Aquel espacio era claustrofóbico, las paredes daban la sensación de movimiento, como si de pronto se le vendrían encima, afuera había gente esperándolo: su novia; los suegros, a quienes nunca había podido conquistar; también estaban sus padres; por eso tenía que encontrar la manera de salir rápidamente del encierro; pronto empezarían a extrañarlo.
Sudaba con intensidad, la camisa dejaba ver las consecuencias; hizo un último y penoso esfuerzo, dejó escapar un sordo gemido. ¿Lo habrían escuchado? Apartó ese pensamiento, elevó la mirada un instante, cuando volvió a ver hacia abajo se dio cuenta que el agua subía.
Recorrió el cuarto, con la vista, en busca de algo que lo ayudara a detenerla, aquello no podía terminar así, no ese día, cuando estaba a punto de sellar su compromiso; pero no podía hacer nada, el agua seguía subiendo, él trataba de detenerla, de escapar, sudando aún más.
Estaba a punto de gritar, cuando el agua dejó de subir, justo a la altura del borde, un milímetro más y se hubiera derramado todo, en el piso brillante, en la alfombra felpuda.
Nunca más vuelvo a echar el papel en el inodoro, dijo aliviado, mientras terminaba de secar el sudor de su frente.
Peter K. Gone
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12 comentarios:
jajajajaj excelente. no esperaba el final.
Patty
Pero días después regresó con su esposa cargando una bolsa de pollo Rey y una bolsa de empanizado, y cuando encendió la luz, PUMMMMM, comieron Pollo Campero instantáneo. Por detener el agua, dejó encendida la estufa. Jajajá... Saludos maestro Johan, su cuento, muy bueno, da para darle una seguidilla desastrosa y final inexorable. Saludos de la tierra de nadie, El Cero.
jajajjaja Maestro, está excelentemente el relato, la verdad es que es una situación de temer, si fuese yo, hasta una crisis de pánico me daba...
le dejo mis saludos
Mi estimado Johan, me gustaría saber un poco mejor porque este relato hace parte de la serie de espantos y desaparecidos.
Muy bueno, sí señor. me he detenido a mitad de relato para intentar adivinar qué ocurría. Evidentemente no ha acertado.
Salud.
Odio las cañerías viejas como al fiambre con sardina.
jajaaja me sumo a la carcajada colectiva. Muy buen relato.
Patty: Que bien que haya funcionado para usted.
Cero: Gracias por los comentarios maestro.
vesania: Cara de espanto pone uno, me ha sucedido.
Esteban: La intención es hacerme un poco el gracioso, es por la cara de espanto que, según yo, puso el protagonista.
Miquelet: Eso mismo se pregunta uno en una situación similar, ¿qué está pasando aquí?.
Prado: El problema es que el fiambre con sardinas puede generar congestionamiento en las cañerías, y si son viejas, peor la cosa.
Nancy: Que linda risa tienes.
Salú, a todos, pue.
¡Ah! Por eso. El caso es que a veces me confundes, Johan. Con los títulos me doy una idea y me encuentro con otra en el relato.
Otra pregunta, ¿tienes libros publicados?
Esteban: No tengo libros publicados.
Salú pue.
Ah Don Johan... le confieso algo?, pero es secreto, oyó, que conste. Usted es de mis lecturas predilectas. Me encanta abrir su blog y no saber qué esperar, incluso sin saber si debo leer en este blog o me remite al otro. Es como abrir una galletita de la fortuna todos los días, genial.
No sé por qué pensé que el tipo del relato estaba metido en un ataúd y estaba siendo enterrado vivo jajaj.
Abrazos don Johan.
Prosódica: Será nuestro secreto entonces.
Salú pue.
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