Fue más o menos el catorce de noviembre que el tipo me llamó: broder, le cuento que todo salió bien, sólo que con la crisis la comisión se redujo, le tocarán unos cinco mil pesos, algo es algo, pero lo demás está hecho, su parte completa y la de su ex también, sólo hay un problema, lo quieren vacío para el viernes.
Me fui de culo, era miércoles, así que llamé a todos los cuates que recordé y, con los que se dejaron, pasamos toda la noche trasladando los chunches para la casa de mis padres: una cama pequeña, un gavetero, una tele de veinticinco pulgadas, un equipo de sonido, viejísimo pero que suena de a huevo, con tornamesa para acetatos, y cuatro cajas de mis libros y discos favoritos, no era mucho, pero nos tardamos un chingo porque con cada cosa paraba recordando a la Marcela y sus histerias.
El jueves amanecí de goma, pero me levanté para ir al chance, a medio día bajé a echarme unas chelas. Mario volvió a aparecer, acompañado de la morena escultural, quien resultó ser su amiga, conversamos un rato, le dije que había estado en la fiesta de Halloween y que no lo había visto, solo a su acompañante, respondió en forma evasiva, sin dar mayor explicación, al menos no mencionó a la Marce.
El viernes, en el windshield del carro, encontré una invitación de Mario, para acompañarlo a la cena de thanksgiving, no me fijé en la dirección, solo guardé la tarjeta.
Jueves de thanksgiving bajé de la oficina y me encontré a un sonriente Mario, vestido de gala, me dijo: no, no, no, no podés decirme que no vas conmigo a la cena; me tomó del brazo, hice un leve forcejeo, me apretó un poco, ya no pude negarme.
Creo que empecé a alucinar cuando me metió en el edificio donde vivía hasta hace unos días, luego me topé, de frente, con el pavo inflable, en la puerta de mi antiguo apartamento, una sonriente Marcela abrió la puerta, traía puesto un lindo delantal de encaje y un traje escotado, la fantasía de mucama francesa que siempre me ha rondado la cabeza. La mesa estaba puesta y todo estaba decorado con aquellas cosas grotescas que tenía almacenadas quien sabe donde.
Fingiendo naturalidad, entré y me senté en un sofá de cuero, que crujía espantoso, igual al que nunca quise comprarle. Mario me ofreció una cerveza, que me empiné y bebí de un trago.
Me salvó el timbre, dos parejas entraron juntas y comenzaron a sacarme plática, reconocí de inmediato a la secretaria del gerente de la oficina, qué chiquito es el mundo pensé; casi detrás de ellos llegó la morena grandota, la que conocí en la fiesta de Halloween. Marcela me presentó como el acompañante de Mario, por lo que todos pensaron que yo era gay. Me sentía incómodo, pero por alguna puta razón no me animaba a irme. Marcela oficiaba la fiesta, como sacerdotisa, yo sentía que en cualquier momento me atravesaría con el cuchillo, igual que lo estaba haciendo con sus ojos en ese momento.
La morena guitarresca puso el pavo sobre la mesa y todos nos abalanzamos a devorarlo.
En ese momento Marcela besó a la morena y le dijo: mami, corta tu el pavo, la cabeza me quería explotar, no sabía si estaba excitado, emputado, engañado o ¿qué?.
Comí despacio, bebí mucho y luego me dispuse a disfrutar la noche. Me hice el loco y me emborraché, no tengo ni puta idea del resto, ni cómo llegué a la casa de mis padres.
Por la mañana, en la claridad, en la oficina, con una pesada goma, pensé, ojalá que esa chava no me de color. Para medio día todos sabían que yo era gay. Al salir, a la hora del almuerzo, encontré a Mario, sonriente, en la puerta, invitándome a almorzar; le dije que no; él no era feo, pero de plano que no nací para esos rollos; insistió, pero volví a decirle que no, sin levantar la voz, solo agregué, conformate con haberte llevado a Marcela; se fue, pero antes de voltear, hizo una mueca y luego sonrió, loco cerote, dije murmurando.
El uno de diciembre salí de vacaciones, el gerente me repitió mil veces que no le molestaba adelantarme esos días, la semana santa del próximo año y del decenio próximo, con tal de no volver a ver a Mario rondando la oficina, tarde o temprano a todos se nos sale lo homofóbico. Parece que otra vez tendré que pasar la navidad en el puerto. FIN.
Jorge Arenas
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11 comentarios:
Muy buen triple relato, JBW
Estoy trabajando en algo parecido, así que la tengo difícil para evitar eso de las "contaminaciones positivas".
Gran cuento. Una situación que es de todo menos cómoda la de este personaje.
Salud.
Hola, Johan. Esta tripleta está entretenida. Creo que voy entendiendo más en qué consiste un cuento pajero. Quiero entenderlo en toda su dimensión a ver si algún día logro reproducir uno.
Y ya que me das el papayazo de una serie, me gustaría que revisaras estas:
http://estebandublin.blogspot.com/search?updated-max=2008-08-13T10%3A48%3A00-05%3A00&max-results=10
http://estebandublin.blogspot.com/search?updated-max=2008-06-03T08%3A49%3A00-05%3A00&max-results=10
Busca en el primer enlace el cuento que se llama Póker y en el segundo, La boda. A ver qué te parecen.
Como siempre, salú.
Excelente, Johan. Ya estaba extrañando esos remates tuyos que salen por donde uno menos imagina.
Gracias por tus relatos, me encantaan.
Viví tu cuento, Johan.
Me encanta leer la jerga chapina!
Un besito!
Gemelo: Me da usted mucho crédito, dificilmente contaminaría algo o a alguien, que bien que le haya gustado el texto.
Miquelet: La vida siempre nos vive poniendo en situaciones incómodas, pero es alegre.
Esteban: No se complique la vida, el típico cuento pajero es el que pone a un personaje real en una situación ficticia, pero que pudo haber sucedido, ese es el truco.
Con tus textos, me gustó mucho el del Poker, está bien concatenado, limpio. El del viejito creo que vende la historia en la primera parte.
Nancy: Me alegra que, al final, te haya gustado. Gracias por ser fiel lectora.
Lena: Muy tierno de tu parte, ¿conoces Guatemala?
Salú pue.
Hace arto no pasaba por aquí… que bueno volver y encontrar este asunto lleno de vida… a estos últimos textos les siento una especie de tristeza ausente (lo sé, suena reforzado) un tono que oscila entre lo cotidiano y lo amargo… están muy bien escritos, me encantan: 11 sobre 10 es mi calificación, hermoso. Me esta encantando esto de ser pajero. Como dice ud: “Salú pue”.
"El uno de diciembre salí de vacaciones, el gerente me repitió mil veces que no le molestaba adelantarme esos días, la semana santa del próximo año y del decenio próximo, con tal de no volver a ver a Mario rondando la oficina, tarde o temprano a todos se nos sale lo homofóbico. "
Es cabroncete este puto mundo, verdad?
Un saludo, un placer leerte
Gracias por los cuentos del día de gracias. Incomoda la fregadera, en especial en un país como el nuestro. Salud master.
Thanksgiving almost gay
Yacasi: Que bien que pasa por acá, lo de ser pajero es fácil, se trata de decir pajas y listo. Gracias por los buenos conceptos. No se pierda.
Hiperión: Sonría usted siempre, a pesar que el mundo sea cabroncete, esa es nuestra salvación, digo yo.
Kontra: pues aqui como que nos gusta agarrar fiestas ajenas, pero no se haga bolas, tal vez por eso les llaman wannabes
Dr. Piláz, mire pues, vino usted con los vientos de fin de año, o lo trajó Santa, lo que sea, que bueno que pase por acá.
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