martes, 20 de enero de 2009

Copy Bryce

Confieso que no lo inventé, no puede uno andar por la vida atribuyéndose autorías que no le corresponden, eso es algo muy feo; tampoco es algo nuevo, ni siquiera del siglo pasado, es un método viejo, reconocido por la gente y utilizado por los consagrados.

La historia siempre es la misma, yo, por ejemplo, hurgaba en el ático de la abuela Filomena y tuve la suerte de toparme con un fardo de páginas escritas a mano y a máquina. La tía Cecilia me dijo, con desgano: son los papeles de Julio, tu tío, ni siquiera sé qué tienen, pero pasó toda la vida escribiéndolos. Recordé que el tío era un hombre raro, trabajó como telegrafista y se recluyó a los cuarenta años para escribir la obra que nunca publicó.

Tomé el paquete, con la esperanza de que hubiera algo bueno, el tiempo demostró que no me equivoqué. Fue cuestión de limpiar un poco los textos y pasarlos a la computadora. Envié una novela a varios concursos, tuve suerte, porque gané un premio importante, el reconocimiento vino de inmediato.

Las notas del tío Julio sirvieron como base para una segunda novela, un rollo alucinante, era la exageración de la vida de un amigo de su infancia. Mi fama se consolidó, vinieron los viajes, las conferencias, los talleres, todo antes de haber cumplido treinta años.

Con la fama y los contratos por cumplir, porque las editoriales quieren que uno escriba y escriba, hay que ingeniárselas para conseguir el material, para eso los talleres de literatura son buena fuente; llegan personas solitarias, uno que otro diamante en bruto, muchos con autoestima baja; dan a leer sus originales, con toda confianza, algunos son verdaderos mamotretos, sin valor literario; pero buscando, con paciencia, en la soledad suele brotar el genio.

Tenía que hablarles con toda franqueza, pero con delicadeza, les decía que era imposible leer tales esperpentos, que mejor se dedicaran a otra cosa, que no perdieran su tiempo. Casi todos dejaban de escribir, de esa forma me quedé con buenos manuscritos que alimentaron mi obra. Claro que ellos llegaban a odiarme, por eso no leían mis libros; por otro lado, si demandaban ¿le creerían a una mujer histérica, en tratamiento para la depresión, o a un reconocido escritor?

De esa forma todo caminó bien durante muchos años; el problema sobrevino porque, llegado el momento, me comprometí a escribir más de lo que podía. Varios contratos de publicación, sumados al compromiso de escribir columnas periodísticas en distintos medios; sin embargo, a grandes males, grandes remedios.

Ahora tengo a mi servicio tres asistentes, buenos muchachos ellos, tienen talento, pero les he dicho que eso no es suficiente en el mercado editorial, prefieren recibir el dinero que yo les pago, texto escrito, texto pagado. Les llamo amigos, pero técnicamente son ghost writers o negros literarios.

Pero como la gente tarde o temprano se vuelve malagradecida, y se pelean con uno, entonces tengo que estar explorando otras posibilidades.

Afortunadamente surgen nuevas fuentes, hoy día existe una cantera inagotable en los blogs y los periódicos de barrio; por supuesto que es necesario tener buen ojo, tiempo, ser dedicado para la búsqueda. Jóvenes escritores llenan páginas de buena literatura y columnas de opinión que nadie lee, excepto sus cuates, su mamá o su novia. De ahí salieron varias columnas, que tomé prestadas, les hice una especie de homenaje, por aquellos que escriben en el anonimato.

Como les comenté, el método no es de mi invención, solo lo he ido perfeccionando, pueden ponerlo en práctica, sin pena, jamás los acusaría de plagiarios, solo tomen en cuenta que del dinero que se ganen tienen que ahorrar una buena parte, porque llegado el momento de perder un pleito hay que pagar la multa respectiva.

Wilfredo Brais Del Chinique

16 comentarios:

Esteban Dublín dijo...

Me interesa. ¿De cuánto es la multa?

Fernando Ramos dijo...

Conozco algunos casos así, aunque no con tanta suerte, porque no han encontrado mucho material, pero ese viejito copión, al que acaban de descubrir, tuvo que pagar más de 40,000 euros de multa, es bastante master Dublin.

Saludos

Anónimo dijo...

¿Ningún crítico percibió el cambio de estilo? ¿Era tan bueno que le pudo dar su propio toque personal a todo lo copiado? Qué crack!

Anónimo dijo...

Estoy esperando el momento en que asesine a alguien a falta de buen material. La letra es una droga, un viaje de ida.
Bryce Echenique --y una caterva profunda que incluye a Piglia y (ay) Bucay-- te tiene entre sus recuerdos más personales. También a tu familia, JBW.

el Kontra dijo...

Hasta a los "grandes" copipeistean pues, a saber cuantos más abrán que no los han cachado. Buena nota maistro.

Johan Bush Walls dijo...

Esteban: Pues ya el maestro Fernando apuntó de cuanto es la multa, maestro Dublín, allá usté entonces.

Fernando: Hay cada caso maestro, aquí mismo han venido a llevarse algunas ideas, ni siquiera por ganar dinero, creo que lo hacen por deporte. Ya se dio cuenta, son otros los que gobiernan, no los que son electos.



Parsimonia: Y si lo percibieron se hicieron los locos maestra.

Sol: Me suena esa palabra, ínclita, en dónde la he visto.

Gemelo: es usté un malvado, como viene a escribir nombres aquí, si se trata de un cuento pajero. Pero ya que lo menciona, dice don Echenique que todo fue una conspiración de su secretaria en contubernio con Fujimori.

Kontra: Maestro, de repente ese es el camino y no nos hemos dado cuenta, arriba el copipeist.

Salú pue.

Anónimo dijo...

Hay que reconocer, también, que en algunos casos se urden tramas fantásticas para justificar el plagio.

Aunque uno las lee o las escucha con recelo, pensando que tal vez la tomaron prestada de alguna novela.

Esteban Dublín dijo...

No, mejor plagio de otro lado y me ahorro una platica.

Johan Bush Walls dijo...

Piyama: Esa es otra técnica maestro Piyama, por ejemplo, yo puedo hacer un texto y pongo de referencia uno suyo, pero lo cito, así no se calificaría de plagio. ¿Qué le parece?

Esteban: Habría que ver si vale la pena tomarse el riesgo.

Salú pue.

Anónimo dijo...

JBW, no es tan fácil como lo que mencionas a Piyama. Aun cuando cites, debés pedir autorización. Y en la medida de lo posible, escrita. De lo contrario, podés ser punible. El derecho de autor, por definición, otorga al dueño la posibilidad de proteger su obra incluso para copias "positivas", por ponerle un nombre.

Nancy dijo...

Snif. La amigdalitis de Tarzán sigue siendo de mis liros favoritos, y ni siquiera sé quién fue quien plagió mi vida en esas páginas... ;o)

Anónimo dijo...

Ve pues, además de pajero es usted adivino, maese. Yo que apenas pensaba poner una sucursal de pajas por ay.

Mejor ya no, porque en una no me aguanto las ganas y me aviento una paja reencauchada.
Pero la culpa es solo suya, maese, por eso de andar creando escuela.

... No nos dejes caer en tentación...

Anónimo dijo...

Ah, por cierto. Saludos a Raúl Figueroa Sarti.

PROSÓDICA dijo...

ve pues don Johan, y yo que pensé que ser Abogada era de lo peorsito... me sube el autoestima usté.

abrazos

Johan Bush Walls dijo...

Gemelo: Claro, hay que pedir permiso, no se trata de ser un malvado. Lo cierto es que no debería existir tal práctica, pero existe, entonces hay que estar alertas con los copiones.

Nancy: Quién sabe, quizá ese libro si lo escribió él, no puede ser que todo lo haya plagiado, ¿o si puede ser?

Anónimo XVI: Así es maestro, la culpa la tiene el plagiado, por ser tan bueno, jeje. Pero no se achiguate, porque si plagia y no lo cachan es como si nada hubiera pasado. Con lo de los saludos, también sa vale maestro, salude a quien quiera, la cosa es que pasen a leer por acá.

Prosódica: Ajá una abogada, de ahora en adelante te nombramos protectora de los derechos de autor, de todo aquel que así lo quiera.

Salú pue.

Nancy dijo...

De todas formas, lo hubiera demandado porque casi casi es mi historia. Con la única diferencia de que no soy alta, esbelta, de ojos verdes (creo) y cabello rojizo (creo). En fin... Entre los humanos hay historias tan similares. Recuerdo que una alemana iba a demandar a García Márquez porque Cien años de soledad era una historia parecida a la de su familia en un pueblo rural de porái.
Cosas veredes