jueves, 4 de abril de 2013

El tambo — Capítulo 1



Las horas que vienen después del almuerzo y que preceden al tráfico de las cinco de la tarde se vuelven tediosas.  Los restaurantes de comida rápida se quedan vacíos, los buses hacen cola para pescar pasajeros, los gritos del brocha se incrementan, la gente aprovecha para subir bultos al bus.  Cosas que en otro momento del día sería imposible transportar. Los estudiantes universitarios se reúnen en grupos, para preparar el examen del otro día, los carros aceleran la marcha, la gente camina con lentitud, como que vivieran en otra ciudad.  Ese espacio de tiempo trae consigo el sueño, los pasajeros duermen en las camionetas, los comensales cabecean mientras leen un periódico, hasta los que van por las aceras parecen caminar dormidos.

La ciudad parece otra ciudad, se toma un descanso, es como si no pasara nada, los asaltos suceden a plena luz del día, pero temprano en la mañana. Los ladrones y los sicarios también se detienen a almorzar.  El sol deja de quemar, las citas se posponen, se deja de lado la prisa, al menos por unas horas.

En los espacios cerrados, en la calle, es posible abstraerse de todo y escuchar un sonido a la vez:  la bocina de un carro, el rechinar de unas llantas, el rapidito señora que no tenemos todo el día, el por cinco quetzales más le agrandamos su menú,  la voz que dice “por qué no te vas con Paola” o la que entre sollozos apenas balbucea: “Qué vas a pensar de mi”, las incoherencias que se vuelven excusas, los pasos que se alejan, el silencio de la chica que se queda sola, los pensamientos de quien la deja abandonada, la voz de la señora que pide ayuda con el tambo, los murmullos del peatón que reniega porque tiene que dejar de fumar, el ruido de las monedas cuando se sube al bus, el taconeo mientras llega hasta la parte de atrás, el sonido de la chispa del fósforo al encenderse, el ronroneo del motor del bus al alejarse, los acelerones del carro que se acerca, la  pequeña explosión, los gritos de la gente, el crash del bus cuando choca y la tremenda explosión.

Continuará
Rubén a secas.

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