lo voy a cuidar.

Gretel: Si papacito, mira, aquí también hay cascadas, si quieres te tomamos una foto con el Iphone nuevo.

Se acercan lentamente a una tienda maravillosa: las paredes brillan como joyas, cientos de pantallas iluminan la entrada, lo último en tecnología está en exhibición y los niños pueden jugar, mientras los padres observan. Al fondo, una mujer linda, artificial, pero linda, a quien la madre ve como una bruja, revuelve una especie de caldero, en donde se encuentran las solicitudes de cientos de personas que prepagaron el teléfono, va a sortear un Iphone y le dará un millon de minutos al afortunado.

La bruja mueve el caldero y todos abren los ojos, los niños están aprisionados por los controles del Wii y sólo atinan a mover las manos, al tiempo que la bruja lo hace. Hansel y Gretel no tienen sus controles de Wii, por eso se dedican solo a ver, ellos solo juegan con sus propios controles.

Madre: Les dije que trajeran sus controles, hay premios para el que juegue mejor.

Hansel: Oh, madre, lo olvidamos. (Su gesto es de indiferencia).

De manera imperceptible, los niños desaparecen de la vista de los padres, la tienda es enorme y será difícil encontrarlos.

Padre: Mira vieja, vámonos de aquí, estos cerotes, digo niños, que se queden, no nos van a extrañar, y si quieren encontrarnos lo harán en cualquier momento, al fin que tienen su Iphone nuevo

Madre: ¿Pero me compras unos zapatos antes?

Padre: Lo que quieras, pero salgamos de aquí pronto, esta tienda me molesta.

Padre y madre: Niños, regresamos en un rato, los llamamos más tarde. (Dicen en voz alta, a la nada, pues los gemelos están lejos).

TERCER ACTO

Motel de mala muerte, padre con látigo en la mano, y madre atada a la cama, está claro que ambos tienen vicios ocultos.

Padre: Y bien, querida, hemos dejado a los niños y jamás volverán a molestarnos, salen bien caros esos cerotes.

Madre: Pero, ¿qué hiciste?.

Padre: Pronto se darán cuenta, pero no podrán hacer nada...je je je je, y como vivimos en un suburbio esos niños no saben como regresar a casa, siempre se duermen o juegan en el camino.

Madre: (Grito de horror) Nooooo.

CUARTO ACTO

El mall de noche, comercios cerrando, Hansel y Gretel sentados en una banquita, jugando con su Iphone nuevo.

Hansel:
No lo entiendo mi Iphone ya no funciona.

Gretel: Es que la bruja no nos dio los cien minutos, ni los mensajes ilimitados, sólo teníamos cincuenta minutos y los gastamos en internet, que está bien caro, esa compañía de teléfonos es una estafadora.

Hansel: Es que es un cobro extra y el tacaño de padre sólo dejó pagados los aparatos.

Gretel: No entiendo porque la bruja dijo que nuestros celulares viejos no tenían el chip, no pudimos cargar las direcciones y el colmo: se quedó con ellos.

Hansel: No recuerdo el número de nadie, ni siquiera el de abuelita.

Gretel: Esto es espantoso, estamos perdidos.

Hansel:
Y la tarjeta de débito reporta vacía…¿Cómo regresaremos a casa?

Hansel:
Hay que regresar a la tienda de electrónicos, ahí hay computadoras con internet, yo guardo una copia de los teléfonos en mi lista de contactos...

Gretel: Pero Hansel, Ya casi cierran, ya cerraron el mall, no nos dimos cuenta por estar jugando, y no trajimos los controles del Wii.

Hansel:
No importa, pasaremos la noche en el cine, ahí no nos pasará nada.

Gretel: Tengo miedo, ese emo lleva una chaqueta que parece tenerla puesta desde hace dos años, estamos rodeados de mendigos y vándalos….

EPÍLOGO

El padre, después de una noche de terror, donde tuvo que escuchar cada palabra que decía su mujer, decidió que los niños era un mal menor y regresó por ellos al mall.

Los niños pasaron la noche hablando, uno con el otro, por fin, y se dan cuenta que han estado chateando sin conocerse, descubrieron que el Iphone tiene muchos defectos y que además, el área de cobertura es limitada y los minutos caros, también se dan cuenta que si padre no suelta la plata no hay Iphone; pero han regresado a la tienda de electrónicos, en donde, después de hacer que despidan a la bruja por inepta, logran conseguir los chips perdidos y llamar a casa.

Moraleja: Pórtense bien niños.

Padre, madre y niños se abrazan en el mall y cantan la canción de Movistar (o la de Claro, depende quién quiera patrocinar el montaje de la historia).

Hermanos Gris

lunes, 6 de octubre de 2008

De la serie diálogos incongruentes IV

—¿Vio que los bancos quebraron?

—Si, es que son de mala calidad, ya no los hacen como antes.

—Pero muchos de esos bancos fueron creados hace décadas.

—Entonces fue por eso.

—Puede ser, pero se supone que eran sólidos.

—Pues ya vio, siempre dicen lo mismo, que van a durar toda la vida, que soportan cualquier peso, que cualquiera puede usarlos.

—Lo malo es que la gente se confía y luego pierden su dinero.

—Ah, pero también tiene uno que fijarse, no se puede invertir solo así por así el dinero, además hay otras opciones.

—No crea que hay muchas, ya vio que no solo los bancos nacionales están quebrados, también los gringos.

—Mire pues, quiere decir que ya nadie hace las cosas bien, yo que pensé que solo los chinos hacían cosas de mala calidad.

—Los chinos son otra historia, en realidad no estoy enterado como son los bancos de allá.

—Pues si son como todo lo que hacen hasta tóxicos deben ser.

—No creo que sea para tanto, pero nunca se sabe, mire que al gobierno gringo le está dando tremendo dolor de cabeza, muchos dicen que los republicanos perderán las elecciones por la quiebra de los bancos.

—Ah, pero entonces si que son muchos los que han quebrado, es que dicen que la gente en los Estados Unidos es muy obesa, de seguro eso tiene que ver.

—¿Cree usted que tenga que ver?

—Por supuesto, todo es cuestión de peso.

—Entiendo, creo que tiene razón, porque los que han quebrado son algunos de los bancos de mayor peso.

—La culpa de todo la tiene la comida rápida.

—Ya lo creo que influye, porque al final de cuentas todos invierten su dinero en bancos, no hay otra forma.

—Me parece que si hay otras formas, pero igual se está expuesto a que quiebren.

—Ajá, la situación está muy difícil, casi insostenible, ya no haya uno que hacer, porque los bancos quebrados decían tener muy buen respaldo.

—Mire que interesante, bancos con respaldo, para eso mejor hubieran comprado sillas, son más duraderas; por otro lado, ¿no sería mejor comprar bancos de metal?

—¿Bancos de metal?

—Si, tengo un amigo que hace unos muy buenos, pero los carpinteros ya lo están empezando a llevar mal.

—¿Bancos de metal? ¿carpinteros? ¿de qué está hablando?

—De los bancos, ¿y usted?

—Ah, También, pensé que hablaba de otra cosa. Bueno, ya me voy, otro día seguimos arreglando la economía.

—Cuando quiera, nos vemos pues.

Mil Ton Freak Man

jueves, 2 de octubre de 2008

Paul

Sentí ganas de llorar, la noticia me conmovió, es raro como los sentimientos acumulados, que uno cree ya no están, que han desaparecido, son detonados por un vistazo al periódico, por lo que se oye de casualidad, ahora me entero quien eras, pero no me arrepiento, sigo pensando que no me perdí de nada, que eras igual que todos, a pesar de tu generosidad, el color de los ojos no miente, por eso es que sigo sola, sabía que venías de paso, como lo hiciera años después tu amigo Mel, fuiste tranquilo, te vi varios días por el parque, antes que te atrevieras a hablarme, a comprar algo de la venta, pagaste en dólares por los chuchitos, el atol y las tostadas, no quisiste recibir el vuelto, es mucho dinero, dije, pero no te importó, estabas petrificado viendo mi escote, queriendo ver hasta adentro, gringo shuco, dije subiendo el tono de voz, tomá tu vuelto y dejá de estar viendo lo que no te importa, ni siquiera escuchaste, hasta pude oír tus pensamientos, aún después que te alejaste, ese día volviste por la tarde, no quisiste comprar, pero me hablaste y no te entendí nada, tan viejo y no hablabas español, fueron varios días de insistencia, querías llevarme, pero nunca he sido babosa, ni he necesitado de tecomates para nadar, la comida siempre se vende, claro que eras guapo, a que mujer no ibas a gustarle, pero me mantuve firme, luego desapareciste, no supe más de vos, ahora me doy cuenta que era cierto, que eras vos el que salía en esas películas viejas, por eso siento ganas de llorar al enterarme de tu muerte, y digo en voz alta, miren pues, el gringo shuco era famoso, Paul dice aquí que te llamabas.

María Del Parque