Después de leer: Queremos tanto a Glenda, se quedaron pensando cómo hacer para que su propio ídolo se mantuviera incólume. No pensaron que Glenda, luego del cuento, casi desapareció de la faz de la tierra.
Por lo demás, decidieron que su ídolo tenía muchos años de no sacar una buena canción, por eso se hacía necesario darle una ayudadita, y lo que se les ocurrió fue desactualizar sus canciones.
Lo de Lucía y la Vero fue fácil, las dos viejas, ya sin mucha popularidad, aceptaron abrazarse en público, mediante la paga de una pequeñísima cantidad y la promesa de un show de televisión, que ambas necesitaban con urgencia.
El bronceador en casa de esquimales fue enviado en una expedición, quienes sabiendo del daño que los rayos solares causan en el polo y concientes del cambio climático, con gusto lo llevaron a dos aldeas inuit que comenzaban a tener síntomas de cáncer.
Convencer a Pablito Ruiz, ahora un cuarentón gordo, para que cantara Ojalá, y que lo hiciera en vivo, en una vieja fonda argentina no significó ninguna dificultad.
Al final encontraron a una pareja, ella en mink y él en mezclilla, dispuestos a abrazarse en Central Park, no les importó que los jeans de él costaran casi lo mismo que el mink.
La canción, en cambio, no llegó. Lejos de la originalidad de los buenos tiempos, ahora a duras penas tenían una canción de levantarle la falda a las gordas del barrio, lo que provocó que pronto todos los vecinos les pasaran alzando la falda a ellas, que eran, obviamente, las mejores fans de Arjona y, por supuesto, las gordas del barrio.
Julito Corteza
4 comentarios:
jajaja muy interesante! aun lo es mas tu descripcion y narrativa!! salud...
Salud pues Mariano, esta es tu casa.
Supongo que Cortázar es ese ombligo literario con el que cargamos, amigo.
Gracias por la visita a la Caja.
Nos leeremos
Respetá a Pablito Ruiz, fue grande!!la mayoría de hombres a esa edad está gordos y panzones, ah y tampoco tiene 40 años.
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