A todos sorprendió el viejo Ramiro Tecú cuando abandonó el aguardiente y las eternas promesas de su Iglesia y se dispuso a esculpir. Contaba su exigua propiedad con un roquedal apropiado para darle forma. Sería la mejor manera, pensaba, de resarcirme por todo lo que estas piedras me estorban en el cultivo de milpa.
Con infinita paciencia limó y moldeó durante muchos soles el pedregal con la idea fija de representar a su desaparecida familia.
"Madre que con su único ojo bueno encontraba todas las cosas; mi esposa, mi refugio hasta que el mal parto se la llevó; mi hijo que perdió la vida al meterse en política, mis hijas que marcharon para Estados Unidos y de las que nunca más supe..."
Una piña de semblantes poblaron las rocas y no se formó en el cielo ocaso que no le encontrara sumido en evocaciones junto a su familia de caliza.
Entre nostalgias se le fue la vida y cuando el recuerdo de Ramiro desapareció en sus vecinos, su obra escultórica recibió el segundo moldeo, el de la vigorosidad tropical. La lluvia pulió las arrugas de la madre hasta hacerla parecer púber, se hostigaron las expresiones al mancharse de una negra patina de hongos, los líquenes barbaron los rostros, enturbiaron las miradas y, al final, enredaderas y arbustos le hicieron compañía tan frondosa que podía pasearse a su lado sin advertir que allí hubo piedras.
La pequeña propiedad y varias más que la rodeaban pasaron a mano de una familia de empresarios de reconocido apellido. Cerca de donde Ramiro descansaba junto a su familia de piedra se extiende ahora un jardín inglés donde la señora Zury acostumbra a tomar el té de las cinco.
La pequeña propiedad y varias más que la rodeaban pasaron a mano de una familia de empresarios de reconocido apellido. Cerca de donde Ramiro descansaba junto a su familia de piedra se extiende ahora un jardín inglés donde la señora Zury acostumbra a tomar el té de las cinco.
Con el ademán apropiado a su alto rango eleva la tacita de porcelana de Limoges atenta a la conversación de su compañera de golf y controlando que el meñique no se estire. El mismo escalofrío de siempre, no hay forma, piensa. Llama a su marido que asustado por las voces asoma la cabeza por el ventanal.
- Vos, no me haces caso, pero te juro que aquí se agria el té y lo peor es que tengo la certeza de
que siempre me miran.
GOATHEMALA
GOATHEMALA
1 comentario:
¡wow!; buen cuento. Pienso varias cosas:
* El cuento es de España, me imagino que el autor también; pero tiene mucha escencia latinaamericana, hay algo de retratar inequidades e injusticias de la vida
* el estilo trnaquilo, sosegado, que se deja llevar; creo que ese es el "Feeling" del cuento (ojo: que no cuenta nada alegre)
* Un excelente ejemplo de como pasan las cosas... pero se quedan ahí
* Dignos de releerse una y otra vez y detenidamente: el parrado donde cuenta sobre su familia (todo en tan poco); "El recuerdo desaparecio de sus vecinos", los dos renglones del final (si se juntan las tres líneas hace dos renglones) entre otros
Esta bueno ^^
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