He de contarles que siendo el año del perro en el calendario chino y el día siete noj en el calendario maya, recibí el mensaje que me convertiría en el hombre que ustedes ven. Siempre he sido muy creyente, pero al mismo tiempo estoy convencido de que El Señor obra de maneras misteriosas. Lo que soy ahora no es producto de la casualidad, todo fue un designio divino, el que tiene oídos que oiga.
Ese día, a primera hora de la tarde, me dirigí a la aldea donde iba a trabajar, era martes, pero nada iba a impedir que mi sueño de cumplir con el sagrado deber de enseñar se hiciera realidad. Sabía que el camino era difícil, por eso viajé de noche, de esa forma el calor no me pondría tonto, quería estar el miércoles a primera hora, para dar inicio, con puntualidad, a mi semana laboral.
Casi llegando a la aldea pude ver un par de luces cegadoras, avanzaban por la carretera, haciendo un ruido infernal, en dirección hacia mí, a medida que me aproximaba su paso se hacía lento, una especie de cruz que se agitaba en lo que parecía ser la cabina de mando. Cuando se detuvo pude ver una escritura en sus cuatro costados "Ca rro- c e ri ll a s- El Va- l l e ". Confieso que me intrigó, pero fue mayor la impresión que me causó ver los rostros brillantes de las figuras que emergieron del interior. De cerca el sonido del aparato era como la voz del trueno, como cadenas de un millar de esclavos.
Uno de esos seres se me acercó, era como un ángel; su ropa estaba atravesada por líneas que brillaban en la oscuridad, sus ojos eran similares a los de un búho, su cabeza estaba cubierta por un pañuelo del color de la sangre. Su voz fué como un grito, me heló las venas, tenía la piel blanquecina, en su mano derecha exhibía una cruz metálica, inmensa, me pidió ayuda, pero no pude dársela, fue entonces que noté la humedad en mi pantalón. me eché a correr como un loco hasta llegar a la escuela, de donde no salí sino hasta el viernes.
Esperando entender lo sucedido, volví los siguientes martes al punto de la aparición, como algo cabalístico, el séptimo martes, por fin, recibí la primera parte del mensaje: una bandera roja. Imaginé que era parte de algo mayor, porque era una bandera enorme, del mismo color que el pañuelo que cubría la sien aquel ángel, "el color de la sangre jamás se olvida", pensé.
Tenía unas letras casi ilegibles y un símbolo que parecía un martillo, sólo pude leer "reteri", quise buscar, en mi interior, el significado, pero no tuve éxito, luego de mucho pensarlo asocié los signos: luces brillantes, ángel, cruces, sangre, todo parecía divino, venido del cielo. Busqué un lugar iluminado, pude ver que en realidad eran cuatro palabras: Fe- reterí y La Paz. Así fue como lo supe, reterí era un lugar, el mensaje me decía que lo buscara, que alcanzar la paz era cuestión de fe.
Traté de investigar, pero todo era confuso, puse a mis alumnos a que me ayudaran, los tenía investigando todo el tiempo. Me retiré a meditar a mi casa, sin descuidar las clases, simplemente no llegaba, pero los estudiantes estaban trabajando, quise compartir mi revelación con ellos. Una noche decidí llevarlos a acampar, para buscar en el cielo la respuesta, caminanos a la orilla del camino, uno de los niños, el más listo, nombraba las constelaciones, "por allá están las Pleyades dijo", en el momento que la nave pasaba, de nuevo, como un rayo; una pequeña chispa cayó a mis pies, luego algo me golpeó en la cabeza. Cuando desperté, la frente me sangraba, una segunda bandera roja yacía a mis pies, sentí un olor a bosque de pinos y agujas de pino en mi cabeza, algo milagroso, porque en ese lugar no había pinos. Los niños me miraban con cara de preocupación, aglomerados a mi alrededor, "hay que seguir investigando", grité emocionado, recuerdo que alguien volvió a mencionar a las Pleyades. Pleyades, luces brillantes, ángel, cruces, sangre, pleyadianos, todo esto es divino, ha venido del cielo, ahora lo sé todo, ahora lo comprendo, hay que seguir investigando, volví a gritar, aún más emocionado.
Otra vez habló el niño listo, “yo me voy, ya me aburrí, no lo haré, un ser humano tiene derecho a no hacer nada”. La profecía había sido completada.
Entonces compañeros, no haremos nada, es un designio divino, no trabajaremos, iremos a la huelga, cobraremos los salarios, bloquearemos carreteras, es la voluntad de las Pleyades, no podemos ir contra el designio divino, además nos tienen miedo, sin nosotros no habrá educación en este país, que ningún maestro se quede atrás. ¿Están conmigo?.
Jo- el Ase- ve- dos
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1 comentario:
Ese Pleyadiano no está sólo, debe haber más de cuatro gentes asesorándole su imagen, aunque no deben ser precisamente extra terrestres. Para los maestros la manifestación fue un pretexto para venir a pasear a la capi y buena excusa para no trabajar el viernes. Me lo dijo mi tío que es maestro.
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