jueves, 6 de agosto de 2009

De la serie el cuento de la muerte -4-

La muerte no me asusta, me asustan los vivos que huelen a muerto, decía mi abuelita, mientras buscaba su suéter en el ropero, de donde salía olor a bolitas de naftalina.

Mi abuelito, más sabio, tenía en el tapanco un ataúd que había comprado hace ya varios años. Desde que lo compró siempre hubo discusiones con la abuelita, ella opinaba que nadie debería comprar su propio ataúd, porque eso era llamar a la muerte.

Yo siempre fui más apegado a mi abuelito, él me compraba dulces, me hacía juguetes de madera y, lo mejor de todo, dejaba que subiera al tapanco, ahí me ponía a jugar al muertito, aunque no siempre me gustaba esa sensación de miedito que experimentaba, pues a pesar que no cerraba del todo la tapa, imaginaba que, de repente, el gato pasaría corriendo y dejaría trabada la aldabita y no podría salir de la caja; entonces abría de un manotazo y salía a respirar, feliz de no haberme asfixiado.

En las reuniones familiares salía el tema del ataúd del abuelito, todos se mostraban a favor de la postura de la abuelita. Así fue durante años, pero en cuanto tuve edad para opinar el abuelito tuvo un aliado. Él nunca daba argumentos, sólo los escuchaba, por eso cuando gané mi primer sueldo, para demostrarle mi apoyo, compré mi propio ataúd.

Con el paso de los años las reuniones familiares tenían cada vez menos asistencia y, llegado el momento, sólo nos juntábamos para cumpleaños y funerales.

El abuelito lloró mucho cuando murió la abuelita. Ya ninguno de sus hijos lo pudo consolar, los nietos que quedaban vivían en el extranjero, pero yo no me separé de su lado.

Después del entierro subió al tapanco, decidido a usar el ataúd, pero las polillas habían hecho de las suyas. Me pidió que bajara el cajón y que lo tirara a la basura. Con un poco de esfuerzo lo conseguí. Terminado el asunto, él se sentó en su silla preferida, conversamos un rato, luego se quedó dormido.

Vladimiro Tepeu

11 comentarios:

Deigar dijo...

Tu abuelito creo que terminó creyendo todo lo que tu abuelita decía...Muy buen relato.

Gracias por pasarte por mi blog, te agrego a mis links.

Saludos. Nos leemos

Miss Trudy dijo...

Ah Don Johan, sus historias son invaluables! Me las disfruto mucho.

Anónimo dijo...

wow!.. vaya anecdota!

Cuando se pienss en la muerte siempre se le piensa de esa manera etiquetada de algo que se le debe temer de alguna manera cuando resulta ser algo tan natural, seguro tu abuelito tenia muy clara la idea de ello.

Me has dejado pensando en un mundo de cosas.

gracias por compartir, me ha encantado.

y yo, con tu permiso, me instalo por estos lares porque creo que hay muchas cosas que me gustaria enterarme atraves de tus palabras.

un saludo

Johan Bush Walls dijo...

Deigar: El abuelito era un alma de dios. Siempre serás bienvenida a esta tu casa de paja.

Miss Trudy: Me alegro que se disfrute mis historias, sus palabras también son invaluables para mi.

Sonia: Instálese maestra, póngase cómoda, con confianza, aquí hay mucho espacio y siempre habrá algún cuento pajero esperando a ser leído.

Salú pue.

Silvia dijo...

Aunque sus cuentos sean pajeros, siempre me ponen en qué pensar.
Hay que prepararse para la muerte. Talvez no tanto como el abuelito, pero la muerte es algo seguro, lo malo es que no sabemos cuándo ni cómo.
Salú!

Hija-ilustre dijo...

los abuelos son todo un mundo, me hubiera gustado tener uno q me hiciera juguetes de madera cuando niña o una que nos cocinara a todos los primos galletitas horneadas, o tejiera calcetines iguales a todos, como en los cuentos, en cambio a nosotros nos tocó una abue bien mañosa (de mal genio)y un abuelo lejos, muy lejos y poco conciente de lo que pasaba por el mundo.

buen texto

saludos

Pao

Anónimo dijo...

Un cuentito muy dulce. Me ha encogido el corazón.
Besos.

Aserejé dijo...

Maese, le voy a contar una anécdota. Mi abuelo, al igual que el suyo, se compró un ataúd unos cinco años antes de entregar el equipo. Pero él se lo compró por abonos a una conocida empresa funeraria. Y no solo se compró el ataúd sino toda la ceremonia mortuoria, con velas, floreros llenos y hasta chillones creo.
El caso es que mi abuelo todo el tiempo andaba jactándose de al momento de partir al más allá, se iría sin deberle nada a nadie.
El doloroso momento llegó para la familia el día en que el achacoso viejo colgó los tenis: el representante de la funeraria nos aseguró que el difunto fue víctima de una estafa perpetuada por un malvado ex-empleado de la empresa. Dijo este otro empleado, que lamentaba mucho lo sucedido con el abuelito y con la familia, y que para mostrar el lado humano de la empresa (responsabilidá social que le dicen) nos haría un descuento del 7,3% por el paquete que el viejo supuestamente había pagado en vida. Tan amable el don que hasta nos ofreció contactar a otras familias que fueron igualmente estafadas por el malvado ex-empleado, para que procediéramos judicialmente en su contra.

Por supuesto que optamos por un paquete más económico, con caja de pino crudo y hojas del mismo árbol para decorar el piso, en otra empresa funeraria que improvisaba nuestro vecino carpintero cada vez que alguien se lo solicitaba.

Hace algunos días removiendo algunos diarios de mi difunto abuelo, en paz descanse, me hallé un folder con los recibos de cada una de las cuotas de su propio paquete funerario. La firma en el contrato y cada uno de los papeles era la del dueño y único empleado de la funeraria que todavía existe en

mjromero dijo...

Te hubiera gustado conocer a alguien que dormía en un ataúd, yo lo he llamado siempre el primer gótico conocido, ya se murió, vivió en el S.XX y dicho así parece muy lejano en el tiempo.Sin embargo, no lo enterraron en el ataúd en que dormía, y los que luego compraron su casa se encontraron el ataúd.

Tu cuento es muy bueno.

Saludos.

Campanula dijo...

Me encanto, debe ser por que me gusta escuchar anegdotas o cosas así, creo que el abuelito tenia un amuleto en su ataud.
un abrazo

Johan Bush Walls dijo...

Silvia: La verdad, aquí entre nos, esa es una característica de los cuentos pajeros, aunque suene a paja.

Hija: Hay toda clase de abuelos, algunos tenemos suerte, otros no la tenemos, lo malo es que no hay de dónde escoger cuando nos toca la mala suerte.

Parsimonia: Que bien que te haya provocado algo el cuentito.

Aserejé: Que tipo más hijo de su madre, la de él, por supuesto. Ponga el nombre de la funeraria, más de alguno lee acá y así se evita, en alguna medida, que siga estafando gente.

Alfaro: Que personaje el que describe, realmente suena interesante, que de historias que se podrían contar de él.

Campanula: Me alegro mucho que te haya gustado la historia.

Salú, a todos, pue.