El muerto estaba embelesado en su videojuego favorito, le pegué con el libro en la espalda y no sintió, tuve que gritarle en el oído para que volteara, pues jugaba con el home theatre a todo volumen. Le dije, vos con tu juego, yo con mi libro, pero son pura fantasía, toda esa violencia no sucede en la vida real.
—Ya vas vos con tus ingenuidades, baboso sos, ¿y ese profe que destazaron en el correccional de menores, y el sancocho de presos?
Me quedé callado, dándole la razón, en una especie de epifanía, pensé que la vida era como la retrataban los periódicos amarillistas, o el libro que estaba leyendo, todo lleno de descripciones violentas, o quizá era como jugar Vice city, el juego preferido del muerto; todo igualito, pero con más morbo.
—Patojo cerote, ya se te fue la onda otra vez, vení conmigo, te voy a mostrar de una vez por todas como es la vida.
Me llevó a una de las carnicerías de su papá, la que tiene en esa colonia de mala fama.
—Mirá la sangre, sentila, aspirá su olor, cortala, quebrale los huesos.
Sobre la mesa de la entrada reposaba una vaca, recién habían terminado de quitarle la piel, el color rojizo me hizo recordar la vez que me caí de la camioneta y la mitad del pellejo de mis brazos quedó en el asfalto. La res chorreaba sangre por los lados, se escurría hacia un recipiente sobre el que estaba montada la mesa, todavía tenía las tripas adentro, algunas salían por la incisión de la panza.
—Mirá, así se hace, poné atención pizado, hasta la cacha mano, hasta la cacha.
El muerto agarró un cuchillo y lo clavó profundo. El papá se puso serio y le dijo: patojo hueco, ya me jodiste el lomito, ahora no voy a poder venderlo entero. Dicho esto nos mandó a volar.
—Venite, te voy a presentar a una chava, es güiza del jefe de una mara, pero está buenota, además ese bato está preso.
Caminamos unas diez cuadras, la casa era pequeña, pintada de colores estrambóticos, tocamos la puerta, apareció una chica de lo más normal, vestía blusa rosada, tenis del mismo color, jeans apretados, colitas en el pelo, y en el rostro sobresalía el verde de sus ojos; desde la cocina se escuchó una voz: Rosa, que entren, no quiero ver gente platicando en la puerta, no me gusta, se mira feo. La casa estaba full equipo, enorme pantalla LCD en la sala; estéreo con todos los accesorios; muebles caros, pero de mal gusto; miles de cuadros en las paredes, fotos de familia, diplomas de graduación, cuadros de santa cena, rótulos de Dios bendiga este hogar.
—Apurate mula, no te quedés parado.
La seguimos, nos metió a su cuarto, chiquito, feo, las paredes estaban tapizadas de fotos y afiches, era raro ver a Ricky Martin entre todo lo alusivo a rock pesado, trash metal, y cosas por el estilo. La cama estaba llena de peluches, en la pared de enfrente colgaba un LCD de 32”, en otro lado habían unos muebles color fucsia y un ropero de tres cuerpos, con dos espejos, que reflejaban el que sobresalía en la otra pared. Unos minutos después el muerto la estaba tocando, ella respondía, sin quitarse la ropa, se besaban, con fuerza, las lenguas de ambos se confundían, entreabrió un ojo y se despegó, mientras se reía dijo: pero si tenés la carpa levantada; hizo a un lado al muerto, me jaló del brazo y me acostó en la cama; me bajó el pantalón y me lamió con fuerza, me vine rapidito y pegué un grito, la chava se levantó y me dio una cachetada: callate baboso, mi mamá cree que estamos estudiando. El muerto contenía la carcajada, la cara me quedó caliente y roja.
—La cagaste cerote, ahora vámonos a la mierda.
Salimos de ahí, le dije al muerto que no pensaba regresar donde esa loca. Volvimos a la carnicería y al rato nos despedimos.
Fue imposible no volver a la casa de la chava, pero no le avisé al muerto. Llegué y sin tener que darle argumentos me dejó entrar y así estuvimos durante varios días, pensaba que cada vez le gustaba más. Un sábado, para mi sorpresa, la encontré acompañada de su corte, cinco mujeres que hacían lo que ella pedía. La mamá estaba en la iglesia, por lo que aprovechaban para jugar en toda la casa. Una de ellas tenía la cara llena de piercings, vestía de negro, y tenía nariz de roedor; se notaba que era la chica de turno, estaban besándose; al verme se separó y le dijo, tomándome de la cintura: te presento a mi nuevo juguetito, huele bien rico porque se echa perfume caro y talco de bebé en los huevitos; la otra respondió, dirigiéndose a mi: tenés suerte, ahora te toca a vos, sus palabras demostraban celos.
Un día de tantos me entró el sentimiento de culpa y pregunte si había vuelto a ver al muerto, a lo que respondió: no me gusta, me recuerda a mi novio, pero mejor si no le decís que seguiste viniendo a mi casa. En ese momento la rata explicó que el novio estaba en la cárcel, pero que en cualquier momento salía, suspiró profundo y agregó: cuidate, porque cuando salga, vos valiste. Fueron casi dos meses los que pasé yendo a esa casa. Le caí bien a la mamá, hasta la acompañe algunas veces a la iglesia, aunque no era por mi gusto, ella me mandaba cuando quería coger con la rata. No me importaba que fuera medio lesbia, la delicia de su boca, lo firme de sus pechos y sus piernas, me tenían atrapado, sin voluntad para decir no a lo que ella pedía; como cuando me obligaba a coger con la rata, le causaba gracia ver la cara, como de asco, que ponía la otra, yo como siempre terminaba rapidito, ella decía: sos el precoz, precocísimo, más lindo del mundo.
Sin esperármelo, una vez que llegué me dijo: lo siento chavo, se terminó la chingadera, mi novio sale mañana, te voy a coger por última vez; al terminar me ordenó que no volviera.
Una semana aguanté, no podía vivir sin verla. Ya iba cerca cuando la rata me vio y, casi gritando, dijo: ¿qué putas hacés aquí? Andate, si te miran van a matarte. Terminando de hablar estaba cuando apareció un marero: Ese es muchá, gritó y se vinieron en montón. Corrí lo más que pude, me subí a un taxi, le dije que se fuera rápido, por mula si regreso a esta colonia, dije en voz alta; si joven, es muy peligroso aquí, dijo el taxista. Después de muchas vueltas, le pedí que me llevara a mi casa, no quise entrar, mejor me fui a visitar al muerto, era mi vecino. El de nosotros era un barrio exclusivo, todas las casas eran de lujo, pero la de él, construida a fuerza de cortar carne, sobresalía por el tamaño.
—Puta vos cerote, ¿qué te habías hecho?
Le paré contando toda la historia, se mataba de la risa, cosa paradójica si se considera que su apodo es el muerto. No pareció molestarle que me hubiera estado cogiendo a la chava, a pesar que por eso lo mandó a volar, solo renegó y movió la cabeza, como desaprobando, cuando le conté que el novio había regresado; hasta percibí que se le había hecho agua la boca.
—Patojo hueco, todo por andar queriéndose meter en cosas de hombre, venite, mejor juguemos Vice City.
Tenía una pantalla nueva, LCD, como de 60”, era gigante. En esas pasamos las siguientes tres semanas, sin salir de su casa, metidos en el video juego. Me volví experto.
Aquella mañana, mientras jugábamos, empezó a hablar, tardé en ponerle atención, pues pensé que hablaba del juego.
—Llevo dos carros robados, he matado tres putas; los dealers no valen nada, pero no puedo dejarlos vivos; cinco policías no pudieron conmigo, los mareros me la pelan, puta cerota, ella y su novio, juntos, no aguantaron, hasta se puso a llorar, maricón de mierda, no pudo soportar que le rebanara los huevos.
Sin dejar de hablar, me puso en las manos un ejemplar del periódico, el más sensacionalista. En portada aparecía la foto de un hombre, era un marero, estaba desnudo y tenía los testículos metidos en la boca, varias partes de su cuerpo lucían desprendidas, tenía la boca rasgada, la cabeza daba señales de haber sido estrellada contra el pavimento. Junto a él estaba la gata, tenía la cara llena de sangre, le faltaba un ojo, los dedos se veían mutilados, estaba semidesnuda, se alcanzaban a ver las mordidas que tenía en los pechos y los cortes en los brazos, en la cabeza tenía un puñal clavado. Puta, fue lo único que dije.
—Si vos, así como te dije, hasta la cacha mano, hasta la cacha.
Chicho Palanuca
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12 comentarios:
hay je puta, me lo imagine todititititititititito, buena historia, real o ficticia, buena vos, buen toque de morbo
Maestro Johan, hoy sí se puso sangriento, ya parecía que estaba leyendo el muerto diario o el al día. Pero como que su cuento tuvo lugar en un lugar de Guate, de cuyo nombre ni me puedo acordar porque podría ser casi cualquier lugar.
Saluditos
Algunos juegos son más "soft" que la vida real, desde luego.
Bien descrito el mundo marginal y muy buenos diálogos, coloquiales y muy reales.
La historia es así "sucia", pero me ha gustado.
Algunas palabras no las entiendo, pero las saco por el contexto.
Besos
Me gustó. Sobre todo la descripción de la casa de la chata.
Qué bueno, esa mezcla de hablas..., la descripciones,
los diálogos: muy vivos,
y la acción: de sorpresa en sorpresa...hasta el final.
Es que empiezas el vice city y ya se sabe dónde empiezas pero nunca cómo acabas ni dónde acabarás...
Saludos.
Epaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
Toda una película, que deja a las de Tarantino o los Cohen en una colega más.
Buen cuento.
Acá estoy
Seth: Muy expresivo el comentario. Totalmente de acuerdo.
Nancy: Mire que el Chicho Palanuca es un escritor muy realista, lo que pasa es que él es muy modesto, pero ya quisieran muchos periodistas escribir como él.
Parsimonia: No tengás pena en preguntar, cuando no entendás alguna palabra, con gusto la trataré de explicar o de ampliarte la duda.
Prado: Que bien que le haya gustado.
Alfaro: ¿No me diga que es usté aficionado al jueguito?
Femme: Ya vio que esos chavitos todo lo andan copiando, y luego lo convierten en película. Que bueno verla por acá.
Salú pue.
Ultrasórdido, de haber estado escrito en otra variedad dialectal (la peninsular, por ejemplo) probablemente no me habría llamado tanto la atención, pero así está estupendo.
La fortuna del video juego es el "game over". Lo que pasa en ese lugar que es muy parecido a Guatemala (casi identico) es aquello de: "play again".
Putaaaaaaaaaaaa!
X: Está escrito en guatemalteco maestro.
Filis: Tenés toda la razón maestra, ojalá y se le pudiera dar game over.
Salú pue.
Un final delicioso, sentimental. Hasta la empuñadura, como dijo el poeta. saludos.
La estética del terror ha triunfado en las américas. Mortecinas felicitaciones por ese realismo blanco.
Juan Carlos: Que bueno verlo en esta su casa de paja.
Que así sea, hasta la empuñadura, aunque las palabras que causan efecto hoy, mañana nos den risa.
Salú pue.
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