Cuando recibí la convocatoria me dije: estos libreros piensan que tengo tiempo para desmenuzar un tema y luego desarrollarlo, como que uno fuera a darle clases a un montón de traumados que no se atrevieron a estudiar ingeniería. Pero después de leer el listado: Literatura y globalización, La violencia, El deseo, El desencanto, La memoria histórica, La oralidad, La crítica a la modernidad, Multiculturalidad, Culturas locales/regionales/transnacionales, Literatura indígena, Literatura afro-centroamericana, Migración y transnacionalismo, Estudios de género, Estudios culturales, Teoría cultural y literaria en Centroamérica; me di cuenta entonces que mi obra de los últimos meses coincide con casi la totalidad, por no decir con todos los temas. En otras palabras, inconscientemente he estado cavilando lo mismo que ahora los organizadores tratan de condensar en un cursillo intensivo para actualización de escritores.
Realmente me encuentro en una encrucijada, ya me tomé tres cafés y no sé todavía en cuál tema me gustaría ahondar para poder aportar algo, como intelectual que soy, en este acontecimiento de la literatura nacional, aunque por otro lado, hasta ya he visualizado el color del traje que voy vestir para la ocasión.
El mes pasado, en un encuentro que hubo en la Antigua, me dijeron que cada vez me estoy pareciendo más a mi mentor en las letras, cosa que veo muy normal y hasta natural, porque el que anda entre la miel algo se le pega, y mejor si es entre la miel de las mieles; es decir, está bien si me parezco a mi mentor que tanto admiro, porque hasta Premio Nacional de Literatura es. Él me ha conseguido plata e invitaciones para encuentros literarios. Bueno, creo que sí me parezco a él, hasta en la forma en la que cavila, cuando sentado entre panelistas, por ejemplo, espera la oportunidad de tomar el micrófono, en tanto el autor presenta su obra literaria.
El viejo no sabe que trato de imitarlo, ni que ya compré, antes que él, los libros que, según dijo el otro día, quería leer. Me le estoy adelantando porque ando en la exploración de la transición cosmogónica del fenómeno literario global, para transpirar un poco más de posmodernidad y, de esa forma, acabar de una vez por todas con mi viejo estilo, que si bien les parece excelente a mis contemporáneos y a mi maestro, yo creo que puedo aportar mucho más y de una vez dar un gran salto cualitativo en mi desarrollo literario.
Voy a estar muy ocupado en estos días, pensando en el tema que finalmente desarrollaré, el puesto entre los ponentes lo tengo asegurado, sólo le doy una llamada a mi contacto del Pen para que me incluyan dentro de los panelistas y listo, ¿por qué no?. El otro día me invitaron para hablar a un grupo de estudiantes de una universidad privada, acerca del aporte del escritor a nuestra sociedad contemporánea; sólo bajé de internet un par de documentos, me los fumé en dos pencazos y me eché un buen párrafo. Así que no creo que me sea difícil hablar de la crítica contra la posmodernidad o cualquiera de esos temas.
Debo dejar de escribir porque ahora mismo comienzo a leer mi cuarto libro del día. Los tengo colocados en la mesita que está pegada a la ventana, una botella de agua pura los acompaña, en tanto yo me derrito aquí en el estudio, mientras escribo estas líneas, las únicas que escribo para que nadie lea. El conjunto de mi obra se la están peleando dos editoriales fuertes del país; ellos dicen tener un buen proyecto para promoverla. Así que todavía no me decido quien publicará mi próxima entrega, pero debo hacerlo ya, porque para mis lectores se ha vuelto costumbre que sea anual. Por de pronto nos veremos en la feria del libro.
Edgardo Chaqueta.
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