jueves, 31 de julio de 2008

La gata y el ratón

Se veía un poco triste, sentada en el jardín y tomando lo que parecía una taza de café. Me acerqué y, de la manera más cordial, le dije, en mi torpe inglés beautiful lady, me I sit with you, profirió una carcajada que me asustó, y respondió algo que pude traducir como: eso de bella no va conmigo. Yo estaba intentando hacer amistades, en mi disfraz de joven latinoamericano pudiente, sabía que la mejor manera de pasar desapercibida era buscar esas amigas, algo entradas en años, pues ellas pueden presentarte a la gente sin llamar la atención, porque incluso se creen la historia o intentan creerla.

No viene al caso decir porqué estaba disfrazada de hombre, con mi cuerpo casi andrógino no era difícil y nadie podía creer que yo me hubiera cortado el pelo tan a ras. Jovencitos latinos en busca de aventuras proliferaban en la Inglaterra de post guerra. La primera guerra era un recuerdo y los jóvenes herederos latinoamericanos intentaban hacer mundo visitando Europa.

El asunto es que me senté a su lado y cometí mi segundo error, le pregunté si podía invitarla a otro café (puesto que casi terminaba su bebida), se rió de nuevo ruidosamente y me dijo: boy, this is not a coffee, is that drink, Coca Cola, with a bit of rum. Luego permitió que le comprara otra.

Pasamos toda la mañana conversando, era una mujer madura increíble, narraba cosas imposibles y salpicaba su conversación con chistes macabros, incluso me dijo que la forma más fácil de matarme sería con una taza de veneno, el sabor de la Coca cola lo cubriría.

Me tomé un par de "cafés extraños" y pasamos la tarde en la veranda. Ella, ya más alcoholizada, me confesó que estaba planeando un asesinato nobody will believe I did it, me decía y mostraba una foto de una mujer extraña.

Nos fuimos a cenar al comedor, el tiempo pasaba de prisa, ya en su habitación me enseñó una serie de cuentos que planeaba convertir en novelas, sus ideas me parecían increíbles y fuertes. Llegada la madrugada me despedí.

Durante un par de días dejó de beber y me presentó a todos los nobles del hotel y demás huéspedes distinguidos, jugábamos por ratos, en las noches, a los acertijos y la acompañaba a su habitación.

La tercera noche decidió mostrarme los detalles de su plan, aseguraba que yo era perfecto para engatusar a la mujer y hacerla comer unos chocolates envenenados. Tenía muchos libros antiguos sobre la mesa y me hizo olfatear unos chocolates trufados que ocultaban el olor del veneno.

Cuando sentí sus manos en mis caderas y su beso me puse a temblar, ella, por el contrario, intentaba quitarme la ropa y al cerciorarse que yo no era hombre sólo dijo: I knew it.

Amanecimos anudadas, yo con culpa, ella feliz, huimos del hotel y, haciéndonos pasar por madre e hija, compartimos unos días increíbles, yo le decía ah gata y ella repetía que yo era su ratoncito.

De verdad me asusté cuando decidió que iba a involucrarme en la muerte de aquella mujer, y más cuando aseguró que seguiríamos juntas hasta la muerte. Yo era muy joven y me asusté, la dejé en un hotel, donde luego la encontraron quienes nos buscaban, el resto de la historia todos la saben.

lo que es cierto es que yo logré arreglar el problema que me llevó a Inglaterra, con ayuda de los venenos...

Muy pronto me contactaron los ingleses, para entonces ya sabía mucho de venenos y planes misteriosos.

Cuando estrenaron la ratonera supe que Agatha, mi gata, nunca me había olvidado.

Mata Hari

Para complacer a la Filis

lunes, 28 de julio de 2008

James

La primera vez que viaje a Europa, París para ser exactos, fue porque quise acompañar a T.S., él quería evitarme la molestia y el gasto, pero como el dinero nunca me ha importado decidí hacer el viaje. Hablábamos largas horas, pues no había mucho que hacer en aquel barco. Él leía mucho y estaba obsesionado con la poesía, pero sus versos eran tan pobres que me tocaba re-escribirlos, casi siempre.

Nos hospedamos en un bonito hotel, y fue ahí donde conocimos a James, un irlandés que había llegado hace poco a la ciudad; como también era escritor fue fácil encontrar temas comunes de conversación, era buen tipo, pero se mantenía borracho la mayor parte del tiempo. Bueno, no me voy a hacer de la boca chiquita, el vino por aquellas tierras era bastante barato, entonces había que aprovechar. Lo cierto es que los tres terminábamos completamente borrachos, cada uno hablando por su lado, sin poner atención a lo que el otro decía. Yo, por ejemplo, estaba emocionado leyendo las obras completas de Homero, y todo lo que hablaba era sobre el tema, que La Iliada aquí, que La Odisea allá, en fin, el escritor griego me tenía cautivado.

Pasamos varias semanas en esas, juntos pero hablando solos, como en un monólogo interior, por supuesto que a viva voz. Habían veces que James se ponía violento, pidiendo que me callara, que no hablara solo, que ya lo tenía aburrido, cosas así gritaba; por eso tuve que calmarlo, ya saben, un par de talegazos calma a cualquiera.

Cuando T.S. decidió volver, porque si no su mujer lo dejaba, agarramos barco y de vuelta. En una de las pocas veces que estuvimos sobrios, le dijimos a James que se viniera con nosotros para América, pero no quiso; dijo que acababa de tener una idea para escribir una novela y quería ponerse manos a la obra.

Mill Soles

jueves, 24 de julio de 2008

No somos los mismos

No importa, igual, cuando me vista de nuevo y me ponga la tiara por última vez, sé que no será la última.

Recuerdo la última noche en esa casa, sentí sus manos en mis piernas y me dejé ir como de costumbre, en ese galope loco que calma por momentos la ansiedad de saberme objeto. De regreso en mi cama, sola como siempre, pude escuchar en el pasillo sus voces y sus risas, la complicidad que tenían, en mi propia cara, conscientes que esto acabaría pronto.

Todavía me duele el inicio, cuando le era imposible verme con deseo, con que ganas intentaba yo atraerlo, presentarme como él quería, y nada. Habitaciones separadas para que estés tranquila, dijo, y yo le creí, porque quería creerle más que nada, porque era necesario creerle.

Las veces que lo hicimos era con la presión de que me embarazara, lo más pronto posible, decía, y se volvió un gatito, cuidándome el embarazo, al nada más nacer el niño se alejó, dejé de comer, de dormir, de vivir…

Hasta que él mismo me ofreció la salida. Fue él quien me envió a aquel joven soldado pelirrojo, y con su autorización (yo no sabía), me volví su amante, me calmó, de tal forma que pude hacerle frente a tantas cosas: viajes, compromisos, el baile en la casa blanca…

Todo terminó cuando quedé embarazada, tuvo que ocultárselo a sus padres, pero el niño era tan pelirrojo… Intentó acabar con él, fue imposible, pero terminó con el romance y de nuevo me encontré sola.

Ese año horrible, cuando por fin todo terminó, dejamos de vernos y yo tuve que soportar la humillación de que esa mujer fea saliera a la calle de su mano. Podía recordar las veces que nos veía, sentada en el dormitorio, como un fantasma, incluso dando consejos, esas humillantes veces cuando necesitaban tener otra manera de fantasear.

Nunca dejé la tiara, siempre voy a ser princesa, de eso pueden estar seguros.

Jorge Arenas

lunes, 21 de julio de 2008

Virginia

T.S. era la persona que mejor me comprendía, yo siempre lo consideré buen amigo, aun sabiendo que él a mi no me tenía entre los suyos, lo que pasa es que él era un alma de dios; sus biógrafos podrán decir lo que quieran, pero para mí eso era. Confieso que soy un tipo tranquilo.

Hay muchos episodios de mi vida que sucedieron junto a T.S. Recuerdo que cierto día estábamos en su casa, había mucha gente aquella vez; hablábamos de temas interesantes, pero me llamó la atención una mujer de nariz rara, ella casi no hablaba y fumaba sin parar, su mente estaba en otro lado, como si estuviera sumergida en una gran depresión; el marido la cuidaba celosamente y no la perdía de vista cuando se levantaba. Después de haberla observado durante unas dos horas le dije: Te caería bien sumergirte despacio en un río, es el mejor remedio para el cansancio. Fue lo único que atiné a decirle y creo que también fui el único que le dirigió la palabra.

Supe que Virginia publicó varios libros, yo hablé pocas veces con ella después de aquella noche; por eso nunca me expliqué cuando el marido, un día que me lo topé en la calle, casi me bota tres dientes de un puñetazo, que me dio sin mediar palabra.

Mill Soles

jueves, 17 de julio de 2008

Aforismos pajeros

  • Metámonos a cargar, aunque no sepamos que santo llevamos.

  • Unámonos a Tyson, porque aquí se vale morder orejas.

  • Las pajas serán para los que, en la intimidad, se entienden consigo mismos y gimen con el mismo gusto con el que escriben.

  • Dejaré de escribir pajas cuando dejen de existir los malos escritores, o antes si me aburro.

  • Habrá en un futuro cercano escritores que alcanzarán la fama sin necesidad de haber escrito una sola letra.

  • La ironía y la parodia hacen reír, siempre y cuando se refieran a los otros.

Johan Bush Walls

lunes, 14 de julio de 2008

Los sentires pegados

Tiene el corazón pegado con Velcro, fue el diagnostico dado por un famoso médico cardiovascular al paciente, quien no entendía lo que le estaba diciendo la eminencia. "Sí, tiene el corazón pegado con Velcro, insistía asombrado, mientras revisaba una y otra vez las placas de rayos X, que tenía en las manos. Se rascaba la cabeza y hasta llegó a pensar que podía ser que la máquina estuviera defectuosa, pero después de tres revisadas y ver las radiografías tomadas antes y después que este fenómeno apareciera, asintió con la cabeza, "sí, usted es un fenómeno, podría hacerle una operación a corazón abierto para ver como pudo suceder".

El asustado paciente pregunto si eso sería caro, peligroso o afectaría su salud. El médico le respondió que de ninguna manera, que únicamente era para satisfacer su interés científico, determinar como un corazón podía estar pegado con Velcro.

El paciente, viéndose cual rana en disección, con un poco de timidez, dijo que lo iba a pensar, mientras el médico levantaba la placa y le colocaba el estetoscopio en el pecho, tratando de oír el ruido que hacía el Velcro. Entonces preguntó: ¿Ha tenido alguna dieta a base de plásticos y poliuretanos? El paciente aseguró que lo único que se había tragado, cuando era niño, fue la tapa de un dentífrico, cuando estaba tratando de abrir el recipiente, pero que la había defecado al día siguiente, que incluso lo observo cuando se iba sumergiendo en el suave remolino de la tasa sanitaria.

El medico se concentró otra vez en las placas y preguntó: ¿Ha hecho deportes que requieran el uso de esteroides, o se ha hecho implantes, consumido estrógenos o algún químico similar? El paciente respondió que lo suyo era la lectura, revisar blogs en internet y comprar, de vez en cuando, un libro de poesía.

Ok, dijo el médico, ¿entonces dígame que pasa con su corazón? El pobre paciente, acosado de tanta pregunta, respondió: quizá sucedió porque soy muy enamorado. El médico, pensativo, le dijo: puede ser, probablemente el uso de condones, pastillas anticonceptivas, la del día después, ¿usa usted todo eso? El paciente, aún más incómodo, le dijo: la verdad, no soy muy asiduo a las relaciones sexuales, ni pareja tengo. El médico inmediatamente respondió: Ya sé, el uso de muñecas de plástico, juguetes sexuales, el sexo virtual en internet; a lo que, aún más incómodo, el paciente respondió: no, lo único que hago es enamorarme frecuentemente. ¿Cómo así? le pregunto el médico. A lo que respondió: pues bien, veo alguien que me gusta, me acerco, nos hablamos y después de un tiempo me mandan a volar. Ajá, asintió, el médico; bueno y, la verdad, es que de tanto sufrir y de mandadas a volar, decidí dejar de sentir…Ajá, volvió a decir el médico. Entonces pensé que era buena idea dejar el corazón por un lado cada vez que me rechazaban o me dejaban, pero nunca pensé que me fuera a crecer Velcro por hacer eso.

El médico, un tanto escéptico con el tema de la quitada y vuelta a poner del corazón, a conveniencia del paciente, mascullo: ¿Tiene alguna técnica, metodología o un procedimiento sistematizado para poder hacer eso? Si, dijo el paciente, abriéndose un ziper, justo en el lado izquierdo del pecho, luego metió la mano dentro y con total tranquilidad se sacó el corazón. Lo puso en las manos del doctor y lo dejó latir un par de segundos, para que el doctor lo sintiera, después, con la misma tranquilidad, lo tomó y se lo puso en medio de sus propias costillas; luego suspiró un momento, mientras decía: Así es como lo hago.

Claro, es muy sencillo, dijo el doctor.

Poncho Pilatus

jueves, 10 de julio de 2008

Comentario pajero sobre la poesía de Arturo Nuez Pérez Reviente

La poesía no hay que buscarla en los altares, la poesía se encuentra en todos los lugares (como me salió en verso, ya saben. Perdón por el albur, pero no es gratuito).

Desde la soledad del Distrito Federal, hasta el caos de la 6ª avenida. Poemas con sabor a urbanidad, con un dejo bucólico, versos engendrados en el desarraigo, en el exilio voluntario. Así es, la recién descubierta, poesía de Arturo Nuez Pérez Reviente.

Pocos poetas despiertan el entusiasmo en la primera lectura, Pérez Reviente no es la excepción, pero después de leerlo unas quinientas veces, se llega a la conclusión que su obra no está destinada a ser entendida, pero no es necesario. Ni siquiera aquellos que caminan en sus versos se dan por aludidos en el primer intento. No se habla aquí de la ironía, menos de una eventual parodia, se habla de la reinvención de la urbanidad, del diálogo con aquellos que la pueblan.

Hay en esto algún parangón con la poesía de Beto Cabal, pero son dos discursos distintos, quizá elaborados en forma paralela, no es que ambos hayan comido chuchitos donde Doña Meches, que hayan tenido celular en prepago, o que hayan sido asaltados en la calle; todo esto es signo de que ambos están envueltos en el caos de la ciudad, hay convergencia en el tópico, pero hay divergencia en la forma de poetizar, ninguna es mejor, son diferentes.

Pérez Reviente encuentra su propia voz en la soledad del desarraigo, en la inmensidad del DF. Es la mezcla de lo mexicano con lo chapín.

Tres temas son recurrente y a la vez fundantes de la poesía Perezrevientana: los chuchitos de Doña Meches, dar dinero prestado a los cuates y asumirse huevón. Nótese que en cada uno de estos elementos está presente el doble sentido, el tono adquirido del albur mexicano. Es importante señalar que el poeta se confiesa huevón, pero también aquí está presente el albur, quizá un poco del verso derbeziano.

Poemas comprometidos estos de Arturo Nuez Pérez Reviente, esperamos que su aparición no sea fugaz, no importa que sea espaciada, es más debe ser así, porque los buenos versos son como el vino (que metáfora más huevona). Lo cierto es que en manos de poetas como este, la poesía siempre estará viva (disculpas por los lugares comunes, pero la emoción no deja pensar). Reviéntese cuando quiera maestro Arturo.

Dr. Sabihondo Piláz

lunes, 7 de julio de 2008

Trans-Metro

Se subió al transmetro sin fijarse demasiado. Buscó un sitio y lo encontró justo donde el carro se dobla y se sentó viendo hacia adentro, le dio igual, estaba cansada.

Se acomodó de lado, se puso el suéter bajo la nuca para poder dormir un poco, nunca es suficiente el sueño, iba pensando en que hacer de almuerzo mañana, abrazando la lonchera, la que acariciaba como que fuera un cachorrito, se fue quedando dormida.

Un golpe la despertó, de pronto cayó en la cuenta que no estaba en el transmetro. La cara de un hombre negro la veía desde un poster, la lonchera se había tranformado en un niño pequeño que se acomodaba sobre su regazo. Las luces parpadeaban y la gente comenzaba un murmullo apagado, que fue creciendo hasta convertirse en exclamaciones.

De repente la luz se fue, la iluminación quedaba a cargo de las lámparas de emergencia, su luz, extrañamente blanca, se difundía por todo el recinto (fuck, merde, ya se jodió esta mierda).

Las voces en todos los idiomas, algunas reconocibles, otra ininteligible, parecía japonés o tal vez coreano, para ella todos los chinos eran iguales.

El asunto es que fue ella, la mujer asiática, la primera que se puso histérica, los demás la miraban extrañados, mientras se ponía de un color que no era identificable (blanca como el papel), (puta, que china mas babosa, she's nuts).

No gritaba, era más bien un llanto callado, y su compañero, que parecía ofendido, la miraba contrariado, como intentando esconderla; el gemido era constante, medido con metrónomo, paraba y volvía (fucking woman, is driving me crazy, vieja idiota).

Pero él se hartó y se puso de pié a gritarle, gesticulando mucho, como hacen todos los orientales enojados (dicen). Ella seguía llorando por lo bajo, cuando Luis se despertó y preguntó mamá, ¿qué pasa? Y ella no sabía que decirle, porque a duras penas comenzaba a recordar que había venido a este país a mejorar. Y también comenzaba a entender que ese niñito era suyo.

El tiempo pasaba y no se movían, la mujer seguía gimiendo y su compañero, parado al lado, parecía ofuscado, avergonzado, pero aparentando una dignidad afectada. Ella miraba por la ventana la grotesca oscuridad del túnel, no eran fantasmas, pero algo se movía entre los rieles y el metro no se movía ni un milímetro.

Un sonido que no había notado antes, el sistema de música de ascensor, ahora daba la noticia: un apagón, lo arreglarán, esperar.

Luis parecía tranquilo, ella se contentaba con acariciarle el pelo, no quedaba más que esperar.

Los hombres estaban nerviosos, uno sacó un cigarro y rápidamente fue confrontado por otro, que no quería que lo encendiera, las únicas tres mujeres en el vagón se miraban con miedo, pero eran dos ancianas y ella, además de la asiática, que seguía gimiendo cada vez más fuerte.

Why you can't control your stupid wife? el hombre se paró frente al coreano, mientras lo desafiaba con la mirada, por respuesta el hombre sacudió los hombros de su mujer, que se calló por un momento, para luego comenzar a gritar más fuerte.

Poco a poco, todos los hombres se juntaron al lado del coreano, las miradas traslucían esa ira que los demás sentían, ira por el encierro, del que comenzaban a culpar a la mujer, que seguía gimiendo.

Uno tras otro retaban al hombre, con palabras amenazantes, con insultos, con alusiones en doble sentido. Sus puños y sus rostros se acercaban a pocos centímetros, el hombre lucía impávido, pero los nudillos blancos revelaban una furia que seguía creciendo.

Uno de los hombres sacó, entonces, un enorme cuchillo, los demás retrocedieron, pero antes que nadie hiciera algo tomó el cuchillo y lo acercó al cuello de la mujer que lloraba.

Ella intentó cubrir los ojos de Luis y cerró los suyos con fuerza, presintiendo lo que venía, y luego una sacudida y otro estruendo la trajeron a la realidad. Los gritos y las voces, ella sintió que soltaba la lonchera, que cayó al suelo, y se asustó al ver los ojos abiertos de la mujer asiática, partida de un tajo por el metal del transmetro que se enroscaba para adentro. Veía la mueca de incredulidad del chofer del tráiler que había chocado de lado al enorme bus y ella, viva, a pocos centímetros de ser aplastada, tuvo la seguridad que en ese momento buscaría cómo pagarle al coyote.

Jorge Arenas

viernes, 4 de julio de 2008

Nueva entrada en mi blog personal

En mi blog personal les cuento una anécdota, no, no, no, es una historia (no vaya a ser que me cobren derechos de autor), que sucedió hace algunos años.

Los espero pues.

http://johanbush.blogspot.com/

jueves, 3 de julio de 2008

Entrevista pajera con Johan Bush Walls —III Parte— y final

“...se debe tener la capacidad de crear cuentos sobre aquellos que se jactan de cosas que realmente no han sido, no son o no serán posibles.”

III y última parte entrevista exclusiva a Johan Bush Walls.

Cuatro horas habían transcurrido desde que iniciamos la conversación. A estas alturas el maestro Bush Walls, como le dicen sus vecinos de la oficina, había cancelado varias citas.

La vista desde la ventana era magnifica; se veían pasar autobuses y autos particulares.
—¿Sabe?— me dijo —Allá afuera pasan miles de personas, posibles escritores, y mi trabajo es atraparlos.

¿Ve a los escritores como una presa?
Ellos quieren verse así. Desean ser perseguidos y acosados. Desean que los señalen en los supermercados, y que les pidan sus autógrafos en cada esquina. Algo realmente noble, teniendo en cuenta que cada quien busca lo que necesita.

Según usted ¿Qué necesita el escritor que asiste a sus talleres?
Que se le diga que todo lo que escribe está bien. Desea tener un grupo donde todo lo que haga, por muy idiota que sea, le llamen literatura.

¿Está diciéndoles idiotas a sus talleristas?
No, para nada, estoy diciendo que ellos están marcando la literatura de su país. Que están dejando huella. Ya vio que algunos hasta los empiezan a llamar la generación pajera, quizá lleguen a ser tan famosos como los poetas malditos de Francia o los posmodernistas.

¿Esa es una forma muy sutil de convertir el agua en vino?
Pues de alguna manera todos somos vendedores de sueños. Y en esto de la literatura se debe ficcionar la realidad, las mentiras de la realidad, se debe tener la capacidad de crear cuentos sobre aquellos que se jactan de cosas que realmente no han sido, no son o no serán posibles.

¿Entonces cree que sus talleristas nunca serán literatos?
Si ellos se creen gavilanes, pues serán gavilanes. Si ellos se creen literatos, quién soy yo para desmentirlos. Mucho tengo con revisarles las tareas. Para que ahora sea papá de ellos.

¿Cómo ve el futuro de la literatura local?
No soy adivino, pero creo que se están haciendo muy cosas interesantes, principalmente con las nuevas voces que van surgiendo, ellos están oxigenando el ambiente literario contemporáneo. Una nueva generación de escritores que quieren decir las cosas, pretenden ser escuchados. Entonces no es de sorprenderse que en los próximos años esas nuevas voces sienten precedentes, y que su literatura llegué más allá de lo que llegó Asturias o Monterroso.

Por su leve sonrisa imagino que me está dando paja ¿o me equivoco?
Es bastante intuitivo, por lo que veo, de cualquier forma nunca olvide que soy escritor pajero.

¿Tal vez aprendí algo de usted?
No lo creo, usted nunca ha llegado a un taller mío. Aunque no le caería mal un taller de cuentos pajeros o entrevistas pajeras.

Pepe Luis Cardamomo

martes, 1 de julio de 2008

Dream team

Yo le dije que no valía la pena, igual, la gente siempre tira para el norte, y ahí se quedan, bien jodidos pero buscándose la vida que no hay manera de tener aquí.

Pero él insistía, y tal vez tenía razón, se quiere mejorar, o sea pasar de mal comer un par de platos de frijoles a tener los tres tiempos.

La cosa es que pasamos meses practicando, y ni a huevos nos salía, yo hablaba tan despacio y aunque intentara bailar, se me atoraban las patas en las de la Lucrecia.

Ahora que en el campo éramos otros, y es que el Luciano gambeteaba como nadie, parecía brasileño el condenado, probamos suerte unas diez veces en equipos y nadie nos veía, el Luciano era más alto, un metro setenta y cinco, en el pueblo parecía gigante, yo soy pequeñito así que para que les cuento.

Total que nos aventamos, la eliminatoria iba a ser en Guatemala y nos fuimos a meter al proyecto gol a trabajar de jardineros.

Nos tocaba cuidar que la gramilla estuviera lista para los seleccionados, y sabíamos que también llegarían los visitantes.

El primer día hicimos contacto con dos gringos, luego aparecieron los cubanos: querían ron. Ni me pregunten como metimos el ron de contrabando, a la una de la mañana los jugadores parecían niños, echándose los tragos a escondidas. Y el Luciano hasta les dio hierba y todo.

Se hizo amigo de un chavo que tenía su misma edad, su misma estatura y su color, increíble pero era el único que parecía algo indito entre ellos.

Pero para que se las hago larga, ayer vi a Luciano gambetear en televisión, en un juego de la eliminatoria de Concacaf y luego no sería raro que se lo llevara otro equipo, total, los jugadores cubanos desertan todos los días y todos los gringos los quieren.

Diego Iespien