jueves, 13 de noviembre de 2008

Los brujos

—¿Eres tu Mariana? ¿Qué tratas de decirme? Sabés, con el paso de los años mis sospechas se hicieron mayores, pero que sentido tenía, nada que yo hiciera cambiaría lo sucedido, nada te devolvería a mis brazos, y ella ha sido buena mujer, me ha querido, aunque yo nunca pude olvidarte.

El nunca pude olvidarte, pronunciado como una especie de grito, despertó a la abuela. No era común que el abuelo hablara dormido, quizá por eso fue la discusión, aunque ella siempre le reclamaba que no la había querido como a Mariana, cosa que él nunca pudo desmentir. Junto a mi madre bajamos a su habitación, para ver que la cosa no pasara a más; pues ambos abuelos rebasaban los ochenta años.

Al otro día la abuela seguía enojada. A pesar de los años transcurridos desde la muerte de Mariana, ella toda la vida demostró que el tema le molestaba. Mariana era su prima, pero estuvo comprometida con el abuelo; fue el día del funeral que aprovechó para consolarlo, luego siguieron saliendo juntos y así han permanecido hasta ahora. El abuelo le pidió que olvidara el asunto, que haber soñado a Mariana no tenía ningún significado; pero ella no dio indicios de haberlo escuchado. Yo la oí susurrar: No te lo llevarás, no te lo llevarás.

Después de aquella noche los abuelos no fueron los mismos, ella incrementó sus reclamos, pensamos que de plano era el inicio de la senilidad; el griterío llegó a ser insoportable. El silencio sobrevino hasta que el abuelo aceptó, en el tono más grave de voz que le recuerdo, que era cierto: Mariana fue la mujer de mi vida, tu nunca pudiste llenar su vacío.

Para aislarme de la bulla, me encerraba a escuchar a mi grupo favorito y le ponía todo el volumen al equipo. Mamá golpeaba la puerta y decía que le bajara a la música, nunca le gustaron Los brujos, mi grupo favorito, decía que sus canciones eran satánicas. Yo no le hacía caso, subía aún más el sonido, mientras ignoraba sus gritos. Llegada la hora de la comida tenía que salir, entonces si que se desquitaba; más cuando le pedía dinero, se negaba a dármelo, pues argumentaba que ya no quería que comprara aquellos discos diabólicos; ese si fue un problema, pues llevaba algunas semanas reuniendo para comprar lo último que habían lanzado Los brujos.

Como no llegaba a la suma requerida, opté por robar algo de la cartera de mamá y salí corriendo a la tienda. Ingenuo que fui, pensé que nunca se daría cuenta. Horas más tarde, cuando regresé me esperaba en la puerta de mi cuarto, con tremendo gesto, en voz alta me pedía el dinero robado, diciendo que me había convertido en delincuente por culpa de esos brujos, que eso demostraba que eran cosa del diablo. En esas estábamos cuando escuchamos: se lo llevó, se lo llevó, Mariana se lo llevó. Bajamos corriendo, encontramos a la abuela llorando sobre el cuerpo del abuelo, mi madre me vio con resentimiento, me arrebató el disco de Los brujos, que yo todavía tenía en las manos, lo tiró por la ventana y no paraba de decirme: vos tuviste la culpa, esa tu música satánica se llevó a mi padre.

Justo después del entierro del abuelo, casi al llegar la noche, mi madre encontró muerta a la abuela, esta vez no hubo gritos, pero entre sollozos incrementaba sus reclamos, decía que mi necedad la había dejado huérfana. Casi me desmayé, ante la evidencia no había más que aceptar la culpa, se me erizó la piel y no sabía que decir, me acerqué a consolarla, a pedirle perdón; acomodé los brazos de la abuela, encima de su pecho, fue entonces que descubrí la nota: No podía pelear con una muerta, no fue suficiente haberla matado, él nunca dejó de quererla, por eso lo envenené, como hice con ella hace cuarenta años; ahora voy a buscarlo, si no pude ser el amor de su vida, entonces seré el amor de su muerte.

Alfredo Ishco
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7 comentarios:

Nancy dijo...

¡Qué buenísimo, Johan! Te lo digo con las primeras palabras que se me vinieron al terminar de leer tu relato. Buenísimo.

Esteban Dublín dijo...

A mí también me gustaría un amor de mi muerte.

Salú, Johan. No sé por qué sigo pensando que con un poco de tijera, tus cuentos serían extraordinarios.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

¡Guauchi!, da un poco de escalofríos todo esto de los abuelos... uno los ve tan indefensos, tan incapaces de hacer algo así.
Menos mal que es un cuento...¿porque es un cuento, no?

vesania dijo...

... boca cerrada, y mil ideas dan vueltas...

Esta bueno, pero es frío, se mezclo con otras ideas que traía...

Un abrazo

Lukas Rybensen dijo...

EXCELENTE! Me encantó que la abuela en su último escrito salvase la conciencia del niño.

Un abrazo

Johan Bush Walls dijo...

Nancy: Que buenas palabras se te ocurrieron, de verdad que si.

Esteban: Te aseguro que hago el intento, pero no desisto.

Clara y Pepe: Pues hay abuelos malvados, ¿se acuerdan de la Candida Erendida?

Vesania: No te censures, encantado con todos los comentarios.

Luc: Bienvenido a esta tu casa de paja.

Salú pue.

Mixha Zizek dijo...

Realmente muy buena historia, me alegró haberte encontrado en mi blog y esta historia que relatas es increíble y el final muy bueno, ja que abuelo para malvado , mes gustó la evnganza es dulce...
un beso,

regresaré