jueves, 14 de agosto de 2008

De la trilogía la viga en el ojo - I

Además de haber visto todo lo que un ser humano tiene que ver, colocó cotas en los caminos, figuras polígonas en la tierra, concurrió a espectáculos bizarros, vio cuatro circos chinos, uno ruso y tres espectáculos sobre hielo. Presenció la llegada del hombre a la luna y le dio la mano al Papa. Además hizo tres viajes memorables: uno a la India, en donde pudo ver el Ganges tragándose los muertos. Otro a Inglaterra, para conocer el Teatro de los sueños y ver a su equipo, el Manchester, jugar un partido, que por cierto perdió, algo que no le gusto. Fue a Disneylandia, para tomarse una foto con Mickey Mouse, pecado mortal que le costó la mitad de sus amigos intelectuales, algo que nunca entendió, pues ellos solo iban a París; eso a él siempre le pareció una frivolidad, pensaba que la cultura hacía mucho tiempo que se había ausentado de las calles francesas.

Leyó lo que pudo y lo que le gustó, pero dejó varias decenas de libros en las primeras páginas, porque opinaba que los autores se plagiaban unos a otros y que la industria editorial le daba atole con el dedo a los lectores. Eso marcó el inicio de su súper-visión.

Se volvió adicto al cine, para encontrar los errores de montaje, y los anotaba en pequeñas libretas, y se tomaba la molestia de contar el numero de la secuencia, y la toma exacta, el encuadre, los actores, la descripción del escenario; incluso tomó clases de elaboración de guiones, para memorizar los diálogos de mejor forma, así poder dar su opinión doctoral.

No le bastó con el cine, su siguiente objetivo fue el universo, describió taxonomías de todo aquel ser viviente que lo rodeaba, los dibujó, fotografió, escaneó, los diseccionó hasta que su memoria se llenó de nombres científicos.

Hasta ese momento su vista había permanecido clara y objetiva, pero luego dirigió la mirada a los seres que lo rodeaban, quizo escuchar sus palabras, observar sus actos, su conducta, analizar sus ideas, y decidió cuestionarlos, fue ahí cuando le empezó a crecer una viga en los ojos, una enorme y monumental que a nadie le gustó, su vida nunca volvió a ser la misma.

Pancho Pajares

2 comentarios:

miquelet dijo...

Muy buen relato. Es de los que te hace reflexionar, por eso me gusta. Y es que cuestionarse a sí mismo es de lo más difícil de la vida. Pocas personas saben hacerlo en su justa medida. O bien no se cuestionan o se pasan, convirtiéndose en seres con falta de autoestima y confianza en lo que hacen. No sé cual de las dos posibilidades es la peor.

Salud.

Johan Bush Walls dijo...

Miquelet: De seguro, cuestionarse a sí mismo es muy, muy difícil.

Seguimos en la lectura.