martes, 22 de junio de 2010

Los niños de Caracas —4—

Muchas horas pasaron hasta que terminó el desfile, luego caminé un poco por el centro de Caracas, así se pasó el día, cuando me di cuenta ya había oscurecido, por lo que volví al hotel, en donde me esperaba el jacuzzi, masaje y bebidas, lo mínimo necesario para recobrar energías.

La mañana siguiente me dirigí al museo de Bolívar, llegué sin contratiempos, esta vez no hubo desfile. Traté de ubicar a los responsables de la administración del lugar, nadie dijo Yo soy, y quienes respondieron me vieron con suspicacia.

Después de pasado un tiempo, por fin conseguí que alguien conversara conmigo, el conserje fue el único que me puso atención. Habló con todo detalle de las cualidades del Libertador, su explicación fue abrumadoramente abundante, sabía todo lo que de Bolívar uno se pudiera preguntar; sin embargo, cuando inquirí acerca de los cabellos se quedó callado, expresó un: ejem, seguido de: Cónchale vale, yo que pensaba que Bolívar había sido pelón. La conversación resultó decepcionante, pero no quise despedirme sin intentar algo, por lo que sin más mencioné a los Salva Ranas, su mirada me dijo que había tocado un punto importante, pero trató de evitar la incomodidad que le produjeron mis palabras, y solo dijo: ¿Acaso no son de Guatemala?, aquí no los encontrará".

Mis pesquisas en Caracas no estaban dando frutos, no quería rendirme, pero no habían más pistas ni mensajes de los Salva Ranas. Me fui a la cama tratando de atar cabos, esa noche soñé con el mozalbete moreno, me desperté sobresaltado, intuyendo que el muchacho era parte de la solución al misterio.

Decidí volar a Guatemala, recordé que la última vez que estuve en aquella ciudad rescaté a una hermosa doncella que había sido raptada por la famosa mara; no me hice ilusiones de encontrarla, pero el misterio de los Salva Ranas era el principal atractivo; por eso regresé a la ciudad de los pilotos asesinados y los agujeros en las calles.

Continuará

Danilo Brownie

martes, 15 de junio de 2010

Los niños de Caracas —3—

Desistí de ir a Londres, no por las amenazas escritas en la nota, pensé que tenían razón, para ese entonces los cabellos de Bolívar ya deberían estar en camino hacia otro lugar; además el marido de Penélope aún seguía por allá.

Con la sensación de no querer salir de París, me despedí de Penélope y volé en dirección hacia el lugar que la nota parecía indicar, Venezuela; lo deduje porque el matasellos del sobre que enviaron los Salva Ranas tenía ese origen.

Al bajar del avión, en el aeropuerto de Caracas, el calor rondaba los 40 grados Celsius; casi me desmayo, el cambio de los 18 grados en París al clima tropical me afectó.

Metido en la alberca del hotel, deliraba sobre cómo encontrar el mechón robado, la pregunta fundamental que me hacía era: ¿para qué quiere alguien el pelo de un tipo muerto hace casi doscientos años? Decidí que tenía que ir al Panteón nacional, los restos de Bolívar reposan ahí.

Me topé con una manifestación en apoyo a Hugo Chávez, el caudillo iba justo adelante, montado en un caballo, a la par de él cabalgaba un mozalbete, como de doce años, flaco, moreno, vestía uniforme de campaña y boina roja.

Algo me dijo que ese niño era parte del misterio, pero en ese momento solo eran conjeturas.

Continuará

Danilo Brownie

jueves, 10 de junio de 2010

Los niños de Caracas —2—

Me cité con Penny en París, su marido estaba en Londres, por lo que ir para allá de inmediato no era buena idea; ella habría querido acompañarme y no podía exponerme a que nos descubrieran, nuestra relación lleva muchos años y me interesa conservarla.

La ola de robos en los museos parisinos me dio la excusa perfecta para quedarme unos días; aunque por otro lado, la primera impresión del robo del cabello del Libertador indicaba que detrás había una conspiración; por lo que de inmediato intuí que el asalto a los museos era un distractor.

Esa noche con Penélope fue intensa. Le dije que tenía que ir a Londres, mis pesquisas en París habían terminado y no tenía más tiempo que perder. Quiso ir conmigo, como lo supuse, ideamos un plan para llegar de incognito, pero la noticia del robo estaba en todos los periódicos, por lo que llegar sin ser vistos era imposible, en algo tan importante se supone que debo aparecer, mi sola presencia calma los ánimos.

Tuvimos una última noche de sexo, luego del desayuno tendría que despedirme. Me levante temprano, salí a recoger el diario, cuando lo abrí, sentado en el inodoro, encontré una nota que decía: Señor Tipo Largo, no hace falta ser usted para darse cuenta que no tiene nada que hacer en Londres. Salí del baño, con la nota en una mano, se la extendí a Penny, la leyó y solo pronunció: Firma, La mara Salva Ranas, a continuación dijo: Increíble. Así es querida, dije, la globalización puede con todo.

¿Qué hacía la mara Salva Ranas en el viejo continente? Fue lo que me pregunté en todo el trayecto hacia el aeropuerto.

Continuará

Danilo Brownie

lunes, 7 de junio de 2010

Los niños de Caracas —1—

Mi BlackBerry hizo un ruido extraño, nunca antes había escuchado ese sonido, claro que recién la había comprado y era la primera vez que recibía un correo electrónico; brillante, pensé, porque sin querer apaché un botón que encendió una lucesita, así es, la maquinita también hacía las veces de linterna.

Utilizando todas mis habilidades tecnológicas pude abrir el correo, después de leerlo recordé la vez que estuve en Caracas, una ciudad que no es de mi gusto, pero no se puede rechazar la hospitalidad de una Miss Universo. Como parece que atraigo los misterios y luego no puedo parar hasta resolverlos, aquella vez resulté envuelto en el extraño caso del asalto a la tumba de Simón Bolívar.

Quince horas más tarde, ese fue el tiempo que me llevó abrir el correo, más otras quince horas, llegué a París, como todas las primaveras. Esta vez no iba de vacaciones, en el correo, además de los tickets de avión, pude leer una nota que decía: Señor Tipo Largo (ya se había hecho costumbre que la gente castellanizara mi hermoso apellido inglés), usted no nos conoce, necesitamos su ayuda, en la exposición ‘Viva la libertad’ de la Biblioteca Británica, en Londres, robaron un mechón de pelo de Simón Bolívar.

Era en Londres, pero había tiempo para una escala en París.

Continuará

Danilo Brownie