Las horas que
vienen después del almuerzo y que preceden al tráfico de las cinco de la tarde
se vuelven tediosas. Los restaurantes de
comida rápida se quedan vacíos, los buses hacen cola para pescar pasajeros, los
gritos del brocha se incrementan, la gente aprovecha para subir bultos al
bus. Cosas que en otro momento del día
sería imposible transportar. Los estudiantes universitarios se reúnen en
grupos, para preparar el examen del otro día, los carros aceleran la marcha, la
gente camina con lentitud, como que vivieran en otra ciudad. Ese espacio de tiempo trae consigo el sueño,
los pasajeros duermen en las camionetas, los comensales cabecean mientras leen
un periódico, hasta los que van por las aceras parecen caminar dormidos.
La ciudad parece
otra ciudad, se toma un descanso, es como si no pasara nada, los asaltos
suceden a plena luz del día, pero temprano en la mañana. Los ladrones y los
sicarios también se detienen a almorzar.
El sol deja de quemar, las citas se posponen, se deja de lado la prisa,
al menos por unas horas.
En los espacios
cerrados, en la calle, es posible abstraerse de todo y escuchar un sonido a la
vez: la bocina de un carro, el rechinar
de unas llantas, el rapidito señora que no tenemos todo el día, el por cinco
quetzales más le agrandamos su menú, la
voz que dice “por qué no te vas con Paola” o la que entre sollozos apenas
balbucea: “Qué vas a pensar de mi”, las incoherencias que se vuelven excusas,
los pasos que se alejan, el silencio de la chica que se queda sola, los
pensamientos de quien la deja abandonada, la voz de la señora que pide ayuda
con el tambo, los murmullos del peatón que reniega porque tiene que dejar de
fumar, el ruido de las monedas cuando se sube al bus, el taconeo mientras llega
hasta la parte de atrás, el sonido de la chispa del fósforo al encenderse, el
ronroneo del motor del bus al alejarse, los acelerones del carro que se acerca,
la pequeña explosión, los gritos de la
gente, el crash del bus cuando choca y la tremenda explosión.
Continuará
Rubén a secas.
Continuará
Rubén a secas.
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