jueves, 11 de junio de 2009

De la serie el escritor se pone fantástico -2-

Aquella mañana frente a los albañiles que construían casas de caña brava y lodo, en ese pueblecito olvidado de Dios (en donde nací), ya saben que él es muy olvidadizo, por eso quizá hay tanta hambre y mortandad en la tierra, yo creo en él, aunque me da la impresión que no tiene tanto tiempo como todo mundo supone, porque es evidente que hay cosas que se le escapan de control, prueba de ello son las mujeres vírgenes que ascienden al cielo, está claro que lo hacen sin su consentimiento.

Ese día supe que sus ancestros, los de los albañiles, no los suyos estimado lector, habían construido una ciudad que nadie recuerda, yo tampoco la recuerdo, pero su nombre siempre me sonó como a serpiente, algo así como anaconda, pero en masculino.

No fue un cuento de mi abuelo, ni la tradición oral, yo lo inventé todo, partiendo, primero de los albañiles y segundo de mi haraganería.

Verán, yo siempre quise ser escritor, desde pequeñito, aun cuando no sabía leer ni escribir; ya saben que a uno le da por rayar paredes y esas cosas. El asunto es que cuando me enteré que para escribir una novela era necesario hacer investigaciones profundas; incluso algunos escritores se enorgullecían de haber trabajado hasta diez años en una, entonces dije: eso no va conmigo, mejor invento cosas, así fue como nació el realismo mágico; así y después de leer algunos textos de Miguel Ángel, pero yo no le plagié nada, él decía eso porque a mi no me gustaba su poesía.

El título fue lo más sencillo, resulta que por aquellos días mi abuela Soledad cumplió cien años, yo quería escribirle algo como homenaje, aunque mi haraganería pudo más; después de pensarlo un poco empecé; por suerte encontré una vieja máquina, la que luego se convertiría en mi fiel compañera de vida, hasta llegué a rescatarla de un incendio; la cosa es que no pude redactar una sola línea para mi abuela, a cambio me salió la novelita que todos conocen.

Terminó aquí, también me agota esto de ponerme fantástico, aunque creo que debería ser fantasioso, que sé yo.

Gadiel Gatío Martes

7 comentarios:

Esteban Dublín dijo...

Jajajajaajajajajajajajaajaj.

Nancy dijo...

Johan, no cambias, eres genial.

mjromero dijo...

Menos mal que han llegado las vacaciones, porque sino algún estudiante dspistado llegará buscando el origen de Cien años de soledad, y se topan ni más ni menos que con la abuela.
Eso! eres un fantasioso fantástico.A la inversa me gusta menos como suenan esas dos palabras, y es muy importante que suene bien.

Johan Bush Walls dijo...

Dublín: Juajuajuajua

Nancy: Gracias, gracias, gracias.

Alfara: Pues si llegan aquí, llegarían al lugar correcto, si no tenemos la explicación se la fabricamos.

Siempre es importante que las palabras suenen bien.

Salú pue.

Anónimo dijo...

Qué malvado! jajaja.
Los cien años de la abuela Soledad no son suficientes para explicar el contagio del Realismo mágico, :P.
Besos.

X dijo...

Fantástico lo es usted siempre, maestro.

Johan Bush Walls dijo...

Parsimonia: Maestra el contagio del realismo mágico fue el resultado de leer los textos de Miguel Ángel, así decía él.

X: Alimenta usté mi ego, siga así.

Salú pue.