martes, 15 de junio de 2010

Los niños de Caracas —3—

Desistí de ir a Londres, no por las amenazas escritas en la nota, pensé que tenían razón, para ese entonces los cabellos de Bolívar ya deberían estar en camino hacia otro lugar; además el marido de Penélope aún seguía por allá.

Con la sensación de no querer salir de París, me despedí de Penélope y volé en dirección hacia el lugar que la nota parecía indicar, Venezuela; lo deduje porque el matasellos del sobre que enviaron los Salva Ranas tenía ese origen.

Al bajar del avión, en el aeropuerto de Caracas, el calor rondaba los 40 grados Celsius; casi me desmayo, el cambio de los 18 grados en París al clima tropical me afectó.

Metido en la alberca del hotel, deliraba sobre cómo encontrar el mechón robado, la pregunta fundamental que me hacía era: ¿para qué quiere alguien el pelo de un tipo muerto hace casi doscientos años? Decidí que tenía que ir al Panteón nacional, los restos de Bolívar reposan ahí.

Me topé con una manifestación en apoyo a Hugo Chávez, el caudillo iba justo adelante, montado en un caballo, a la par de él cabalgaba un mozalbete, como de doce años, flaco, moreno, vestía uniforme de campaña y boina roja.

Algo me dijo que ese niño era parte del misterio, pero en ese momento solo eran conjeturas.

Continuará

Danilo Brownie

2 comentarios:

Verónica Calvo dijo...

Johan, breve, pero me engancha. Y hasta me sonreí (y reí), me gusta.
Por favor, maestro, sigue, dale, espero :D

Abrazo

Johan Bush Walls dijo...

Ananda: Que bueno que la enganche, ahí le va otro capítulo.

Salú pue.