lunes, 31 de marzo de 2008

El retorno

Regresó montado en su caballo, al trote, no venía tan avispado como cuando se fue, hay que recordar que los años no pasan en vano, pero venía dispuesto a recuperar el tiempo, a darle a su país un poco de lo que había aprendido mientras estuvo afuera, no importaba que hubiera sido producto del exilio, él había dado la vuelta al mundo, navegado los siete mares, conquistado mujeres de todas las razas, pero le faltaba algo, estaba incompleto, no era suficiente con el aporte que sus libros habían hecho a las letras nacionales, no, él tenía que descubrir al próximo premio Nobel, era imposible morir sin cumplir ese objetivo, era imposible vivir sin encontrarlo. Bajó de su caballo y de inmediato se puso a buscar a los posibles candidatos, de haber sido en éstos tiempos quizá hubiera organizado un reality show, pero como era otra época organizó certámenes de cuento, de novela, no de poesía, ese ya se sabe es un arte menor, incluso consiguió patrocinadores, muchos le brindaron su apoyo, creyeron en él, tenían que hacerlo, él sabía lo que hacía, tenía que saberlo, se trataba de un escritor-viejo-exiliado-retornado, la fórmula era infalible. No hace falta decir que ante la noticia de su llegada muchos fueron a buscarlo, llegaron a su casa, bebieron su vino, robaron sus libros, le llevaron manuscritos, le leyeron en voz alta, porque él a media página siempre se quedaba dormido. Decidido como estaba dio premios de cuento, primero a un publicista, luego a un doctor, más tarde a un maestro, su búsqueda era incesante, el próximo Asturias podía estar en cualquier lado, se lamentaba de que no hubieran más concursos, de que hubieran tantos poetas, en donde están los narradores vociferó más de una vez. El siguiente paso fue premiar novelas, imposible imaginar una literatura nacional sin novelistas, para entonces a su casa se ingresaba por turnos, a cada uno de los aspirantes le era asignado un horario, cada uno trataba de asegurarse el fallo favorable del jurado. Aquello ocasionó batallas campales, los que sobrevivieron lograron la bendición del patriarca y el premio en efectivo. Recibieron el galardón: un columnista de prensa, un psiquiatra retornado, jóvenes prometedores. ¿Quién sabe que hubiera sido de las letras nacionales si aquel sabio no hubiera regresado?. A pesar de todo, al momento de morir su búsqueda no había terminado o quizá no había empezado, hay quienes dicen que su intención no era encontrar al próximo Miguel Ángel, él ya lo había visto en el espejo; que sus objetivos no eran tan nobles, él necesitaba asegurarse de que ningún otro pudiera superarlo, por eso repartió los premios a su antojo.

Marito Il Duque

viernes, 28 de marzo de 2008

Sitiados

A los amables internautas que nos honran con su visita, los invito a leer el nuevo post en el blog de Johan.

http://johanbush.blogspot.com/

Salud

miércoles, 26 de marzo de 2008

Por poquito

—El director técnico lo hizo muy bien, ¿no le parece?

El hombre con gafas de montura de oro sonrió, al tiempo que bajó la mano derecha hacia el cenicero y tomó con la otra el grueso tarro de vidrio que contiene una bebida dorada.

—Ha sido un buen movimiento, pero nada comparado con aquella vez que conseguimos que Brasil perdiera la copa del 98.
—Claro, esas son ligas mayores, igual les dimos la sede del 2014, pero no todos los años hay Mundial, hay que entrarle a lo que venga.
—Como aquella vez que hicimos clasificar a Trinidad y Tobago, no podíamos quedar mal con Jack.
—Lo mejor de todo es que no siempre se trata de dinero, las comunicaciones y los derechos de televisión han cambiado mucho las cosas, ¿recuerda cuando andábamos de arriba para abajo con esos maletines llenos de dinero?
—Eran otros tiempos.

El hombre se sentó derecho, cuidando que su fino traje de diseñador se arrugara lo menos posible, en el exclusivo restaurante del hotel de cinco estrellas se sentía el rey del universo; quizá lo era, su trabajo le permitía darse esos lujos, tantos años en el negocio le habían valido para acceder a toda clase de privilegios; los otros, los directivos, pensaban que él era su empleado, pero al final resultaba lo contrario, dependían de él, dependían de sus negociaciones para que el gran teatro no se les cayera. Es cierto, entre todos decidían quienes jugarían la siguiente Copa del Mundo, cual sería la próxima sede, y aún más, que país sería el próximo campeón, pero quien tenía los contactos era él.

—La verdad es que esos jovencitos guatemaltecos juegan bien, pero igual no les costó dejarse golear y menos perder por penales.
—Y nosotros logramos deshacernos de los mexicanos, como no les bastó el campeonato sub-17, siguen necios con ser los próximos campeones, y más necios con seguir apoyando a ese bocón que tienen por técnico, no se dan cuenta que nos perjudican el negocio.
—Por eso hay que tomar medidas drásticas, vaya que los guatemaltecos siempre ayudan.

El mesero recogió los tarros y vació discretamente el cenicero, no es propio que un dirigente deportivo tenga ese feo hábito.

—Nos falta el tema del técnico, bueno, de los dos técnicos ¿a donde va el tico ahora?
—A donde sea, no podemos darnos el lujo de que haga clasificar a la selección mayor de Guatemala al mundial.
—¿Y quién se quedará con la bicolor?
—Esas son pequeñeces, las directrices ya están dadas, hay que hacerles creer que son ellos los que deciden.
—Es cierto, para un fútbol de la edad de piedra, un entrenador primitivo.


Edson Era Antes

lunes, 24 de marzo de 2008

El cero Maya - I -

Como todos los días, la abuela de Pocomché se levantó muy temprano a moler el cacao, pues había que hacerlo sencillo para pagarle el tributo al rey, quien era el único en el reino que podía comerse el dinero, la abuela colocó una semilla de cacao a la izquierda de su piedra de moler. Pocomché se despertó y tomó su jícara, llena de maíz quebrado o Guaronxej, que tenía fermentando desde hace unas semanas; dio un sorbo y contuvo la respiración hasta que, de pronto, dejó escapar un sonoro eructo que la abuela reprendió de inmediato; Pocomché se carcajeó y salió corriendo, sacando polvo, a lo que la abuela respondió lanzándole la semilla de cacao en la espalda, misma que al rebotar cayó justo a la derecha de un vaso, en donde estaban unas inscripciones de números que identificaban a Pocomché como discípulo del sacerdote maestro, el sabio que veía las estrellas. Pocomché se quedó quieto, viendo la semilla al lado del vaso, la abuela pensó que había quedado así por el golpe, intentó preguntar, pero no tuvo tiempo, porque Pocomché salió corriendo.

Sólo después de preparar la cena que el sacerdote maestro había ordenado supo lo que había sucedido. Esa noche se hizo público el descubrimiento, las palabras del sabio fueron: "por casualidad y con imaginación (muchos años después Einstein utilizaría la frase "la imaginación es más valiosa que el conocimiento"), la semilla de cacao cayó del lado derecho de los números inscritos en el vaso, fue así como Pocomché descubrió que el cero podía tener un uso a la derecha y cambiar el número por múltiplos a conveniencia".

Poco tiempo después Pocomché volvió a salirse con la suya cuando convenció a todos que debían construir un enorme barco al que luego llamaron Arca, porque vendrían días de lluvia interminable y la ciudad de Tikal desaparecería del mapa, producto de las inundaciones. Fueron muchos quienes lo siguieron, tanto así que la ciudad fue abandonada y ellos se trasladaron a unos cientos de kilómetros adentro del mar, exactamente a una isla llamada Atlántida, la misma que muchos decenios después corrió igual suerte.

Michael Ixbalanque

lunes, 17 de marzo de 2008

Procesión

Desde hace varios años se viene escuchando que los fieles cargadores para las procesiones que las iglesias pequeñas organizan, previo a semana santa, han disminuido. Por supuesto que las procesiones de la mera semana mayor no tienen ese problema.


Las iglesias se han visto obligadas, entre otras cosas, a: bajar el valor de los turnos; promover que almas caritativas compren turnos completos, para repartirlos entre sus amistades; organizar procesiones sin cobro; por mencionar algunas.

El problema ha trascendido, al grado de que en El Vaticano se discute la solución. El punto que más desanima a los feligreses es el relativo al peso de las enormes andas, muchos de ellos quisieran cargar, pero regresar el cortejo a la iglesia se hace demasiado cansado, mencionan que el esfuerzo ha enviado a varios al hospital, con lesiones en la espalda, rodillas y hombros.

Para este año se planificó implementar una posible solución al tema, los devotos cargadores están emocionados, pues el día de hoy, en este preciso momento, se está poniendo en práctica.

El tráfico, inusual para la hora que era, a la entrada del periférico, desvió mi atención de lo que mencionaba el locutor de la radio. Los vehículos se apresuraban a pasarse al lado izquierdo, pues los dos carriles pegados al barandal del puente del Incienso estaban llenos. En la medida que me acercaba, a paso muy lento, pude ver una tremenda aglomeración, también observé que adelante del puente el tráfico se aligeraba, un muerto, pensé. Cuando iba pasando por el centro del puente me di cuenta de que ahí se quedaba toda la gente, bajé el vidrio y pregunté, casi dando gritos, que era lo que pasaba, entonces alguien respondió: Es la procesión del Santo Cristo del suicidio.

Jonás Ungido

viernes, 14 de marzo de 2008

Viernes de dolores

Al siempre: blogueador, conocedor, en el internet navegador, a todo aquel que quiera convertirse en buen lector, hace saber: que ha sido publicado un nuevo post en el blog de Johan Bush Walls.

http://johanbush.blogspot.com/

jueves, 13 de marzo de 2008

Aclaración necesaria

Esto de los equívocos me tiene, cómo decirlo, un tanto emputado. Y es que uno quiere ser simplemente lo que es en el mundo, y no que lo anden por ai confundiendo como si no fuera ya suficiente ser extranjero, pobre, negro, íngrimo y solo, sin una negra que por las noches diga aquí está tu becho, morocho, aquí tu apapacho, venga que le doy calor.

Como ya comenté, vivo en el centro de la ciudad. Y me encanta vivir acá. Y también creo que no podría hacerlo en otra parte de este pueblón encerrado y oscuro que da claustrofobia. Y no por caquero sino porque difícilmente tendría otra opción. Abandonado por la burguesía desde hace décadas, el centro ha sido asaltado por una fauna bastante entretenida: artistas suicidas, rockeros oscuros, que no negros, conste, drogadictos aferrados, maricones alegres y bulliciosos, pervertidos, indigentes labiosos, locos, travestis, poetas jóvenes, actores viejos, pornógrafos… En fin, una faunita para asustar a las buenas conciencias. Así que también los pelados —católicos, protestantes, mormones o wannabes— se fueron a sus colonias de casitas fabricadas en serie, con aire de residenciales y garita, pero con cuartos donde no cabe una cama queen size, o cabe justito pero ya no hay espacio ni para una lámpara, y aquí quedaron muchos apartamentos vacíos y a muy buen precio. Así que era vivir acá, que me gusta mucho, no me quejo, o irse a las afueras, a un barrio popular, a una colonia oscura, devastada.

Pero la vez pasada me encontré con Chepe León, un conocido de los tiempos en que, recién venido, buscando chamba y entrándole a lo que se pusiera enfrente, paré de animador de barra show. Chepito era de los clientes asiduos del local, y cada semana "reestrenaba chava" como él decía. Y ahora, desde el exótico caribe dominicano, la sensual Daaaayaniira, decía yo, y presentaba a la Mayra, una patoja de Coatepeque con dos hijos a los que adoraba y un hijueputa que se los hizo. El caso es que a los clientes no les gustaban las cicatrices de cesárea que le habían dejado los partos, y al poco tiempo la dueña le recomendó un oficio diferente. Así paró viviendo en mi casa, haciéndome cariñitos por las tardes en que nada había por hacer, paseando por la sexta desde el parque hasta la dieciocho, cocinándome de vez en cuando, haciéndome el amor. Hubo un momento en que llegué a quererla, en que hice planes e imaginé años iguales y apacibles. Pero mi suerte es negra, y no es una ironía, porque eso fue justo el día anterior a aquel en que la vi bajando del Nissan Sentra del tal Chepe León.

—Y usté, ¿qué se ha hecho? —me dijo un aliento a tabaco rancio sobre el hombro, justo a la altura de la trece calle y sexta avenida. No lo había visto, baboso como estaba echándole el ojo a una canchota que trabaja en un almacén de electrodomésticos.
—Pues allí, mire, pasándola como siempre —me agarraba desprevenido pero era ya tarde como para mirarlo con rencor, enfrentarlo, echarle en cara la suerte de la Mayra. El dolor, el odio, eran ya sólo un recuerdo.
—¿Y qué hace ahora usté? —me preguntó, como con verdadero interés.
—Soy escritor.
—Ah…. Puta —me dijo, y todavía no podría distinguir si lo hizo con respeto o con ironía. —Bueno, el caso es que ya no voy mucho por allá, usté sabe, se volvió muy peligroso, y uno pues tiene sus necesidades. Y de repente usté pues, bueno, me podría echar una manita consiguiéndome unos mis reestrenitos, ji ji. Claro que yo se lo reconocería adecuadamente, ji ji.

No le dije nada, en realidad me dieron ganas de pegarle un trancazo en pleno hocico, pero me contuve. Miedo, pues. Había mucha gente.

—Bueno, ¿y dónde está viviendo? —me preguntó al ver la cara de mula que de seguro le estaba mostrando.
—Aquí en el centro.
—Ahhh —me dijo—. ¿No se habrá vuelto hueco, verdá usté?

Y Chepe León no ha sido el único que me ha creído hueco por vivir acá. También la señora donde lavo la ropa, el chavo de la tienda, unos discípulos que tengo en el taller… La vez pasada la doña de la limpieza me dijo que había un inquilino nuevo en el 44 y, guiñando el ojo, me recomendó que lo invitara a un su cafecito. No tengo nada en contra de los gays o de ser gay, algunos de mis amigos lo son, pero quisiera dejar constancia acá de que no soy homosexual, que nunca lo he sido y que no tengo planes de serlo. Además, quiero aclarar otros equívocos que pesan sobre mí últimamente.

Debido al éxito del blog de los cuentos pajeros, ya me estoy dando paja, recuerden que soy escritor pajero, andan averiguando quién soy, dónde vivo, qué hago, con quién ando, lo cual me ha favorecido porque ahora llega más mara al taller. Como hay gente que se ha sentido aludida, la vez pasada quisieron agredir a un jamaiquino que vende CDs de reggae. Ese que anda con un sombrerote, caminando por toda la sexta. El agresor, dicen, se llamaba Pedro Pérez, y se sintió ofendido porque uno de los posts fue firmado por el bloque antipiedralista. De negro malnacido, andá a chingar a tu madre no bajó. Aunque su agresión me pareció, eso sí, más ingeniosa desde el punto de vista lingüístico que la de un crítico literario, quien de alguna manera, no se por qué, se ha sentido identificado con uno de los muchachos que escriben en el blog. El mencionado crítico salió en defensa de la sacrosanta academia, cosa plausible por supuesto, sobre todo para alguien que hace crítica literaria siendo licenciado en educación, algo que admiro mucho, pero acabó por llamarme José Joaquín. Lo que más me extraña es que también lo han hecho algunos que han colgado comentarios en el blog. Así que juro por el abakuá que mi madre me puso por nombre Johan Bush Walls y que nunca he usado otro nombre que éste. Vaya usted a saber usted por qué el tipo se sintió aludido, yo no me meto con nadie, porque soy paranoico. Les cuento que últimamente hasta me he sentido perseguido.

No se refería a mí el joven poeta, cuando afirmó, en su blog, que a los otros que escriben blogs, aunque son ingeniosos, les falta cayo. Digo esto porque algunos de mis discípulos han acudido a mí bastante interesados en cotizar un su cayito allá en las costas de mi natal Belice. Seguramente, el poeta se refería a que les falta callo, con doble l, es decir, algo así como sustancia, oficio, mordacidad. Claro que con tan excelso trabajo, a cualquiera se le perdona que no sepa escribir, que use frases hechas, que recurra al inglés y al portugués o que tenga sus faltitas de ortografía.

No soy el tío de Wingston González. Aunque no me ofendería serlo.

No soy miembro de Al-Qaeda, ni estoy haciendo terrorismo en contra del establishment cultural guatemalteco. Nunca he planeado asesinar a Tasso Hadjidoudou.

Sí tengo mis papeles en orden: residencia, permiso de trabajo, cédula de vecindad, licencia de conducir tipo C, y no, entiéndase bien, no formo parte del Pen Club Guatemala.

Sólo soy un escritor pajero, recuerden eso, pajero.

Johan Bush Walls

lunes, 10 de marzo de 2008

Entrevista pajera con Silvio Rodríguez

Los que luchan toda la vida son los imprescindibles

La frase de Brecht me viene al dedo, he luchado toda la vida para lograr esta entrevista. La visita de Silvio a Guatemala, por fin, me dio la oportunidad de convertir esa obsesión en realidad. Fue más fácil de lo que pensé, de seguro lo alentó el hecho de que los periodistas que asistieron a la conferencia de prensa demostraron tener poco conocimiento acerca de su música, en tono de broma mencionó, imagínate, alguién dijo que yo era el autor de "Yolanda" y otro me atribuyó "Sin tu latido". Silvio es un hombre sencillo, como los versos de Martí, el tono de su voz adquiere, por momentos, el ritmo del son, la musicalidad de la poesía de Guillén. Escucharlo hablar es casi como asistir a un concierto, quiero decir que su voz es pausada y melodiosa.

Toma café y responde.

"Sueño con serpientes, con serpientes de mar"..."esta al fin me engulle", ¿sigues teniendo la misma fobia hacia las serpientes? ¿no es raro que un isleño también le tema al mar?
Mira Pepe, creo que no has entendido bien, esa canción habla de otra cosa, pero no importan los significados, importan los hombres, no las canciones.

"Como gasto papeles recordándote" ¿recordar es ahora más barato? ¿has asimilado bien la tecnología?, lo digo porque ahora se pueden enviar emails, el papel ya no es imprescindible.
Las canciones no tienen un significado literal, las mías son un acercamiento a la poesía, de verdad creo que no has entendido.

"Ojalá que la lluvia deje de ser milagro que baja por tu cuerpo", ¿no te parece que luego de la caída de la Unión Soviética, no creer en Dios ha pasado de moda? ¿sigués aferrado a la idea de renegar de los milagros?
Empiezo a creer que fuiste tu quien asesoró a los periodistas que no sabían que "Yolanda" es de Pablito y "Sin tu latido" de Eduardo.

"Debo dejar la casa y el sillón"..."por cualquier hombre del mundo" ¿no te preocupa que malinterpreten tus letras? o ¿debe interpretarse lo que se entiende?
De mi han dicho muchas cosas, que la gente interprete lo que guste. (el problema que debo resolver es como terminar la entrevista, sin parecer prepotente).

"Ahora comprendo cuál era el ángel" si antes reniegas de los milagros, ¿no te parece contradictorio que luego digas que comprendes acerca de ángeles?
El sifnificado de las canciones está condiconado por...

Una persona interrumpe a Silvio, le habla al oído, él pone cara de sorprendido; como haciendo una reverencia, se levanta y pide disculpas, pues surgió un tema que tiene que atender, entonces debe retirarse, su sencillez se manifiesta de nuevo, se retira, pero quedan sus lúcidas respuestas, ante lo incisivo de mis preguntas.

Pepe Luis Cardamomo

miércoles, 5 de marzo de 2008

Bomberos (crónica alterna del concierto de Silvio)

Se dice que quien es incendiario a los veinte se vuelve bombero a los cuarenta. Han pasado muchas cosas desde que mi madre encontró el pasamontañas dentro de la gaveta de los calzoncillos y heme aquí, oyendo un disco de Silvio que me regalaron, lo pasé a mi Ipod touch, el sonido que proporciona la tecnología de última generación es tan puro, es innegable que me gusta y así más. El disco trae archivos LRC; o sea que está hecho para ser leído mientras la canción se reproduce, tiene todas las letras. Confieso que algunas no me hacen sentido y otras ni las recordaba. Es difícil memorizar tantas.

Es a propósito que cargo el aparatito; es fácil de guardar en la bolsa, pero estacionar mi Audi en las cercanías del estadio, siento que es mucho riesgo, dijeron que habrá parqueo, pero quién sabe, tal vez lo deje en la oficina y nos vamos en taxi, el estadio está cerca. Lo cargo para que pueda cantar al mismo tiempo, ya saben, que todo mundo piense que me sé las letras, aunque tenga que leerlas, pero por el formato en que están guardadas (editores cubanos, obvio) voy a tener que moverlas a la Blackberry, además tiene la pantalla más grande. Ojalá tenga espacio porque está bastante llena.

En el Ipod están casi todas las canciones, tengo la mayoría, las que faltan son las menos conocidas. A mi lado, Linda intenta sonreír mientras le digo que nos vamos en taxi, le sugiero que se cambie zapatos, se ve preciosa con esos tacones, pero no va a poder caminar en el estadio,
- ¿por qué tenemos que ir?
Su quejidito ha aumentado de volumen al final. Me siento como si fuera su papá, ¿será por mis cuarenta y cinco y sus veinticinco? Vamos porque vamos, Linda —le dije—, o si quieres me esperas en el apartamento y llego cuando termine el concierto. La conocí el año pasado, mientras le asesoraba la tesis, no se imaginan como me envidiaban sus compañeritos, pero, pues, ellos ¿qué le pueden ofrecer? ¿Una chica como ella con un casi adolescente?

Esteban me dijo que se vería mal porque ella es apenas unos años mayor que Aleida, mi hija, que ahora está en la universidad. ¡Qué más da! Para gato viejo, esta ratita tierna a la que mañana tendré que comprarle unos pantalones nuevos, porque dejará esos blancos asquerosos, en ese estadio.

Le sorprende que yo vaya de jeans y camiseta, con el entrenador personal pude mantener la cintura en su lugar, así que me veo fenomenal en jeans. Entramos y se queja por todo, frío, gente, lugar, la cola que hicimos junto a los de la general, el olor a miados de las entradas del estadio; pero la abrazo, la beso y se siente mejor. "¡¿Cómo vamos a ver a ese señor si no hay pantallas gigantes?!" Me dice como en un chillido "miralos a todos, amontonados, que gente sin cultura".

Veo hacia las gradas, con los binoculares, imposible, pero reconozco a Lucía, su belleza aún se percibe en ese huipil de Todos Santos y el pelo entrecano, amarrado con una cinta. A su lado un joven moreno grita las canciones, igual que ella, se nota que las saben; los movimientos de air guitar de él me revelan que además es músico, se toman de la mano... se besan. No me sorprende, igual que yo, ella anda con un muchachito que podría ser su hijo.

Quisiera escuchar Te amaré, mientras veo disimuladamente a Lucía, siento otra vez la fuerza que teníamos a los veinte años, hombres que luchan un día y son buenos (ahí está esa mujer loca que ha luchado toda la vida)…Silvio aprovechó bien los versos de Brecht; pero Silvio no canta Sueño con serpientes y yo necesito encender el Ipod, antes que la imagen de Lucía se desvanezca entre la turba.

Linda se ha aburrido por completo, me pide que nos vayamos, me ofrece quitarnos el frío cómodamente, si querés ponés ese disco tuyo. Escucho de lejos El Unicornio Azul, sé que voy a soñar con Lucía y su pelo que estalló en mi almohada.

En el apartamento, el sonido de los grititos de los orgasmos fingidos de Linda no hacen que desaparezca: Sueño con serpientes, que suena en el Ipod, pero mi mente ha comenzado a cantar otra canción: Bombero, bombero, no quería ser bombero.

Fidel Ernesto Ayau

lunes, 3 de marzo de 2008

De milagro

Hice el primer milagro cuando era bebé, aunque por aquel entonces no estaba consciente de haberlo hecho. Aunque no lo crean, recuerdo que esa vez mi mamá me dio a tomar agua hervida en la pacha, pero como no me gustó y mi paladar sólo tenía registrado el sabor agrio, salado, de la leche materna, pensé: yo quiero leche, no había terminado de pensar en eso cuando el agua cambio de color y de sabor. Como nadie me cuidaba, en ese momento, tal evento pasó desapercibido.

Antes de llegar a ser adulto mis necesidades eran pocas, por eso no era frecuente que hiciera algo fuera de lo común; sin embargo, cuando mis amigos o compañeros de estudio lloraban por cualquier cosa: una herida leve, un raspón, porque les robaban la refacción, porque habían olvidado la tarea, cosas así; entonces solo me bastaba pensar un momento en el problema y de inmediato todo quedaba resuelto.

Como es sabido, al tiempo que van pasando los años, van apareciendo las dificultades, de ahí que puse en práctica, con más frecuencia, mi habilidad para hacer cosas sobrenaturales. Luego de cubrir mis necesidades, noté que podía compartir mi don con otras personas, hacer el bien, sin mirar a quien. Pensé: todo será muy fácil, pero seré prudente, nunca intentaré revivir un muerto, cualquier cosa, menos eso, sanaré enfermos, eso sí. Me dirigí a la emergencia de los hospitales públicos, a clínicas privadas, visité casas, asilos, centros de salud, sigilosamente iba curando a todo los que llegaban, sin que nadie lo notara. Todo iba bien hasta que el índice de enfermedades disminuyó, al grado de que muchos médicos se quedaron sin empleo. Lo medité un poco y dije, mejor alimento a los hambrientos, fui de pueblo en pueblo, multiplicando almuerzos ejecutivos, menús de hamburguesas, menús de pollo frito, comida china, el pan de cada día, en fin, hice que la comida sobre abundara. Sobrevino, entonces, un gran desempleo, porque las cadenas de comida rápida cerraron, al tiempo que la gente que subsistía de sus pequeños negocios se quedó sin dinero para sus otras necesidades; es decir, había comida, pero no había dinero, que complejo, murmuré. Sin desistir, intenté otras posibilidades, pero todo lo que hacía traía un efecto negativo: si convertía el agua en cualquier otra bebida, las fábricas cerraban; si reparaba vehículos en mal estado, los mecánicos se quedaban sin trabajo; si generaba dinero, en lugar de bienes, los bancos iban a la quiebra; en mi desesperación, hasta llegué a resucitar a los muertos, pero entonces quebraron las funerarias, los cementerios se quedaron vacíos, la población aumentó de tal forma que la comida no alcanzaba; fue en ese momento cuando desistí.

Me retiré a un pueblo pequeño, en el cual pude pasar desapercibido. Así fue hasta el fatídico día en que el hijo del brujo se enfermó; después de ver que todo lo que hacía era inútil y que el niño se moría, no tuve más remedio que intervenir. Todo fue tan rápido, en un abrir y cerrar de ojos, el brujo había convocado a medio pueblo, acusándome de ser el diablo, las piedras no se hicieron esperar, me hirieron con tal intensidad que caí desmayado, no siguieron porque me dieron por muerto, poco faltó para que me crucificaran, a cambio me tiraron a un barranco. Cuando desperté me curé a mí mismo y decidí esconderme para siempre.

Jonás Ungido