No se sintió bien cuando se fue. Esos saludos y despedidas de medias palabras: que le vaya bien, que la pase bien, que tenga buen viaje; no le generaban ninguna clase de angustia o consecuencia moral, pero en el momento que le dijeron: A’i se cuida, pensó: ¿de qué? ¿de quién? y ¿por qué?, ¿qué oscuras intenciones había en pronunciar esas palabras? A’i se cuida.
¿Por qué se tenía que cuidar?, ¿Por qué caminar con pasitos arrítmicos?, dando saltitos, virando de vez en cuando el cuello, buscando al acechador, al ladrón, al terrorista de Al Qaeda, al judicial mexicano, al político narco guatemalteco, al agente de migración gringo, al quiebra bancos argentino, al hondureño entrenador de fútbol, al sicario colombiano. Quizá encontraría a la vuelta de la esquina a cualquier escoria del infierno, creada, o no, por CNN noticias.
El a’i se cuida se le fijaba en la cabeza, mientras subía los vidrios polarizados de su carro blindado, revisaba la póliza de seguros contra todo riesgo, se ajustaba el chaleco antibalas, programaba el GPS, guardaba sus tarjetas de crédito y las chequeras en la caja fuerte del vehículo, revisaba su pistola 9mm con mira láser.
Le seguía resonando, a’i se cuida, cuando recogía a los cuatro guardaespaldas, y a los que le acompañaban en la unidad auxiliar, y que le revisaban la casa, todas las noches, en busca de artefactos siniestros, explosivos, micrófonos, cámaras ocultas, los mismos que se encargaban de electrificar la valla perimetral, soltar a los perros busca explosivos, los que husmeaban a la servidumbre que cocinaba, y probaban los alimentos frente a él, sobre todo esas deliciosas uvas, esas a las que le quitaban la cáscara y semillas, para anular cualquier posibilidad de que se ahogara.
A’i se cuida, se repetía, mientras se enclaustraba, en su cuarto con cerraduras y combinaciones cifradas, que colocaba en lugares secretos, que únicamente él conocía, y que ese día olvidó.
A’i se cuida, ¿de quién? ¿cómo? ¿por qué? seguía repitiendo, mientras revolvía todo, buscando las combinaciones cifradas, y sus contraseñas, mientras empezaba a tener pequeños estornudos, que poco a poco se hacían más continuos, y que le cortaban la respiración, y que lo hacían agitarse, cada vez más rápido, y cuando abría la boca, tratando de capturar la mayor cantidad de aire, se convertían en enormes bocanadas, y se aceleraba, aún más, cuando cayó en la cuenta que su habitación era a prueba de intrusos.
Poncho Pilatus
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5 comentarios:
Paranoia...ventajas del siglo XIX
Ni ahora, ni mañana, ni nunca. Y tanto da, al fin y al cabo, si lo hago o no lo hago, si lo digo o no lo digo, si me decido o no me decido o si me decido por una cosa o por otra o si me decido hoy o mañana o nunca y si es siempre lo mismo o si cambia, al fin y al cabo es lo mismo, no tiene importancia
Cuanto más se tiene, mayor es el miedo que se tiene a perderlo todo.
Benditos los pobres, pues esa libertad querrían para sí también los ricos.
Salud.
Rana: Pues dicen los abuelos que todo tiempo pasado fue mejor, pero quién sabe, pero será la paranoía la que heredaremos a nuestros hijos.
Humanoide: Pues cuando te decidas, cuate, me avisas, porque si tiene importancia.
No crea mi amigo Miquelet, aquí en Guatemala todos tenemos miedo a perderlo todo, siempre hay un marero o un sicario que se interesa en lo poquito que se tiene.
Salú pue.
Oiga, usté, J, mejor y a’i se cuida.
Salute, che.
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