Era aventado, se metía a cualquier negocio que le sugerían y usualmente le iba bien; por eso le decían Lanzado.
Comenzó ayudando a su mamá a vender frutas, iba a la escuela sin muchas ganas, lo importante para él era hacer dinero, y no le parecía que hubiera buen dinero en estudiar para maestro. Sabía bien que su mamá, en el mercado, ganaba mejor que la maestra de la escuela. Su familia no lo obligó a estudiar, pero decidió terminar el magisterio para que dijeran que era titulado. Luego de graduarse se dedicó a los negocios, con tanto éxito que pronto se vio en un avión, viajando por medio mundo, a veces como turista, otras por negocios.
Un día, en Italia, lo invitaron al teatro. Al ver las luces y los cristales susurro al oído de su acompañante: esto es un palacio, ella era muy dulce, se sonrió y le dijo: sí, La Scala es uno de los teatros más imponentes del mundo. Se sintió mal, herido en su orgullo, porque el tono que ella había usado, a pesar de la dulzura, sugería ese pobrecito que tanto lo humillaba.
De regreso a su finca decidió que se volvería culto, a como diera lugar. Buscando una maestra particular, alguien le sugirió a una joven cantante de ópera, quien además de bonita tenía una maestría en historia. Las semanas siguientes ella intentó enseñarle historia del arte, música clásica, literatura y otras que a él le parecían infinitamente aburridas. Se sentaba a escucharla, pero al poco tiempo le parecía que oía el aleteo de bandadas de pájaros y no la voz de la joven. El colmo fue cuando la maestra le pidió que asistiera a una representación de la ópera en la que ella cantaba; los gritos, las ropas estrambóticas, los hombres maquillados, todo le parecía sin sentido. En la intimidad de su palco se sintió protegido, abrió un paquete de nachos, que llevaba en la bolsa, con tan mala suerte que coincidió con uno de los silencios de la orquesta, el crujido de la bolsa de aluminio resonó en todo el teatro. Al sentir que cientos de ojos lo atravesaban tiró con más fuerza, el contenido de la bolsa se desparramó a los cuatro vientos. La chica no quiso volver a verlo, ni los ruegos, ni las rosas la hicieron cambiar de opinión.
La depresión que le sobrevino lo llevó hasta el consultorio de un siquiatra, porque además se había enamorado de la maestra. El siquiatra, después de escucharlo, le sugirió y explicó El método Pavlov para culturizarse: lo único que tiene que hacer es memorizar un listado de referencias y decirlas con la seguridad de un experto, eso hará imposible que le sigan la conversación y propiciará cambio de tema, a su antojo, al final quedará como un sabio y lo mejor de todo es que las referencias pueden ser fácilmente encontradas en la web, así dice el método.
Con la ayuda de una computadora, conectada a Internet, buscó datos absurdos o cómicos sobre personas, lugares y cosas; hechos científicos irrefutables y aprendió a relacionarlos con otros; así podía decir: no ha habido en la opera voz como la de la Callas, es una lástima que se dejara morir casi anoréxica (el tema de la anorexia es difícil, entonces las mujeres callan porque lo son y los hombres quedan como idiotas si no saben que la Callas era anoréxica, así dice el método); de igual forma, dejaba traslucir datos de conocedores súper ilustrados o trivialidades de moda: ese anillo Cartier de tres oros es sublime, sus multisignificancias son tan atrevidas" (como nadie sabe el significado de los tres aros unidos usted quedará como sabio, así dice el método). También repetía datos sobre el calendario maya, las misiones Apolo, los libros de Erich Von Daniken, las teorías de la conspiración e incluso referencias a Cesar Guzmán.
Su biblioteca fue surtida por un decorador, quien recorrió librerías de viejo; la idea era que los libros parecieran leídos, por eso compró todos aquellos que estaban subrayados, el decorador tuvo el cuidado de poner a la vista todos aquellos libros que hubieran sido adaptados al cine, de esta forma bastaba con ver las películas para enterarse de la trama. En poco tiempo su fama llegó a un nivel monstruoso, por lo que le ofrecieron un ministerio, le hablaron de la presidencia y le fue otorgado un doctorado honoris causa.
El día que le entregaron el doctorado, ya siendo ministro, recibió la sorpresiva visita de su antigua tutora, la atendió con donaire y no falló en uno solo de sus comentarios sobre arte y ópera, al conversar con la chica, ella mencionó lo maravilloso que era el grado de refinamiento que, al fin, había alcanzado, el que como maestra no había podido darle. Unos meses mas tarde estaban comprometidos.
Años atrás, un famoso ganador del Nóbel la había cortejado, el hombre era verdaderamente anciano, el matrimonio le dio la posibilidad de intentar presumir, así que lo invitó a su casamiento, la idea era que viera lo sabio que era su futuro marido.
A la fastuosa boda asistió toda la intelectualidad nacional y algunos internacionales, en su posición de ministro y doctor se sentía seguro; pero ese día comenzó su caída. Bebió un poco de champán, dio sus acostumbrados discursos, cuando, de repente, alguien le planteó: sabías que ahora hay suficientes datos como para pensar que Shakespeare no era una persona sino una compañía, en el calor de la fiesta no advirtió que la réplica que dio a la palabra Shakespeare fue la misma de su interlocutor, como que ya bebiste un poco, le dijo la novia.
En la siguiente hora ese personaje se le aparecía por todos lados, anticipaba sus respuestas y lo dejaba como un tonto que repetía discursos de otro; nervioso, bebió un poco más hasta que la crisis fue inminente, su herramienta había sido descubierta.
Ni que decir, el famoso premio Nóbel ya no habló con él, todos se concentraron en el mañoso joven que anticipaba sus respuestas y que se paraba en el círculo cercano, planteando cualquier tema cinco segundos antes que él lo mencionara.
Lanzado quedó lanzado, la noche de bodas no se consumó, la novia estaba ofendida, pero en el intermedio todavía tuvo tiempo para verla subirse al carro del viejito ganador del Nóbel y también divisó al patojo mañoso, quien colocaba, a manera de trofeo, sobre el auto lujosamente adornado, un rótulo que decía: hackeado por Johan Bush Walls y seguidores.
Thelma Pavlov
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5 comentarios:
Esperemos que Lanzado no haya sido parte del experimento de la campana, por que estando tan cerca de la catedral. Al sonar el campanario empezará a salivar y no sabrá si ir por alimento, ir al servicio, correr o defecar.
poemas de la maquila.
sabés que te quiero
pero un día como hoy
con tantas canciones de amor
con tantos regalos
con tantos restaurantes llenos
de enamorados fugaces
no quisiera repetirte
lo que todo el mundo dice hoy
porque como yo te amo
nadie amará igual en todo el día
porque lo que te quiero
no cabe en 24 horas de regalos y besos
Ningún santo es capaz de comprender
lo que yo te amo
por lo tanto si paso por alto que es el día de San Valentín
no te lo tomes en serio
es más, se que no te importa
porque no vivimos del consumo
ni de las fechas especiales que van y vienen en el calendario
Esta noche cuando nos veamos, celebraremos la vida y al diablo con toda la bisutería.
Interesante y original blog... Enhorabuena...
Porque bien mirado todo escritor que se precie tiene un punto de onanismo... :)
Un saludo irreductible.
Como quién dice el Johan les salió más cabrón que bonito!.
Já... que buen "as bajo la manga es el buen Pavlov".
Irreductible: Claro que si. Hay algunos pajeros y otros que se dan paja ellos mismos.
Filistea: El método funciona, está comprobado.
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